Joan Morera SJ, experto en noviolencia cristiana, reflexiona sobre el legado del líder pacifista “Gandhi nos enseñó que la forma más digna de frenar la barbarie es negarse a cooperar con ella”

El jesuita Joan Morera en una manifestación en Lleida el pasado 20 de enero.
El jesuita Joan Morera en una manifestación en Lleida el pasado 20 de enero.

"No podemos hacer vida normal como si nada pasara mientras a unos cuántos miles de kilómetros de aquí sabemos que se está cometiendo un genocidio"

"La violencia nunca podrá tener la última palabra, y la especie humana irá madurando hacia un progreso mucho más sublime que implicará diálogo, inteligencia y paz"

"Hay organismos como la OTAN que manipulan a los gobiernos para que hagan creer a los ciudadanos que la solución para resolver los conflictos implica enviar más armas"

(Agència Flama) - La paz siempre vibró de un modo especial en el interior de Joan Morera SJ. Golpeado profundamente por las guerras, ya desde muy pequeño empezó a pensar en formas de detenerlas, mostrando así una actitud que orientó toda su vida hasta hoy. Licenciado en Teología Bíblica en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, este cura jesuita nacido a Tordera en 1983 y residente en la comunidad parroquial de San Ignacio de Loyola de Lleida, es una de las voces eclesiales más destacadas en el estudio y la divulgación de la noviolencia cristiana y un apasionado de Mahatma Gandhi, el líder pacifista que murió asesinato a disparos en Nueva Delhi tal día como hoy hace 76 años.

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¿Cómo surgió su interés por la noviolencia y por la figura de Gandhi?

Siempre he sentido inclinación por temas de paz, pero a la noviolència llegué un poco a raíz de mi experiencia en la Iglesia. Esta institución ha sido para mí como una madre y me he sentido muy bien acompañado por muchas personas maravillosas, pero también he vivido abusos de autoridad, de poder y de conciencia por parte de personas que me han hecho sentir como un niño pequeño. Así que la rabia y la dificultad de gestionar esta asfixia que sentí en ciertos momentos me llevaron a buscar espacios de libertad y a leer autores contestatarios como por ejemplo el filósofo Feuerbach, que provenían desde el ateísmo radical. En este proceso, un día vi la película de Gandhi y me golpeó tanto que el siguiente paso fue leer Mis experiencias cono la verdad. Entonces entendí que había encontrado aquello que había estado buscando siempre. La voz de Gandhi, a medida que leía, me abría el corazón y me hacía sentir libertad y alegría. Era como ir bebiendo agua fresca.

¿Qué cree que nos dice hoy en día la figura y el mensaje de Gandhi?

La primera cosa y más importante que nos ha legado Gandhi son el binomio ahimsa (a- = no, himsa=violencia) y satyagraha (satya = verdad/autenticidad, agraha=aferramiento). Son dos palabras que sintetizan perfectamente su aportación: ahimsa como no-agresión, vivir sin violencia; y satyagraha como investigación de la verdad, que implica una manera auténtica de vivir en que la fuerza de la dignidad es aquello que lucha contra las injusticias y aclara los conflictos. Pienso que cada persona pienso tendría que incorporar estas dos nociones en su manera de vivir. Para Gandhi, la noviolencia no es solo una técnica a aplicar para resolver conflictos, sino una forma de vida que implica también la noviolencia holística, es decir, aquella que decidimos adoptar en todas nuestras decisiones porque responde a aquello que somos interiormente. Una manera de vivir que rechaza frontalmente la agresión y que, como se puede ver, es contraria a lo que vemos en el mundo de hoy, marcado por altas dosis de violencia a pequeña y gran escala.

El líder pacifista Mahatma Gandhi.
El líder pacifista Mahatma Gandhi.

En relación con la violencia a gran escala, entidades que trabajan por la paz están preocupadas por el aumento de la inversión en armamentos en muchos países.

La carrera armamentística pareció que se frenaba después de los estragos que provocaron las energías nucleares durante la Segunda Guerra Mundial. Pero, lejos de esto, el gasto en armamento ha aumentado cada vez más, puesto que las grandes potencias, temiendo que las otras puedan llegar a tener armas más poderosas, se han visto impulsadas a desarrollar e invertir más en tecnologías militares. Y ahora ya hemos entrado en la era de las armas químicas y de la inteligencia artificial, que desgraciadamente, como hemos podido ver, ha tenido un papel muy relevante en la devastación de Gaza, donde ha permitido localizar objetivos más rápidamente que antes.

