El silencio y el servicio

“Quédate con nosotros con el Espíritu que te fecundaba en la carne y en el corazón. El mundo se ahoga en el mar del ruido, y no es posible amar a los hermanos, sin un corazón callado y atento. Haznos comprender que el servicio sin silencio, es alienación, y que el silencio sin entrega, es comodidad. Envuélvenos en el manto de tu silencio y comunícanos la fuerza de la fe, la altura de tu Esperanza y la profundidad de tu amor”.
El mismo Espíritu que fecundó a María en su carne y en su corazón, es el que hoy nos fecunda y nos hace estar grávidos de Dios; es el que nos lleva al desierto para auscultar mejor el corazón de Dios que es donde resuena con mayor nitidez el latir del corazón humano, y dónde mejor se oye la voz de Dios que nos invita a salir del Egipto de nuestro egoismo y a gastarnos y desgastarnos por los hermanos.
Todo un programa de vida para el curso que comenzamos: Activos en la contemplación, contemplativos en la acción.