El burrito

A sor Consuelo le gustaba leer historias de burritos, como el gracioso Platero de Juan Ramón Jiménez o "La burrita Non", no tan alegre, de José María Sánchez Silva.



Un día, un anciano vecino de Albera, llamado Solano, le contó las penalidades que pasó con su familia cuando era niño en la postguerra: Se trasladaron con su burro a Huelva para trabajar en las minas. Más tarde tuvieron que volver a Albera, también a pie, con todos sus enseres cargados en el burro.

Días después, ese pobre burro murió, de hambre y agotamiento.

Sor Consuelo dedicó los meses siguientes a recaudar dinero para levantar el monumento de un asno anónimo en el paseo del pueblo, en honor a todos los burros de carga que murieron de puro agotamiento en Albera, en Hispania y en todo el mundo.
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