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Misiones Salesianas, ante el Día contra el Trabajo Infantil
No pueden ir al colegio, apenas tienen tiempo para comer, no descansan ni los fines de semana y no saben lo que es jugar con otros niños y niñas… Más de 160 millones de menores en el mundo son víctimas del trabajo infantil. Deberían estar en la escuela y no realizando actividades de adultos, ya que en casi la mitad de los casos, 79 millones, realizan actividades peligrosas para la salud. En tiempos de pandemia la situación es aún mucho más difícil para ellos porque siguen explotados, alejados de sus familias y sobreviven en las calles sin medidas de seguridad para evitar contagios por el coronavirus.
Hoy, 12 de junio, se conmemora el Día contra el Trabajo Infantil, una jornada para sensibilizar y concienciar contra esta lacra que afecta a más de 160 millones de menores. Los niños y las niñas son una mano de obra barata y silenciosa. El trabajo infantil supone que estén alejados de sus familias y sufran todo tipo de abusos. Son trabajadores silenciosos y obedientes porque no conocen sus derechos ni tampoco otra realidad.
La pandemia ha venido a complicar aún más esta situación y muchos menores han tenido que ponerse a trabajar para ayudar a sus familias. Pero detrás de las cifras del trabajo infantil hay infancias que han dejado de serlo. Niños y niñas que realizan trabajos que no les corresponde, que se convierten en adultos antes de tiempo.
La educación es la mejor herramienta para acabar con las lacras del trabajo infantil y la explotación
Cargar mercancías en las estaciones y en los puertos, vender en la calle, trabajar en el campo, en las fábricas, en las minas o como servicio doméstico son algunas de las ocupaciones que realizan los menores en el mundo y que les privan de ir al colegio y de disfrutar su infancia. La pregunta a un menor nunca debería ser ¿estudias o trabajas?
Los niños y las niñas son fácilmente reemplazables y no se quejan ni reclaman sus derechos porque no los conocen. Son tratados como adultos con abusivas jornadas de trabajo. Los menores, agotados y sin poder ir a la escuela, enferman con facilidad por realizar trabajos de adulto. Cargan grandes pesos, trabajan en el suelo y con posturas que les producen malformaciones, enfermedades crónicas y, en todos los casos, baja autoestima, desconfianza y hasta depresión.
Las consecuencias para los 160 millones de menores en el mundo obligados a trabajar son muchas, pero la principal es la pérdida de la infancia y las dificultades para desarrollarse. En los tiempos actuales de pandemia, muchos continúan siendo explotados, expuestos al contagio sin las medidas de seguridad necesarias. Otros, fueron abandonados y sobreviven en las calles buscando comida en la basura.
El trabajo infantil se concentra principalmente en la agricultura (70%); el 20% de los menores que trabajan lo hace en el sector de servicios y el 10% en el sector industrial, en particular la minería. Los misioneros salesianos trabajan para rescatar a estos menores del trabajo infantil y que puedan recuperar su infancia, ir a la escuela y jugar como les corresponde a los niños y niñas de su edad.
Sabemos que el cambio comienza con un lápiz, una pizarra y un profesor.
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