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Manos Unidas ya trabaja sobre el terreno: hay mucho por hacer
“Nou se victim” (nosotros somos víctimas), rezaba el cartel que el padre Enzo encontraba a su paso por la carretera, en su camino desde Puerto Príncipe hasta Les Cayes, una de las ciudades más afectadas por el terremoto que, el pasado 14 de agosto, destruyó gran parte de la Región de Sur Haití, dejando más de 2000 muertos, miles de heridos y 650.000 damnificados.
El sacerdote pasionista, regresó al país caribeño, donde pasó cinco años de su vida para, junto a otros compañeros, sumarse a las tareas de ayuda tras el seísmo, en un viaje que calificó como “todo un reto”, pues debían atravesar la conflictiva zona de Martissant, controlada por bandas (gangs) y en la que los vehículos armados de la policía protegen el paso de la ayuda.
Una vez que pasamos Martissant, pensamos que el resto del viaje iba a ser seguro. En cambio, nos encontramos con otros tres bloqueos de carretera hechos con ramas y piedras en Aquin, Saint-Luis-du-Sud y Cavaillon. Hombres armados con carteles que decían "nou se victim" (somos víctimas) rodearon nuestros coches en busca de comida y dinero.
Ese fue el primer contacto del misionero con las víctimas del terremoto que viven que viven en las zonas rurales y ven cómo la ayuda se destina, generalmente, a las ciudades. Diez días después del seísmo, ese cartel y esa reivindicación, continúan presentes en la mente del padre Enzo, más aún después de adentrase en la zona montañosa, tras entregar la ayuda y el material médico en la ciudad de Les Cayes.
“Estuvimos en lugares en los que el terremoto y la posterior tormenta han provocado desprendimientos en las casas mal construidas -normalmente hechas sólo con algo de madera y barro-, que han quedado totalmente destruidas y arrastradas por la corriente, y vimos, también, a numerosas víctimas y heridos entre los habitantes”, explica el sacerdote.
La urgencia de cobijo, de alimentos, de agua y de atención médica, la expresa también Annabelle Pierre, estudiante de fisioterapia y miembro del programa San Juan Bosco, que la ONG Nuestros Pequeños Hermanos (NPH), socio local de Manos Unidas, tiene en Haití. Annabelle se desplazó a Les Cayes, junto a otros 25 fisioterapeutas voluntarios, para ayudar en el rescate de los damnificados por el terremoto.
El panorama que se encontró la joven estudiante, fue desolador. “La ciudad de Les Cayes está muy afectada por el terremoto: muchas casas se han derrumbado por completo y, las que han quedado en pie, están agrietadas y tienen un 75% de riesgo de aplastamiento.
La tormenta posterior al terremoto de Haití complicó el rescate y la supervivencia de los habitantes en Les Cayes. La población pasó toda la noche en medio de la tormenta. Había mujeres embarazadas con niños… La situación fue muy delicada.
Durante su estancia en Les Cayes, el equipo de voluntarios visitó refugios y viviendas afectadas y repartieron comida y agua y, como fisioterapeutas, ofrecieron cuidados terapéuticos y primeros auxilios a las víctimas.
Los damnificados por el terremoto de Haití mantienen la esperanza en la ayuda que se les va a brindar, porque no tienen los recursos para cubrir sus necesidades más básicas tras esta catástrofe humanitaria.
Estos testimonios, enviados por NPH, dan cuenta del trabajo que están llevando a cabo los socios locales de Manos Unidas en Haití; instituciones y personas con las que la ONG está en contacto desde el primer momento, evaluando e identificando la mejor manera de proceder “para que la ayuda llegue a las personas más damnificadas”, explica Lucas Bolado, coordinador de proyectos de Manos Unidas en el país caribeño.
Bolado, que ha coordinado proyectos de emergencia en Haití tras otras catástrofes naturales, explica cómo va a trabajar Manos Unidas en esta emergencia:
Por ahora, nuestros socios locales de total confianza, una vez evaluadas las necesidades sobre el terreno, nos han presentado proyectos de emergencia.
Entre las recomendaciones que han planteado desde Haití tras el aprendizaje del anterior terremoto, Lucas Bolado destaca las siguientes:
Las condiciones de inseguridad que padece Haití en estos momentos –cortes de carretera, bandas armadas, inestabilidad política…- van a dificultar el trabajo de Manos Unidas en un país en el que la ONG de la Iglesia católica lleva más de 40 años trabajando y en el que cuenta con una red de socios locales, que conocen bien el terreno y saben cómo manejarse en este tipo de situaciones.
“Con ellos y gracias a las aportaciones de nuestros socios, Manos Unidas estará, como ha estado siempre, al lado del pueblo de Haití; ahora, atendiendo la emergencia y después con proyectos de reconstrucción y de desarrollo”, asegura Bolado.
Manos Unidas ha abierto una cuenta de emergencia para canalizar las aportaciones de todas aquellas personas que quieran solidarizarse con el pueblo haitiano y hacer un donativo. Además, inmediatamente después del seísmo, liberó 200.000 euros de fondos propios para dar respuesta a la emergencia.
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