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La religiosa se encuentra de nuevo, junto al padre Ángel en la "martirizada Ucrania"
Es una de las 'profetas' de nuestro tiempo, de las que se mancha las sandalias (porque sigue yendo en sandalias) con el polvo del camino. Desde hace años, sor Lucía Caram se deja la piel los más desfavorecidos, sin mirar el carnet ni la filiación política, llevando el Evangelio a este mundo sufriente. Sin dejar de trabajar, celebrando la pascua en tiempos de guerra.
Y sin morderse la lengua, lo que le ha provocado más de un problema. Igual que a su amigo, el Papa Francisco, y que a otro profeta de nuestros días, el padre Ángel, con el que se encuentra, ahora mismo, en la frontera de Ucrania, esperando poder entrar en Leópolis. Es su quinto viaje a este país martirizado por la guerra. Y no será el último. Hablamos con ella.
Cuando empezó la guerra, dos familias que están acogidas con nosotros nos mostraron la angustia en que se encontraban. En una manifestación para pedir la paz, experimenté la angustia de aquellas personas que piden la paz porque tienen a su padre, a su madre, a su hijo, a su hermano en el frente, y empecé a preguntarme qué podía hacer. A la semana siguiente, un voluntario me provocó: ¿Por qué no vamos?
Y decidí ir a buscar a la madre y al padre de esta persona, Ina, que tenemos acogido aquí. A mitad de camino, en Rumanía, nos enteramos de que los padres no pueden llegar por los bombardeos. Llegamos a la frontera, y me mandan una foto de una persona a la que teníamos que buscar, caminas tres kilómetros viendo una frontera, la huida masiva...
Eternas colas de coches que entraban y de gente que entraba caminando, y una cantidad impresionante de ONG pequeñas acogiendo a la gente. Esto es una de las coas que me llamaron la atención. Las grandes ONG estaban ausentes, pero había de todo para ayudar. Yo iba con el teléfono, buscando a una madre y a un hijo, y los encontré.
A partir de ahí, te conviertes en un 'herido de guerra' Sus heridas se convierten en las tuyas, los traes en la furgoneta, empiezas a comunicarte... cuando llegué amenacé con volver y ya he ido cuatro veces, ésta es la quinta, que con poco que haces puedes abrir caminos. Aquí no puedes trabajar a largo plazo, tienes que salvar vidas literalmente.
El primer viaje fui sola con un voluntario, después con la gente de Open Arms y Mensajeros de la Paz. El padre Ángel es incombustible y estuvo con nosotros. Después, dos veces con los voluntarios de Caixabank. Nos distribuimos las familias con el padre Ángel. Trabajar con Mensajeros y el padre Ángel, así como con los voluntarios de Caixabank es impresionante, porque ves que hay gente que se está dejando la piel, que es el compromiso realmente al detalle de ocuparse de las personas, de acompañarlas. No es fácil la convivencia después de un mes, sobre todo cuando es gente que está con un estrés tremendo. Nuestro convento es como un 'cuartel general', donde se estabilizan antes de llevarlos a familias o a casas, pero no desconectan. A veces, se conectan con las clases en su país, y de repente escuchan bombardeos y sirenas, y les ves hundidos. De pronto alguien te enseña que han bombardeado su casa, que su madre ha tenido que huir. Tenemos a gente que está en Mariupol, sin comida, sin agua y en un búnker del que no hay noticia. Esto es una locura
Esto es como una herida abierta, sangrante y sin anestesia. En casa tenemos acogida a una chica médico de Kiev, que es médico, y tiene a su padre en Leópolis, y es vivir en cada instante. Nosotros ponemos parches, hacemos contención, porque su mente y su corazón están allá. Y experimentamos una gran admiración por estas mujeres que tienen a la familia allá, y pese a todo están luchando y buscando trabajo para poder saca adelante a los hijos.
