El pésame




Albera y la comarca entera mostró su pesar a los padres que habían perdido a una niña pequeña y tenían que pasar por el trago de despedirla. La cola interminable de vecinos llenaba la iglesia de san Pablo. Encoge el corazón a cualquiera decir adiós a una cajita blanca.



Cuando le tocó el turno a sor Consuelo, se detuvo un instante para tomar las manos de la madre al darle el pésame, y le dijo:

-Ella ya está con Dios.

Presa de un dolor enorme, la madre replicó:

-¿Y nosotros cuándo?

Sor Consuelo sacó del bolsillo de su hábito un rosario y lo dio a la pobre mujer, quien lo cogió con enfado, casi por no despreciarlo ante la bulla doliente.

Mas en los años siguientes, que siguieron pasando inexorables, cuando la pobre mujer iba a la iglesia de san Pablo, siempre portaba el rosario, y si veía en la iglesia a sor Consuelo, le daba las gracias por haberle regalado lo que para ella fue la salvación.
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