Crónica del viaje de Sor Lucía a Ucrania y su encuentro con el Papa “Gracias por lo que hacen por Ucrania: Por favor, ¡no los abandonen!"

Sor Lucía, en Ucrania
Sor Lucía, en Ucrania

El día 23 de septiembre me recibía el Papa Francisco en el Vaticano. Le vi fuerte, lúcido y muy decidido a seguir trabajando día a día por ser fiel a los retos del Evangelio: Ser una buena noticia para los pobres y para los más vulnerables

Aviso a los profetas de su final de pontificado: nada hace preveer que eso sea real: El Papa está muy bien y muy recuperado de sus males y los que le desean el final porque se ven descubiertos en su mediocridad, y preferirían seguir siendo príncipes (y lobos..) tendrán que reconocer la malicia de sus presagios o deseos: ¡Tenemos Papa para rato!

Los últimos 8 días han sido muy intensos en emociones y en experiencias que no hacen más que reforzar mi convicción que tiene todo el sentido luchar a muerte por la Vida y trabajar contra todas las dificultades por la paz.

Desde el mes de febrero que comenzó la “maldita y cruel” guerra en Ucrania, he visitado en once oportunidades el país. De la primera a la última visita, ha ido in crescendo la experiencia de lo que es y significa que hay un pueblo “martirizado” y lo que significa que en una guerra todos perdemos porque pierde la humanidad.

Un Papa fuerte, lúcido y decidido

El día 23 de septiembre me recibía el Papa Francisco en el Vaticano. Le vi fuerte, lúcido y muy decidido a seguir trabajando día a día por ser fiel a los retos del Evangelio: Ser una buena noticia para los pobres y para los más vulnerables.

- Aviso a los profetas de su final de pontificado: nada hace preveer que eso sea real: El Papa está muy bien y muy recuperado de sus males y los que le desean el final porque se ven descubiertos en su mediocridad, y preferirían seguir siendo príncipes (y lobos..) tendrán que reconocer la malicia de sus presagios o deseos: ¡Tenemos Papa para rato!-

Cerrado este paréntesis, me llamó la atención su gran preocupación por la guerra de Ucrania y por las guerras que hay en el mundo, pero conociendo nuestro trabajo allí, insistió en agradecer la ayuda y los corredores humanitarios y nos pidió que no abandonemos al Pueblo de Ucrania,

Las noticias que le llegan al Papa y que pude comprobar en cada viaje, y en este último, particularmente,  -del que regresé ayer a la noche- es que esta guerra tiene la crueldad que “mata vidas muy jóvenes” y deja un dolor irreparable en un pueblo al que le están aniquilando su juventud y al que lo están dejando mutilado.

Visita al hospital militar

El sábado visité un hospital militar y pude estrechar la mano de los soldados -muy jóvenes- y pude escuchar sus relatos. Se me había difícil contener las lágrimas y el dolor profundo que provocaba la limpieza de sus miradas y el dolor de verse mutilados, heridos y arrancados de su familia, pero con una serenidad que contrastaba con el salvajismo e irracionalidad de los relatos de lo que se vive en el frente. “Lo que he visto y vivido, es el infierno…. Nadie se merece eso… Es cruel”. Fueron las palabras de un herido de sólo 20 años.

Sor Lucía, visitando el hospital
Sor Lucía, visitando el hospital

Durante el día vivimos en una tensión constante: hacía días que no sonaban las sirenas, y en nuestra entrada al País, éstas no dejaban de sonar y tuvimos que ir adaptando nuestra agenda a la oportunidad de movernos o no, según nos indicaban nuestros anfitriones que estaban pendientes del teléfono y de las instrucciones. Entendí el clamor de Francisco cuando nos decía, “recen por Ucrania, una nación martirizada que está siendo cruelmente golpeada. Allí están sucediendo coses terribles y monstruosas”.

Ese terror, esa monstruosidad y esa crueldad, nos mostraba la otra cara de la moneda de esa guerra absurda: La bondad infinita, el dolor profundo, el amor ilimitado y el corazón destrozado que vimos cuando nos llevaron al cementerio en el Lviv. Éste es un campo inmenso, en el que en medio de un silencio atronador y con un frio que cala profundamente, se pueden ver tumbas con fotos de jóvenes ilusionados con sus uniformes, y al lado de las mismas, -todas con flores frescas-, madres, esposas e hijos, llorando desconsoladamente y preguntándose por qué o explicando los sueños, los gustos y las ilusiones de aquellos a los que “arrancaron de la tierra de los vivos”.

Un abrazo en silencio

Darles un abrazo, orar con ellas, acompañarlas en silencio, era agradecido y notabas cómo al encontrar un hombro o una mano amiga, se desplomaban y a la vez buscaban fuerza.

Fue una tarde de oración. No había preguntas ni respuestas, solo el dolor profundo compartido y vivido como propio.

Emprender el camino de regreso, nos obligaba a tener una actitud optimista y de esperanza. Teníamos que transmitirla a aquellos que en neutro corredor humanitario venían a curarse a Madrid o a Barcelona, y a aquellos que venían a reencontrase con sus familiares heridos o refugiados de la guerra, cuya vida vamos acompañando y acogiendo.

No. No teníamos derecho a estar mal, o tristes, o a hundirnos en el lamento. Ellos necesitaban nuestra fuerza y nos necesitan activos y en pie.

Ellos y ellas: las madres que lloran, los heridos que están mutilados o postrados; aquellos y aquellas que vienen a encontrarse con los suyos y que buscan espacios de paz, son nuestra fuerza. Son ellos y ellas los que nos confrontan con nuestra propia vida y nos hacen: agradecer por lo que somos y tenemos, y activarnos para seguir trabajando para que llegue la paz, y para que, aunque se poca nuestra ayuda en medio de un universo de necesidades, podamos, uno a uno seguir ayudando, consolando, acompañando: Sumando.

No les podemos abandonar

Vamos a volver porque no les podemos abandonar

Os necesitamos para llevar material para los quirófanos y medicamentos para los enfermos. Necesitamos vuestra ayuda para llevar coches para poder sacar a los que han muerto en el campo de batalla, para que sus familias puedan despedirse de ellos y tener, al menos el consuelo de un último adiós. Y necesitamos que todos compartáis estas notas para que sean muchos más los que se sumen para poder seguir abriendo corredores humanitarios con ambulancias y con oportunidades en nuestro Km 0

Deseo profundamente que llegue la paz.

La guerra me duele. La guerra nos hace sangrar. Vivirla de cerca nos compromete a seguir luchando por ellos, por las víctimas.

Por favor no nos abandonéis... No queremos abandonarlos. 

OS necesitamos

Ayudas/ Bizzun 05122

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ES43 2100 3093 0722 0031 6970

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