Exactamente. Las mujeres no lloran delante de los hijos. Y al entrar pudimos ver el dolor de los hombres, acompañando a su familia a la frontera, y cuando entran los dejan ahí, en un pasillo, y ellos no pueden pasar. Ellas tiran para delante, los hijos miran para atrás, el padre se queda destrozado. Y luego hemos visto a gente que camina hacia el otro lado, que entra en el país para combatir. Es una realidad totalmente nueva. Nuestra obligación es, una vez que lo has visto desde cerca, poder explicarlo, que el mundo no se olvide lo que está pasando.
En Leópolis, por ejemplo, vi una manifestación que se daba en Alemania en apoyo a Putin, y eso, a la población, le hunde. O declaraciones de otros que decían que Ucrania podía renunciar al Donbass porque la guerra del gas nos iba a afectar a todos. Y es que también está el egoísmo del algunos.
Zelesnki pide más armas, pero para evitar que aniquilen a su pueblo. La violencia, evidentemente, genera violencia, pero cuando estás en esa situación... Él es el ejemplo de un líder en primera línea, que no se esconde en un búnker que está al lado de la gente. Una persona coherente y que está sufriendo con su pueblo.
Es la imagen de la persona fría, calculadora, sin entrañas. ... No es que hayamos comprado el discurso americano y detrás hay otra serie de cosas. Tenemos una amiga Elisabetta Piqué, que ha estado en primera línea, lo que está pasando es verdad, lo está tocando, oliendo, ha entrado en Bucha. Esto es una masacre. Más le valdría no haber nacido a Putin, no es nada bueno lo que le puede desear. Deseo que desaparezca del mapa.
Ha habido lentitud de los gobiernos y mediocridad a la hora de tomar medidas y no tomarlas del todo. Entiendo que la cuestión diplomática y de relaciones entre los gobiernos es difícil, pero nosotros nos movemos en la libertad que nos da el Evangelio. Y lo ves en el compromiso que tiene Francisco. El Papa se ha manifestado, ha condenado abiertamente. La imagen del Via Crucis, que lo quisieron hacer renunciar. A lo mejor se eliminó un texto, pero él no renuncia a decir que el sueño es parar la guerra a través del perdón y la reconciliación, porque la realidad que yo estoy viendo es que en muchos corazones está comenzando a florecer el odio hacia Putin, pero también hacia el pueblo ruso, con el que hasta ahora habían convivido perfectamente.
Siento impotencia, dolor, pero también esperanza. Tenemos que luchar, tenemos que seguir. Y después, porque los frentes que tenemos aquí no han parado. Aquí seguimos teniendo inmigrantes sin papeles, que sufren el hecho de ver que otros que llegaron después sí que los tienen, y sufren una segunda discriminación...
Y a estos tienes que cuidarlos de manera especial. No son susceptibilidades, es ganarte el pan para tus hijos, su situación es igual. Hemos ido a recoger una ambulancia y me la fueron a buscar voluntarios de Ghana, uno de ellos ha sido esclavo en Libia, y aún no tiene papeles, y ha sido rescatado del Mediterráneo por Oscar Camps, y está de voluntario, y todavía no tiene papeles. Y en lugar de instalarse en la queja, acompaña a otros que lo necesitan. La solidaridad de los que dan, aun estando heridos, y se ponen de pie.
Está clarísimo, no es necesaria la palabra, sino el gesto. Cuando habla de una Ucrania que está siendo martirizada, ¿quién la martiriza? El Papa envía permanentemente cardenales para que estén acompañando a las gentes, llorando ante las tumbas, es una presencia permanente. La descalificación, el discurso de lo que uno quisiera decirle a Putin, lo que hace es aumentar la animadversión. Él responde desde el corazón, poniéndose al lado de las víctimas. En su discurso no se olvida de los soldados del otro bando, que también están muriendo, y que también son víctimas, en esta martirizada Ucrania. Es de una valentía increíble, y me gustaría que los otros gobiernos aprendieran algo de este Papa agentino que no tiene miedo.
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