¿Por dónde hay que empujar?

La gran filósofa Mafalda, que para mí, aunque algunos se rían es mi “directora espiritual”, decía al contemplar el espectáculo de nuestra sociedad: “Que paren el mundo que yo me quiero bajar”. Pero en unas viñetas más adelante, tal vez sintiendo la mordedura de la serpiente, que siempre muerde a los que van descalzos, recapacitaba diciendo” “¿Por dónde hay que empujar este país para llevarlo adelante?”
Muchas veces, mientras intento empujar -como puedo- y cuando lo hago con pasión y compromiso, intentando sacar fuerzas y argumentos para no desfallecer, viene a mi memoria aquello que decía con ingenio y acierto Charles Chaplin, “que el pesimista, es un optimista bien informado”. Nadie negará al gran Charlotte el conocimiento lúcido de las entrañas de la vida y de la realidad, y su capacidad para analizarla y hacer pensar.
Pero creo, que no basta de estar muy informados, aunque es muy importante. Además, hay que estar dispuestos para la lucha, para la transformación, para el cambio. Y hace falta todavía algo más: la terca, la deseada, la buscada, la estimada y añorada esperanza. Tenemos que estar muy provistos de buenas dosis de esperanza, pero de una esperanza activa: Mientras espero me movilizo y hago que pasen cosas que la posibiliten.
Porque, es verdad “el pesimista, puede ser un optimista muy informado” y muy consciente de la realidad, pero a pesar de todo, o por encima de todo debería ser una persona esperanzada. Porque es la esperanza la que le hace ver, en las dificultades, un estímulo para crecer, y en los problemas, oportunidades para construir algo significativo y vital, algo que haga ayude a crear vínculos para juntos ir todos en la misma dirección.
No se suficiente ni el buen ojo para ver, necesitamos vitalmente de la esperanza. La realidad es un drama y es la que es. Pero nosotros no nos conformamos y además de estar muy informados y sensibilizados, estamos dispuestos a luchar y a asumir un compromiso.
Me niego a la resignación. El conformismo es la muerte de las utopías que son las que nos hacen avanzar.
El compromiso de hacer de nuestro entorno y de nuestro País un espacio de oportunidades para todos, tiene que impedir que el miedo paralizante o la cobardía nos hagan bajarnos del mundo y claudicar de su vocación de belleza, bondad, armonía y felicidad para todos.
Vivimos tiempos nuevos en los que podemos construir algo apasionante, pero lo haremos sólo si somos capaces de abrir los ojos para ver y de disponer el corazón para acoger.
La botella está medio vacía, yo quiero llenarla, y creo que todos juntos podemos decirnos mutuamente: ¿por qué no la llenamos?, en lugar de preguntarnos inútilmente por qué, por qué y por qué.
Me pregunto con frecuencia como combatir la inercia del pesimismo, y como crear una pandemia de buen rollo, de complicidades. Cómo ser positivos con realismo y decir ante el que nos rodea y disgusta, “yo puedo cambiar” y “tú también”. Y si cada uno cambia, somos una fuerza imparable, brutal.
Me niego y me niego al derrotismo. Creo que estos son tiempos fuertes, y que desde el compromiso personal, activo tenemos que jugar en el partido de la vida de titulares: porque es verdad que nos han mentido, estafado y robado oportunidades, pero me niego a que nos roben la esperanza, que nos maten la alegría y nos impidan estar activos y luchar por aquello que creemos.
¿Porque no transmitimos buenas vibraciones y promovemos pequeñas actitudes, ideas sencillas que nos ayuden a despertar? Pueden ser la semilla o el germen humilde del gran cambio.
¿Por qué no sumar complicidades y crear buenas sinergias para hacer el mundo algo más bonito?
Preguntémonos cómo ofrecer esperanza y cómo abrirle paso en el corazón de la humanidad.
Juntos podemos. Juntos somos más. Entre todos, sumando, daremos una oportunidad a la esperanza.