-Quiero confesar, madre.
-Vaya a la iglesia, joven, con un sacerdote.
-Es que a usted la veo más asequible, en la calle.
David se dio la vuelta y se dirigió a su coche. Sor Consuelo esperaba en medio de la calle, pues iba a sus obras diarias de piedad. Le dijo al joven:
-Y yo que tú iría al cuartel de la Guardia Civil.
-¿Cómo lo sabe? -repuso David.
-La madrugada del sábado -dijo sor Consuelo- hubo un atropello, con la vorágine de la fiesta. Todo Albera lo sabe. Y hoy es lunes, una eternidad para un joven que en el fondo es bueno, tiene conciencia y quiere aliviar su falta.
David se limitó a añadir, antes de subir a su coche:
-Gracias, madre, lo voy a hacer.