Funeral en Italia del 'ángel de los niños de la calle', asesinada en Haití Sor Luisa Dell'Orto: "Semilla de justicia, fraternidad y paz”

Sor Luisa dell'Orto
Sor Luisa dell'Orto

Hoy se celebró en Lomagna, en la provincia italiana de Lecco, el funeral de Sor Luisa Dell'Orto, Pequeña Hermana del Evangelio de Charles de Foucauld, asesinada el 25 de junio en Haití, donde era misionera

En su homilía, el obispo Luigi Stucchi la describió como "pobre con los pobres" y un ejemplo de fidelidad al Evangelio en el amor a todos

El presidente de la Conferencia episcopal italiana dijo: "Llevamos su dulce y fuerte mirada en el corazón"

(Vatican News).- La hermana Luisa Dell'Orto tenía 65 años y llevaba 20 años de misión en Puerto Príncipe, capital de Haití. La llamaban "el ángel de los niños de la calle" por su compromiso con los más pequeños y pobres entre los que vivía. Un comando la hirió con cuatro disparos el pasado 25 de junio, cuando regresaba a su casa en su coche, y desde ese día la comunidad que dejó, tan trágica y repentinamente, no deja de preguntarse el porqué de esta violencia sobre una religiosa mansa y querida por todos.

El ángel de los niños de la calle

El cuerpo de sor Luisa había regresado a Lomagna, su ciudad natal en la provincia de Lecco, Lombardía, el pasado 15 de julio. Mientras hoy, a las 9.30 horas, tuvo lugar su funeral, celebrado por monseñor Luigi Stucchi, obispo emérito de la diócesis de Milán, en un parque especialmente preparado para que todos puedan asistir, y aquí, en el cementerio de la ciudad, se realizó su entierro. Para despedir a la hermana Luisa estaban su hermano el Padre Giuseppe, las hermanas Carmen y María Adele junto con otros familiares.

Agradecimiento por el don que ha sido

Con motivo del funeral en un mensaje, el cardenal Matteo Zuppi, presidente de la Conferencia episcopal italiana, expresa su cercanía a la familia y a la comunidad de Lomagna y la gratitud a Dios por el don que fue la hermana Luisa. "Dará fruto – escribe – porque su existencia fue el Evangelio. Llevamos en los ojos y en el corazón su mirada dulce y fuerte", continúa, subrayando que la religiosa "miraba a los pobres con los ojos de Jesús y nos hacía mirar, conocer y amarlos". "Su vida –concluye Zuppi – es un poderoso mensaje de fraternidad que no nos deja iguales porque con la fuerza del amor nos ayuda a levantar la mirada y a no permanecer distantes, sino a tender la mano hacia ellos".

Una donación incondicional de sí misma

En la homilía de la misa fúnebre, monseñor Luigi Stucchi recordó dos mandatos fundamentales de Jesús a sus discípulos que se reflejaron en la vida de sor Luisa: "Hagan esto en memoria mía" y "Ámense los unos a los otros como yo los he amado", es decir – explicó el obispo – celebrar la Eucaristía, sacramento de la pasión muerte y resurrección de Jesús" y "vivir con la misma medida de amor en todos los rincones de la tierra, un amor fraterno, recíproco, dando toda la vida incondicionalmente, para servir y reconocer a todos como "hermanos", como hizo Jesús hasta el martirio, aunque no lo buscó. Y describió a la religiosa, llamada el "Ángel de los niños", que "murió asesinada, pobre entre los pobres, sin pensar en sí misma, sino entregándose por los más pequeños, frágiles, débiles, los últimos de la tierra".

Con sor Luisa y como sor Luisa

Monseñor Stucchi situó a sor Luisa entre las vírgenes sabias del Evangelio a las que se anuncia con alegría la llegada del novio: "He aquí el novio, salgan a su encuentro – y el encuentro dijo – es vida plena para siempre". Como escribe el apóstol Pablo, nada puede separarnos del amor de Cristo y "somos más que vencedores gracias a aquel que nos amó".

“Nosotros estamos llamados a ser testigos de la vida con toda nuestra vida. Con sor Luisa, como sor Luisa”

Y subrayó que, aún más hoy, su existencia pertenece a todos y habla a todos, generando esperanza y difundiendo caridad.

Una semilla de fraternidad y paz

“Sor Luisa – añadió monseñor Stucchi – es una semilla de bien, de justicia, de fraternidad y de paz". Y continuó:

“No serán las armas las que nos den el futuro, y mucho menos la justicia y la paz, porque las armas quitan recursos a los más débiles y conllevan un potencial explosivo incontrolable e irracional. En cambio, serán las personas desarmadas interiormente las que frenarán la violencia en todas sus formas y sus falsas o supuestas razones”

Así son los discípulos de Jesús, así son los de san Charles De Foucauld como sor Luisa "que aman la vida de los demás como la suya propia, que se convierten en un don total de sí mismos, que no disparan, que no huyen, que no se encierran en sí mismos, sino que hacen de su propia vida un Evangelio vivo, creíble, viable, amable, humano".

Hemos vivido juntos acontecimientos dolorosos y hermosos

En el día en que se celebraron los funerales de la hermana Luisa en Italia, su ausencia se hace más fuerte y dolorosa en quienes en Haití compartieron con ella un trozo del camino, junto con el deseo de seguir su ejemplo con mayor compromiso. El padre Maurice Elder, salesiano de Don Bosco, ha sido durante mucho tiempo un estrecho colaborador suyo, trabajando en la parroquia de la Inmaculada Concepción en una de las zonas más difíciles de la capital haitiana y enseña en el Instituto filosófico salesiano para la formación de futuros sacerdotes y también laicos. Ante nuestros micrófonos su conmovedor testimonio:

Padre Maurice Elder, ¿cómo conoció a la hermana Luisa y cuál es el recuerdo más fuerte que tiene de ella? 