Por otro lado, hay organismos como la OTAN, que manipulan a los gobiernos para que hagan creer a los ciudadanos que la solución para resolver los conflictos es enviar más armas. Como ejemplo, tenemos el compromiso del gobierno español de invertir, de cara al 2029, un 2% del PIB en la cuota que tiene que pagar religiosamente en la OTAN.

Esto representa una cantidad de dinero público escandalosa.

En efecto. Las empresas de armas han llegado a duplicar o casi triplicar su valor durante los últimos dos años, y son las únicas que han salido ganando en este contexto. Y el más grave es que el gobiernos no nos han consultado si queremos que nuestros impuestos sean utilizados para el gasto militar. Por lo tanto, Gandhi nos enseñó el poder de la desobediencia civil, que no es una rebeldía adolescente sino una forma madura y digna de parar la barbarie negándonos a cooperar. Desde este punto de vista, hemos visto ejemplos en los estibadores de los puertos, que se han negado en alguna ocasión a permitir la actividad de barcos que envían armas a lugares en conflicto, y en personas que han decidido optar por la objeción fiscal al gasto militar, por ejemplo. Es muy importante que esta actitud se vaya esparciendo como una mancha de aceite.

Palestinos en medio de los escombros tras un bombardeo israelí en Gaza
Palestinos en medio de los escombros tras un bombardeo israelí en Gaza EFE

¿Cree que las movilizaciones ciudadanas pidiendo el alto el fuego en Gaza pueden tener los efectos deseados?

Las protestas pacíficas pueden hacer presión y esto siempre es importante independientemente de que sean efectivas o no. El error seria confiar en que las movilizaciones harán la palanca de cambio, porque cuando un sistema político como el israelí está cegado de odio y tiene bastante militar para cometer estas matanzas masivas e indiscriminadas, es muy difícil que manifestaciones ciudadanas, e incluso boicots, sean capaces de ahogar sus acciones. Además, también hay por el medio intereses diversos de gobiernos, lobbies armamentísticos… Así que no nos tenemos que frustrar si vemos que nuestras protestas no “funcionan” en el otro bando, porque lo más importante de las movilizaciones es que son necesarias para mantener la dignidad humana. No podemos hacer vida normal como si nada pasara mientras a unos cuántos miles de kilómetros de aquí sabemos que se está cometiendo un genocidio. Necesitamos, al menos, una aportación, sea en forma de objeción fiscal o de protesta en las calles, como se están haciendo, por ejemplo, desde el movimiento 'Aturem les guerres'. Yo no he podido seguir estas protestas pero siempre que puedo salgo a la calle en la silla de ruedas con una bandera de ‘No en la guerra’, cosa que es una simple acción noviolenta. Las movilizaciones nos tienen que mejorar como sociedad. Tenemos que continuar reclamando que se deje de invertir en armas y en ejércitos y no nos tenemos que frustrar si creemos que no están repercutiendo directamente porque lo que estamos haciendo es sembrar futuro.

Personas que apostaron de una manera u otra por la paz, desde Gandhi o Luther King hasta Isaac Rabin, murieron asesinatos. Parece que el mundo no deja lugar a los anhelos de paz. ¿Qué podemos hacer para evitar que la violencia quiera tener siempre la última palabra?

En esta lista que has mencionado yo añadiría Jesús de Nazaret, que vivió toda la vida y murió pacifista noviolento movido por su dignidad y su palabra por las causas que merecían la pena. En este sentido, los cristianos creemos en la resurrección y sabemos que su espíritu continúa trabajando y encomendando a través de nosotros todo este proyecto, toda esta manera de vivir. Es verdad que los violentos siempre querrán tener la última palabra pero la cuestión es quién la tiene realmente. Parece que no acaban de entender que no se pueden matar las ideas, ni la dignidad de las personas y de los pueblos, ni matar las maneras de vivir auténticas que, por otro lado, cuanto más se pulsa el gatillo, más se encomiendan. En el fondo, la violencia siempre es un fracaso humano y un retorno a la animalidad. En el comportamiento violento no hay la capacidad ni la la madurez suficiente para usar la palabra y encontrar una solución que no implique matar. La violencia nunca podrá tener la última palabra, y la especie humana irá madurando hacia un progreso mucho más sublime que implicará diálogo, inteligencia y paz.

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