El misionero salesiano cuenta su testimonio junto a menores encarcelados en la prisión de Freetown Jorge Crisafulli: “La prisión de Pademba es un infierno, pero gracias a Don Bosco los presos pueden dibujar una sonrisa, pensar en un futuro mejor”

Jorge Crisafulli y Chennor Bah, durante su visita en la Universidad Abad Oliva CEU de Barcelona.
Jorge Crisafulli y Chennor Bah, durante su visita en la Universidad Abad Oliva CEU de Barcelona.

"Hay traumas, pienso, cuyas cicatrices permanecen para siempre. Sobre todo cuando se da abuso sexual, que es una experiencia terrible en la vida de una niña o un niño. De todas maneras, como siempre digo, la amabilidad, el amor, el cariño personalizado, el preocuparse por ellos, eso es ya sanador"

"Seguiremos haciendo nuestro trabajo, este es el sueño de Don Bosco, cuyo misión comenzó también en la cárcel, en este caso la de Turín. Sabemos que la gracia de Dios está siempre apoyándonos y puede curar hasta las heridas más profundas"

"En Sierra Leona hay tantos menores en la cárcel porque la policía, al verlos en las calles, los considera potenciales criminales y cree, por tanto, que la solución al problema es llevarlos a centros de internamiento para menores o directamente a la prisión"

Tras poner fin a una etapa como Provincial Superior de los Salesianos de Don Bosco en diversos países de la región anglófona de África occidental, el misionero salesiano Jorge Crisafulli llegó a Sierra Leona en 2016 con el encargo de poner en marcha un proyecto terapéutico para menores traumatizados tras haber sufrido abusos de toda índole. Y lo que allí se encontró este sacerdote nacido en Bahía Blanca, Argentina, en 1961, fue una realidad macabra: la de los cientos de niños encarcelados por motivos absurdos en condiciones infrahumanas junto a presos adultos. Cuenta esta experiencia en el documental 'Libertad', que fue proyectado el pasado 14 de octubre en el Aula Magna de la Universidad Abad Oliva CEU de Barcelona, donde el líder de la Misión de Don Bosco Free Town compareció junto a Chennor Bah, un exprisionero de la cárcel de Pademba rescatado por Don Bosco. 

Crisafulli

“Dejen de lado toda esperanza, ustedes que entran”, es la frase del Infierno de Dante que usted usa para explicar la situación que se vive en la prisión de Pademba. ¿Hay algo que Don Bosco pueda hacer para que las personas allí retenidas puedan recuperar un poco de esperanza?

Pademba Prison es un infierno porque cuando se entra allí, no se pierde solo la libertad —lo cual es muchísimo— sino que te roban absolutamente todo. En el caso de los menores, son despojados de su dignidad, de su nombre, de su inocencia. En ese infierno, ¿qué puede significar un pedacito de cielo o una luz de esperanza? Para los más desnutridos y enfermos, un plato de comida. Para el que no dispone de agua para lavarse y para beber, distribuimos agua, duchas, aseos, baños y pozos sépticos. Son cosas que llevamos para mejorar la situación sanitaria de la prisión, no solamente para nuestros beneficiarios directos, que son los menores y los jóvenes, sino para todos los reclusos que viven en la prisión. Otro ‘pedacito de cielo’ para quien vive aislado y se siente solo, llevamos la amabilidad, el cariño, una sonrisa, porque saber que hay alguien que se preocupa de ti sirve para avivar la esperanza. 

Por otra parte, para el que no dispone de documentos para ir a juicio y para soñar con poder salir, el hecho de que Don Bosco esté ahí con su equipo legal para escuchar cada caso, procesar documentos, empujar los casos en los tribunales y en la Corte y pagar multas pequeñas o fianzas: todas estas actuaciones significan llevar un poco de esperanza. Y también hacemos, a través de nuestro programa de la mañana, lo que creo que es más importante: la educación, la alfabetización, la formación en el campo de la informática. Todo esto es llevar esperanza. Siempre digo que si los chicos hubieran tenido una familia, una escuela y la oportunidad de capacitarse profesionalmente, obviamente no estarían en una prisión compartiendo celda con adultos. Pademba es un infierno, pero con las intervenciones de Don Bosco, los presos pueden al menos dibujar una sonrisa en el rostro y pensar en un futuro mejor para ellos.

Escuchar, acompañar, infundir esperanza, ofrecer una comida extra, atención médica y psicológica, espiritual, legal y formación para cuando salgan de prisión es el trabajo diario que lidera el salesiano Jorge Crisafulli en la prisión de Pademba.

¿Cómo ha sido o es la labor de Don Bosco para encontrar a los menores que se encuentran en aquella cárcel?

