"El sacerdote de las manos desatadas para bendecir a los más desfavorecidos" Padre Ángel, 53 años de cura de la solidaridad
(José M. Vidal).- Ayer fue un día de recuerdos para el padre Ángel García, fundador y presidente de Mensajeros de la Paz. Ayer cumplía 53 años de su ordenación sacerdotal en Oviedo. Y lo recordó a su manera sencilla de siempre: rodeado de sus íntimos en una misa en la "sala de oración" del comedor social que su ONG dirige en el barrio madrileño de El Pozo del Tio Raimundo.
En la concelebración de la misa por su 53 aniversario sacerdotal, el Padre Ángel estuvo acompañado por sus curas de Mensajeros: Julio Millán, Domingo Pérez, Ricardo Fernández y José Vicente Rodríguez. Y por los otros tres miembros del patronato de la Fundación Mensajeros de la Paz: Nieves Tirez, José Luis García y José Manuel Vidal.
Tras la lectura del Evangelio del sembrador, el sacerdote asturiano recordó con emoción aquel momento de su ordenación, cuando le "ataron las manos" con una cinta blanca, símbolo de su consagración a Dios y a los demás.
"Desde entonces -afirmaba- he intentado arrodillarme sólo ante Dios y ante los más desfavorecidos".
Rememoró los inicios de su obra, fundada en 1962 junto a Ángel Silva, y aseguró sentirse orgulloso "no de lo que haya podido hacer yo, sino de la enorme solidaridad de la gente que me ha ayudado durante todos estos años".
Reconfortado con la llegada al Vaticano de Francisco, aseguraba que "el Papa es una bendición para la Iglesia, proque coloca a los pobres en el centro y los llama 'carne de Cristo', a la que hay que tocar, abrazar, bendecir y auxiliar".

Al igual que el Papa, prefiere "una Iglesia accidentada por hacer cosas" a una "Iglesia encerrada y dormida". En esa clave actuó todos estos años. Una de sus consignas fue siempre que prefiere "pedir perdón a pedir permiso". Fiel a sí mismo, en esa clave quiere continuar. O mejor dicho, recomenzar de nuevo, "volver a los orígenes y a las raíces" y recentrar su obra en la acción social y en la solidaridad.
A su lado, los curas de Mensajeros también dieron gracias a Dios por el Padre Ángel. "Por haber sabido sembrar durante todos estos años la semilla de la solidaridad en tantos corazones". Y también "por haberse desatado las manos, para poder bendecir más y mejor a los más necesitados".
En la pequeña sala de oración del Pozo, recuerdos de toda una vida: la santina o el Breviario del cardenal Tarancón. O estolas de todas las partes del mundo donde ha sembrado y ha crecido su obra de misericordia y ternura.

La mañana terminó con una comida compartida con el patronato de la Fundación Mensajeros de la Paz. La misma que se sirvió en el comedor social. Con una ligera variante: arroz con leche de postre en vez de tarta. Un detalle para el Padre Ángel, porque ése es su postre favorito.
Y dos broches de oro: el regalo de un maletín con todo lo necesario para celebrar misa y el saludo de Josué, su niño, el chaval que recogió quemado en El Salvador, lo trajo a curarse a España y terminó adoptándolo. "Soy dos veces padre", dice, mientras Josué le abraza.
Sin parar jamás y con una vitalidad envidiable, sigue pariendo ideas e iniciativas para ayudar a la 'carne de Cristo'. En estos momentos de tanta necesidad, Mensajeros de la paz ofrece casi 1.000 comidas diarias en sus cuatro comoedores solidarios de Madrid y de Toledo. Es decir, unas 200.000 comidas al año.
Y mañana se va, otra vez, a Melilla, donde ya estuvo hace unos meses. Para denunciar con su presencia que "las cuchillas de la valla son antihumanas", pedir al Gobierno que las quite de una vez y ampliar la labor que Mensajeros de la Paz viene haciendo ya en la ciudad autónoma por los emigrantes. Y así, sigue su camino "el ángel de la solidaridad".
