Rezos

Sor Consuelo rezaba más aún, desde que su alumna Lourdes se había ido al cielo, y sus padres y amigos se quedaron destrozados.



Por las noches, en el silencio de su celda, la monjita oraba tanto que perdía la noción del espacio y del tiempo; se sentía subir al cielo y hablar con Lourdes, que le contaba:

-Dígale a mis padres que estoy bien, que no se preocupen.

-¿Y cómo es el cielo? -preguntaba la monjita.

-Maravilloso. Veo a Jesús, a su Madre María e incluso a su Padre Eterno. Dígale a mis padres y a mis amigos que les espero aquí, tan feliz, pero sin prisas.

Y sor Consuelo se dormía contenta en el catre ya de madrugada, sin poder demostrar que había visitado a Lourdes en el cielo.
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