¿Cuál es el recuerdo más fuerte? Es difícil elegir o encontrar un recuerdo más fuerte porque todos lo son. Conocí a la hermana Luisa cuando su superiora en Haití me llamó para presentarla como posible profesora de filosofía en el Instituto salesiano del que yo era director en ese momento. Recuerdo que era el 8 de septiembre y le dije a la superiora: “mira que si la Virgen me envía a alguien hoy, es que es una buena persona” y, efectivamente, estos años de colaboración fueron maravillosos: descubrí a una persona atenta, abierta, inteligente, delicada, paciente, con tantas cualidades humanas y cristianas extraordinarias, que fue realmente una agradable sorpresa y un grato regalo del Señor.

“Así que la conocí y comenzamos un camino como profesores y luego como amigos, pasamos por tantos acontecimientos dolorosos, duros, hermosos y fuertes que es difícil recordar uno de entre tantos”

¿Qué deja el asesinato de sor Luisa en el corazón de quienes la conocieron?

Para todos los que la conocimos y también para otras personas, su violenta muerte fue una inmensa conmoción. Queda una pregunta: ¿por qué lo hicieron?

“Cómo pudieron hacerle esto a una persona que realmente no podía tener enemigos porque era una hermana universal. Podía estar en desacuerdo con alguien, pero nunca haría nada para mostrar animosidad, nunca, siempre era paciente y dulce, tratando de esperar, tratando de entender...”

A los estudiantes, a los jóvenes y a los pobres, a todos les deja un inmenso vacío, pero al mismo tiempo, una certeza: que sor Luisa era una persona madura para el cielo, en el sentido de que su manera de vivir sólo y siempre para Jesús y para el Evangelio es el recuerdo más fuerte que nos dejó.

“Creo que fue una llama del Evangelio que pasó delante de nosotros, para algunos en el corazón, para otros en el intelecto como para tantos futuros o actuales sacerdotes en Haití. Es difícil describir el impacto de alguien tan arraigado en el Evangelio y la sencillez de los pequeños”

En Haití, los actos de violencia son frecuentes, incluso en el lugar donde vivía la hermana Luisa y donde usted, padre Elder, sigue viviendo y trabajando. ¿Cuál es el clima en el país?

La zona en la que vivo en Puerto Príncipe, en los últimos días, ha sido escenario de una guerra entre bandas y grupos de vecinos, no lo sabemos con exactitud, pero lo cierto es que muchas personas inocentes han muerto, han resultado heridas, y han tenido que huir. Es una situación bastante catastrófica, pero hace menos de dos meses se produjo la misma situación en otra zona de la capital y digamos que toda la capital está sitiada, está rodeada por estas bandas. Por eso es interesante pensar que somos uno de los países más débiles económicamente de América y estamos importando o recibiendo tantas armas y municiones de diferentes partes del mundo, como si los pobres necesitaran mucho más armas, drogas y municiones, que lo que podría permitir a un joven desarrollarse, crecer y avanzar.

“Debemos agradecer a los ‘señores de la guerra’ esta oportunidad que nos dan de dar testimonio de que el amor es más grande y más fuerte que el odio, el dinero, el poder y la violencia, porque a los jóvenes que me preguntan: ‘pero padre, ¿qué podemos hacer?’, les respondo que hay que seguir amando sin odiar a nadie y vivir de verdad hasta que quizás nos maten, porque nos pueden matar en cualquier momento ya que no paran de disparar y nunca se sabe dónde van a parar las balas”

Por lo tanto, estamos a la espera de que nos acribillen en cualquier momento, pero hemos madurado haciendo lo que debemos hacer, que somos lo que debemos ser: testigos y, por lo tanto, mártires del amor y de la verdad hasta el final. Aquí, ésta es la situación de desorden, una situación creada, porque no son situaciones que llegan por casualidad, todo es una construcción nacional e internacional. Así que somos víctimas, quizás de nuestra bondad o quizás de nuestra ignorancia, no lo sabemos, sin embargo, si Jesús se identifica con los más pobres, pensamos que está a nuestro lado.

Frente a tanta violencia está su compromiso educativo con los jóvenes que continúa, como hizo la hermana Luisa durante años, y está también el deseo de tantos de testimoniar la posibilidad de una vida diferente, basada en los valores del Evangelio. ¿Es así?

Con los jóvenes que vivían con la hermana Luisa, los más cercanos que viven en el Kay Chal (Casa de Carlos), la casa que ella había podido construir con la ayuda de Cáritas Ambrosiana, creo, hicimos un pequeño recorrido para que entendieran que no se trata de que busquemos venganza, aunque se exija justicia, sino que dejemos esto en manos del Señor y perdonemos, rezando por los criminales que hicieron este horror para que se conviertan, se corrijan y no vuelvan a hacer tales actos.

Entonces, no sólo los niños, los jóvenes, sino también las muchas personas pobres a las que sor Luisa ayudó – madres y padres en situaciones humanas muy dolorosas a los que trató de dar un poco de alivio, también con la ayuda de sus amigos en Italia y en su comunidad –  creo que estamos haciendo este camino para que todos puedan entender que lo que sor Luisa nos deja es precisamente esto: el amor a todos, aunque me doy cuenta de lo fácil que es decirlo, pero luego vivirlo es mucho más complicado. Esperamos que la policía, que está llevando a cabo la investigación, pueda ayudarnos a entender quién ha cometido este acto de violencia y por qué lo ha hecho. De nuevo, ésta es la cuestión más dolorosa y el sentimiento que tenemos nosotros y los jóvenes es la confianza de que esto tendrá sentido, quizás, algún día.

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