Dar y darse una oportunidad, a través de la vivienda Pisos para migrantes en Cáritas Madrid: el camino de vuelta a la dignidad y a uno mismo

Acogida de migrantes
Acogida de migrantes

Una de las muchas acciones que las Cáritas españolas llevan a cabo en todo el territorio español es la acogida a personas migrantes

Estas personas llegan solas, pobres, desorientadas, pero con muchas ganas de luchar. Es el caso, entre muchísimos de Natalie. Cáritas Madrid la acogió, pero en otra Cáritas le hubiera sucedido lo mismo

(Ventana europea y Cáritas Diocesana).- “La forma en la que me ha acogido ha superado mis expectativas”. Así nos dice Natalie —y se le ilumina la mirada— cuando se refiere a cómo ha sido recibida en Cáritas Madrid. Antes de esta puerta que encontró abierta, le cerraron muchas otras. Ella llegó a Madrid hace un año, traía, dice, “una maleta con pocas cosas, muchas ilusiones y también mucho miedo”.

Ese mismo miedo que la tuvo paralizada en su país víctima de un daño que no merecía, y que la hizo un día salir corriendo y cruzar un océano. Este primer paso puede ser el último para alguien que decide migrar, bien porque su verdugo le dé un golpe certero que acabe con todo, bien porque un país la deje atrapada en sus fronteras, o bien porque el mar se lo trague todo.

Inseguridad
Inseguridad

Aterrizó en Madrid con apenas 20 años. En Madrid no la esperaba nadie. En Madrid nadie la perseguía. Ahora era ella la que podía perseguir un sueño. “El camino no ha sido fácil”, nos dice, “no voy a mentir, yo soy una mujer joven, inmigrante, morena de piel y que usa palabras ‘raras’ cuando habla; además, tampoco tenía un papel que me diese derechos” —como si el derecho a vivir dignamente fuese un bien adquirido—. “Cuando llegas a un país tener o no papeles lo condiciona todo, sin eso eres menos que nada, no puedes ni tener contrato de celular, ni alquilar piso, no puedes trabajar, y el círculo se cierra”. El círculo se cierra al ritmo que se cierran las oportunidades.

"Cuando llegas a un país tener o no papeles lo condiciona todo, sin eso eres menos que nada, no puedes ni tener contrato de celular, ni alquilar piso, no puedes trabajar, y el círculo se cierra"

Esta situación hizo que Natalie pasase de vivir en un hostal, hasta que agotó sus ahorros, a vivir en la calle. “Y ahí sí que es duro”. Compartió banco y lágrimas con otras personas que habían corrido su misma suerte. Un día reunió fuerzas —porque hay que ser valiente para pedir ayuda— y se acercó a uno de los centros de Cáritas Madrid para mujeres sin hogar. Y una luz nueva volvió a brillar para ella. “Sin preguntas, sin reproches, todo fue amor. Me abrieron las puertas, aunque también me advirtieron que tenía que poner de mi parte, que la primera oportunidad me la tenía que dar yo misma”.

Frente a uno mismo y frente a los demás para mirar hacia delante

Es fácil caer en la desesperación, e incluso, hacer propios los mensajes de los demás. Las personas migrantes tienen que enfrentar sus miedos y enfrentar a la vez a los miedos de las personas que las reciben, cargadas de prejuicios e incomodas frente a la pobreza o la vulnerabilidad.

“Para mí fue revelador el día que entré al apartamento de la residencia de Cáritas Madrid. Me duché y me quedé mirándome al espejo, que hacía meses que no me miraba, y ahí me volví a encontrar de nuevo conmigo. Con el cabello liso, y largo como lo llevaba en mi país. Me vi y pude reconocer a la persona que había estado perdida desde hacía tiempo”. Ese fue el momento de inflexión para Natalie.

"No creerte con derecho te hace vulnerable“Me vi de nuevo haciendo cosas propias de mi edad”, y lo peor, hace que te creas todo lo que los demás ven de ti"

El proceso migratorio y las decisiones que lo motivan van desdibujando a la persona por el camino. No creerte con derecho te hace vulnerable, y lo peor, hace que te creas todo lo que los demás ven de ti: no eres de aquí, nunca podrás llegar lejos, confórmate con lo que te den, no puedes aspirar, qué vas a aportar tú… Qué contradicción que seamos capaces de decirle eso a alguien que ha tenido el valor de dejar su tierra jugándoselo todo.