Se trata de ir celda por celda y preguntar a los reclusos por su edad y mirar sus rostros. Haciendo esto enseguida te das cuenta si hay algún menor, y ese menor se convierte al momento en un beneficiario directo del programa de Don Bosco, que ofrece todos los servicios de la misión en la prisión. 

"Tratamos de hacer un trabajo positivo, y esto se convierte en una denuncia sin crear distancias, porque en el momento que se crean conflictos con las autoridades de la prisión, nos cortan la entrada y los primeros perdedores van a ser los reclusos"

¿Cómo es la negociación con las autoridades para sacar a estos chicos de las cárceles, se supone que es un proceso arduo, no es así?

Primero hay que acceder a la prisión. Esto lo hemos logrado, don Bosco tiene un nombre; nos estaban esperando antes de que comenzásemos a trabajar, sabían que hacíamos un trabajo enorme por los niños así que nos dejaron entrar sin ningún tipo de problema y las autoridades están contentas con nuestra presencia y nuestro trabajo. Lo que hacemos es no confrontar directamente a las autoridades de la prisión y a los carceleros por las vulneraciones de derechos y las abominaciones que vemos. Tratamos de hacer un trabajo positivo, y esto se convierte en una denuncia sin crear distancias, porque en el momento que se crean conflictos con ellos nos van a cortar la entrada y los primeros perdedores van a ser los reclusos.

¿Qué pasa en Sierra Leona para que haya tantos niños en prisión?

El mayor problema es que hay muchos niños y niñas que viven en la calle y que han hecho de ella su hogar. La calle es sinónimo de violencia, de soledad, donde impera la ley de que sobrevive el más fuerte; hay robos, peleas, uso de drogas, abusos sexuales. Por eso hay tantos menores en la cárcel, porque la policía los ve como potenciales criminales y considera, por tanto, que la solución al problema es llevarlos a centros de internamiento para menores o directamente a la prisión. Hay menores que ingresan en prisiones de adultos porque a menudo la policía les cambia las edades en los informes por los crímenes menores que han cometido. Ponen que tienen más de 18 años y los mandan a prisión muchas veces sin pasar por un juicio. 

Chennor, superviviente de la prisión de Pademba, en Sierra Leona.
Chennor, superviviente de la prisión de Pademba, en Sierra Leona.

La realidad que usted narra en el documental es extremadamente dura: hay chicos mueren como consecuencia de los malos tratos que reciben (violaciones, palizas, hambre); y entre los que sobreviven, ¿son curables esas heridas? ¿Cómo es el acompañamiento de Don Bosco en este sentido?

Hay traumas, pienso, cuyas cicatrices permanecen para siempre. Sobre todo cuando se da abuso sexual, que es una experiencia terrible en la vida de una niña o un niño. De todas maneras, como siempre digo, la amabilidad, el amor, el cariño personalizado, el preocuparse por ellos, eso es ya sanador. Por eso seguimos nuestro trabajo. Ningún niño nace malo por naturaleza, aunque a veces las circunstancias de la vida le hayan llevado a cometer errores. Todos tienen una belleza interior y un potencial de bondad increíble. El trabajo de Don Bosco es descubrir ese potencial y actualizarlo, hacerlo realidad. 

Seguiremos nuestro trabajo, este es el sueño de Don Bosco, cuyo misión comenzó también en la cárcel, en este caso la de Turín. Sabemos que la gracia de Dios está siempre apoyándonos y puede curar hasta las heridas más profundas. Y un caso que explica muy bien esto es el de Chennor, el chico que me acompaña hoy en Barcelona, que vivió 17 años en la cárcel, 8 de ellos en Pademba, donde sufrió todo tipo de abusos, hambre, sed, violencia… Así y todo, en la actualidad trabaja con Don Bosco Fambul realizando tareas como entrar  en la prisión para detectar la presencia de menores, recogerlos de las calles para enseñarles soldadura, que es lo que él aprendió como capacitación profesional.

Lo más lindo en el caso de Chennor es que fue a la celda de su abusador y le dijo: “Vengo a decirte que te perdono. No vuelvas a hacer nunca más a otro menor lo que hiciste conmigo aquí en la cárcel”. Por eso digo que, aunque hay traumas que son muy profundos, la gracia de Dios, la intervención “milagrosa” de Don Bosco hace que las heridas se cierren, y los que han estado en el infierno encuentren un pedacito de cielo sobre todo en su corazón. Como decía Chennor: “El hecho de haber perdonado a mi abusador fue un favor que me hice a mi mismo. Esa capacidad para perdonar ha sido una gracia de Dios”.  

Primero, Religión Digital

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