Cuatro mujeres y tres niñas murieron y un bebé desapareció tras volcar el cayuco Darwin Rivas, cura en la isla del Hierro: “Fue muy duro tener que consolar personas que acababan de perder hijos y hermanos”

“Todavía no se sabe qué pasó, ya se verá en la investigación. Pero fue terrible para todos nosotros, puesto que tanto los trabajadores como los voluntarios de Cruz Roja, Protección Civil, Salvamento Marítimo, Policía Nacional, Guardia Civil, y los equipos médicos somos una familia”
(Flama) Cuatro mujeres y tres niñas de entre cuatro y dieciséis años murieron y un bebé resultó desaparecido este pasado miércoles 28 de mayo por la mañana a pocos metros del puerto de La Restinga (El Hierro) cuando la barcaza en que viajaban 160 personas llegaba a la isla canaria después de un viaje de diez días en condiciones extremas.
Una nueva tragedia que fue captada por las cámaras de la televisión canaria y que puso en movimiento a toda la población de la isla, desde los vecinos que se lanzaron al agua para ayudar a los equipos de rescate hasta los voluntarios de las entidades que atendieron, un rato después, los supervivientes de este nuevo drama migratorio en la ruta atlántica, la más mortífera del mundo en los últimos años.
“Después de algunos periodos en que llegaron auténticas oleadas de gente, ahora hacía dos semanas que no recibíamos ninguna embarcación y la situación era de relativa calma,” explica a FlamaDarwin Rivas, rector de cuatro parroquias en la isla del Hierro y voluntario de la ONG Corazón Naranja en el Centro de Acogida Temporal de Migrantes de San Andrés.

Desde este espacio, el cura y otros voluntarios de entidades que trabajan sobre el terreno atendieron al poco del accidente los más de 150 supervivientes de una tragedia que, como reconoce Rivas, provocó un “dolor brutal” en todos los residentes de la isla. “Fue muy duro tener que consolar personas que acababan de perder hijos y hermanos. Además, en el grupo había un niño de tres años que se encontraba solo”, relata el sacerdote.
La embarcación, procedente de Guinea Conakry, volcó minutos después de las ocho y media de la mañana mientras hacía la maniobra de entrada al puerto. “Todavía no se sabe qué pasó, ya se verá en la investigación. Pero fue terrible para todos nosotros, puesto que tanto los trabajadores como los voluntarios de Cruz Roja, Protección Civil, Salvamento Marítimo, Policía Nacional, Guardia Civil, y los equipos médicos somos una familia”, apunta Rivas.

Pocas horas después de la tragedia, el cura tuvo que consolar también a policías que “lloraron impotentes por no haber podido salvar de la muerte aquellas siete personas”. “Tenemos que tener presente —continúa— que son seres humanos y tienen hijos, y para ellos fue terrible ver morir aquellos niños con sus madres después de una travesía marítima de diez días en condiciones sumamente precarias”.
Como voluntario en el Centro de Atención Temporal, el cura se encarga de recibir las personas migrantes, que habitualmente llegan en autobús, y descubrir cuál es su situación concreta para después derivarlos a los diferentes servicios (atención médica, baños, carpas para dormir) en función de las necesidades personales de cada uno.
“Nuestra tarea es de acogida, de escuchar, estar con ellos. La mayor parte de las veces llegan desorientados y no tienen ni idea de cuál es su ubicación exacta”
“Nuestra tarea es de acogida, de escuchar, estar con ellos. La mayor parte de las veces llegan desorientados y no tienen ni idea de cuál es su ubicación exacta”, explica Rivas, que a pesar de esta enésima tragedia se aferra a la esperanza evitando “caer en el derrotismo de buscar culpables”. “El reto de la acogida de personas migrantes es una una ocasión para que cada uno de nosotros pueda unir las fuerzas con los demás en una misión de solidaridad que ponga de manifiesto la bondad del ser humano”.
La ruta atlántica, que une las costas de África Occidental con el archipiélago canario, se confirma con esta nueva tragedia como una de las más letales del mundo actual, con 10.400 personas muertas solo durante el año 2024 según la ONG Caminando Fronteras.
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