El camino de vuelta a sí misma: El principal problema no es estar lejos de la tierra, sino lejos de una misma

Natalie pasó de la residencia a un piso compartido con otras jóvenes, también gestionado a través de Cáritas. Y mientras, a través del Servicio Diocesano de Empleo, comenzó a ir al Campus Cáritas Madrid, un espacio para jóvenes, ubicado en el Ensanche de Vallecas, donde se les ofrece la oportunidad de seguir formándose para que vuelvan a ilusionarse con una posibilidad real de empleo en sectores emergentes, a la vez que participan en espacios de ocio donde conocerse y establecer lazos afectivos.

Así retomó el camino a la normalidad y el “camino de vuelta a sí misma”. Ahora volvía ser una joven estudiante, que compartía inquietudes con otros jóvenes de su edad, muchos de ellos en su misma situación como persona migrante. “Me vi de nuevo haciendo cosas propias de mi edad”. Al principio, nos dice, tuvo dudas cuando le dijeron que por qué no seguía estudiando, y hasta le sorprendía ver sus resultados académicos. Una vez más, era capaz.

"Me vi de nuevo haciendo cosas propias de mi edad"

Esta historia con un feliz final acaba como empezó. Con una llamada. En esta ocasión con una llamada de teléfono para informarle de que había sido seleccionada y podía empezar a trabajar la próxima semana. Natalie acaba de encontrar un trabajo, en el ámbito de la salud, para lo que se ha formado en los últimos meses. Y tocaba de nuevo decir adiós. “Llamé a Cáritas contenta pero emocionada para decir que dejaba mi plaza en el piso compartido para otra joven que la necesite más que yo, para que le deis la oportunidad que me disteis a mí un día”.

Las puertas abiertas y el corazón lleno de nombres

Para Natalie, como para las cientos de personas migrantes que llaman a nuestra puerta cada año, Cáritas Madrid ofrece un proceso de acompañamiento y apoyo integral, centrado en la persona, en lo que cada una de ella necesita, para que llegue al máximo de su potencial.

Este recorrido puede comenzar en una de las más de 400 Cáritas parroquiales, donde un equipo de voluntariado las orienta, asesora, les ofrece productos básicos o ayuda jurídica o psicológica. Pero damos un paso más. El de llegar al “corazón” de la persona, el de devolverles la dignidad y la seguridad. Este proceso implica que puedan tener un hogar, encuentren un empleo y tejan sus propias redes de apoyo; para eso están los servicios de Empleo o Vivienda, y las actividades formativas y lúdicas. En estos espacios, nos dice Natalie, “he podido conocer a personas que se han convertido en mi familia, ahora me siento un poco más de aquí, menos sola; en Cáritas nunca te sueltan del todo, te llaman para saber cómo estás, te dan alas y tú emprendes el vuelo”.

La inmigración lleva consigo otros problemas asociados. Problemas en el país de origen, como la violencia o la pobreza que impulsan a una persona a abandonar sus raíces para convertirse en un nadie en otro lugar. Y problemas en el país de destino, donde los estigmas y prejuicios se expanden como las fronteras. No son un problema personal, son un problema social que debe afrontarse desde un punto de vista integrador y global. En un mundo interconectado lo que le pase a alguien debería afectarnos a todos.

El rostro de Natalie, moreno y redondeado, es igual al de Ivana, rubia de ojos claros, o al de Abdel, de pelo rizado y tez sonrosada. Son los rostros de personas migrantes que un día decidieron darse una oportunidad. Y con su ejemplo son ellas quienes nos dan la oportunidad de entender que el amor y la caridad no tienen fronteras, que nadie se lleva nada que no le pertenece, y que lo que de verdad nos empobrece es reducir nuestra mirada a un territorio o no reconocer que la multiculturalidad nos enriquece como sociedad.

Seremos más ricos cuanto más nos abramos y nos demos a los demás. Así nos los recuerda también el papa Francisco cuando nos dice que “las personas migrantes nos enriquecen con su sacrificio y entusiasmo” y que no olvidemos que “incluso Jesús fue un refugiado”.

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