"Los milagros no solo se piden en Covadonga; se construyen cada día, en el campo, en la calle, en el corazón de un pueblo" El Padre Ángel y el milagro azul: Oviedo, fe y primera división

"El espíritu de un pueblo que sueña en grande. Y este sueño, vestido de azul, se ha cumplido: el Real Oviedo ha ascendido a Primera División, y el Padre Ángel, con su devoción y su alegría desbordante, lo celebra como un regalo divino"
“Ante la Santina de Covadonga a la ocho de la mañana rezando que ascendiera a primera, le dije que ella sabía que eso no era pecado, era un milagro y una bendición”, confesaba el Padre Ángel con esa chispa en los ojos que solo tienen los que creen en lo imposible
El milagro se consumó, y el Tartiere se convirtió en un templo de júbilo. Pero lo más hermoso, como nos cuenta el propio Padre Ángel, fue ese abrazo colectivo en el campo, donde las jerarquías se difuminan y solo queda la fraternidad
Este ascenso del Oviedo, él ve un reflejo de su propia misión: sembrar esperanza donde hay desaliento, encender alegría donde reina la tristeza. “¡Olé Oviedo y viva Asturias!”, exclamaba, y en su voz resonaba el eco de un pueblo que no se rinde
El milagro se consumó, y el Tartiere se convirtió en un templo de júbilo. Pero lo más hermoso, como nos cuenta el propio Padre Ángel, fue ese abrazo colectivo en el campo, donde las jerarquías se difuminan y solo queda la fraternidad
Este ascenso del Oviedo, él ve un reflejo de su propia misión: sembrar esperanza donde hay desaliento, encender alegría donde reina la tristeza. “¡Olé Oviedo y viva Asturias!”, exclamaba, y en su voz resonaba el eco de un pueblo que no se rinde
En el corazón de Asturias, donde la fe y la esperanza se entrelazan como las brumas de Covadonga, el Padre Ángel, ese incansable apóstol de la solidaridad, ha vivido un milagro que trasciende los límites del campo de fútbol.
Fundador y alma de Mensajeros de la Paz, este sacerdote de sonrisa eterna y corazón inmenso no solo ha dedicado su vida a los más vulnerables, sino que también ha sabido encarnar el espíritu de un pueblo que sueña en grande. Y este sueño, vestido de azul, se ha cumplido: el Real Oviedo ha ascendido a Primera División, y el Padre Ángel, con su devoción y su alegría desbordante, lo celebra como un regalo divino.

“Ante la Santina de Covadonga a la ocho de la mañana rezando que ascendiera a primera, le dije que ella sabía que eso no era pecado, era un milagro y una bendición”, confesaba el Padre Ángel con esa chispa en los ojos que solo tienen los que creen en lo imposible.
Porque para él, el fútbol no es solo un juego; es un vehículo de unión, un canto a la esperanza que reúne a miles de almas en torno a un ideal compartido. Y allí, en el santuario de la Virgen, con la humildad de quien pide por los demás antes que por sí mismo, el Padre Ángel intercedió por su Oviedo, por su Asturias, por esa tierra que late con orgullo y fe.
El milagro se consumó, y el Tartiere se convirtió en un templo de júbilo. Pero lo más hermoso, como nos cuenta el propio Padre Ángel, fue ese abrazo colectivo en el campo, donde las jerarquías se difuminan y solo queda la fraternidad. “Encima me encuentro en el campo con mi Arzobispo y el Presidente del Principado y del Real Oviedo y el Alcalde abrazándonos”, relataba con emoción. En ese instante, Oviedo no era solo un equipo en Primera; era un símbolo de unidad, un referente de fe, esperanzas, solidaridad y alegría. Porque, como siempre ha predicado el Padre Ángel, las grandes victorias no son las que se logran solas, sino las que se comparten.

El Padre Ángel, con su vida entregada a los marginados, ha demostrado que la fe mueve montañas, pero también balones. Su Mensajeros de la Paz es un testimonio vivo de que el amor y la solidaridad pueden transformar realidades, igual que un gol en el último minuto puede cambiar la historia de un club. Y en este ascenso del Oviedo, él ve un reflejo de su propia misión: sembrar esperanza donde hay desaliento, encender alegría donde reina la tristeza. “¡Olé Oviedo y viva Asturias!”, exclamaba, y en su voz resonaba el eco de un pueblo que no se rinde, que cree en los milagros y que, con la Santina como testigo, celebra la vida.
Este ascenso es más que un triunfo deportivo; es una metáfora de lo que el Padre Ángel representa. En un mundo a menudo fracturado, él nos recuerda que la fe y la solidaridad son las verdaderas fuerzas que nos elevan. Asturias, con su Oviedo en Primera, se convierte en un faro de esperanza, un lugar donde los sueños se hacen realidad cuando se trabajan con corazón. Y allí, en medio de la fiesta, está el Padre Ángel, con su bufanda roja y su sonrisa de niño, agradeciendo a la Santina por este milagro que no es pecado, sino bendición.

“¡Olé el Oviedo! ¡Viva Asturias!”, repetía, y en cada palabra se dibujaba el rostro de un hombre que no solo ha fundado una ONG, sino un modo de entender la vida. El Padre Ángel, con su fe inquebrantable y su amor por los suyos, nos invita a soñar, a abrazarnos, a creer que, con solidaridad y alegría, todo es posible. Porque, como él bien sabe, los milagros no solo se piden en Covadonga; se construyen cada día, en el campo, en la calle, en el corazón de un pueblo que nunca deja de creer.
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