Reapetura de templos hasta que el semáforo “esté en naranja” El cardenal Aguiar Retes y la incertidumbre de la apertura, los malvados sacerdotes, malabares de la historia y el sueño parroquial americano

El cardenal Aguiar Retes y la incertidumbre de la apertura, los malvados sacerdotes, los malabares de la historia y el sueño parroquial americano
El cardenal Aguiar Retes y la incertidumbre de la apertura, los malvados sacerdotes, los malabares de la historia y el sueño parroquial americano

*Arzobispo sostiene reunión virtual con presbiterio, definir reapertura de templos, el principal objetivo.

*"Debemos ser responsables... no podemos ser tan malvados".

*Compras masivas de insumos para prevenir contagios, pruebas covid-19 serían aplicadas a presbiterio.

*Arzobispo perfila identidad comunidades después de la pandemia: Unidades pastorales y modelo americano de parroquias.

Mucho se abarcó, poco se apretó. Era de las reuniones más esperadas para tener los puntos claros y la guía en el camino, cuando el liderazgo y la responsabilidad prácticamente son de las perlas más preciadas y escasas en la arquidiócesis de México. Ayer, martes 9 de junio, en la reunión virtual de su eminencia con el presbiterio, las expectativas tal vez quedaron cortas ante uno de los temas más delicados que continúa conmoviendo a la capital del país para salir del hoyo de la pandemia. Youtube y Zoom fueron las plataformas donde cerca de 400 espectadores atestiguaron una sola cosa: Incertidumbre. El plato central fueron las "Orientaciones y Criterios para el Retorno Gradual a las Celebraciones Litúrgicas con Asistencia de Fieles". Aguiar Retes expuso que los protocolos habían circulado previamente, y era el documento más elaborado, salvo detalles, tomando en cuenta la experiencia italiana de reapertura a templos, los protocolos y recomendaciones de la Conferencia del Episcopado Mexicano además de atender algunas observaciones de la Secretaría General del Gobierno y de la Secretaría de Salud de la Ciudad de México.

Dice Aguiar que fue el documento fue “bastante aceptado” y llamó la atención a párrocos para “utilizarlo con confianza” asumiendo responsablemente la reapertura, “no provoquemos rebrotes como el del terrible caso de León donde un párroco dijo que no era cierto lo del covid, fue contagiado, el murió y otros 28 fieles fueron infectados… No podemos ser, tan malos, tan malvados, queremos el bien de los fieles”, dijo al presbiterio.

Padre Hernández. Malvada conducta.
Padre Hernández. Malvada conducta.

No lo hubiera dicho. Fue la primera metedura de pata entre otras muchas en este tiempo. El comentario fue rápidamente tomado como una ofensa a la memoria de un sacerdote que murió en la raya llevando la paz, esperanza, el consuelo. Llamándolo como “terrible caso” del sacerdote de León Guanajuato, las baterías difamatorias apuntaron al caso del padre Eduardo Hernández. Circulan amplios testimonios de los métodos de evangelización de un hombre que usaba un títere como monaguillo para enseñar a los niños. “En su parroquia”, espetó Aguiar, el sacerdote dijo “que no era cierto lo del covid, celebró, la gente llenaba sus misas, él resultó con covid, murió y también 28 de sus feligreses y otros más, todos contagiados”. Pero la historia es otra, no como dice el confundido arzobispo. Como fue documentado, el cura salió a las calles, siempre con cubrebocas, para ir al encuentro de los fieles, supo de la contingencia, conocía los riesgos; sin embargo, a él, como dice una feligrés, “no le importó” y acompañó a su gente. Antes de morir, mientras iba con el Santísimo por las calles, un tremendo aguacero cayó sobre San Pedro de los Hernández de León; aún así, el padre Eduardo continuó para después parar en el hospital donde se le diagnosticó covid- 19. “Era una persona intachable”, recuerdan los feligreses. Para Aguiar, el testimonio del padre es de una persona malvada… “Nosotros queremos el bien de nuestros fieles”, dice el arzobispo… Y el mejor bien lo hizo ese sacerdote cuya memoria ahora pasa a la condena del arzobispo. Fácil se pueden ver los toros desde la barrera, especialmente cuando don Carlos vive en asépticos ambientes, predica en virtuales templos y está bien resguardado por temor al contagio… y de eso constan muchos testimonios. ¿Quién es el malvado?

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Aguiar Retes ya no ve la hora para alzar la cortina. Aunque ya quería echar andar la maquinaria este 15 de junio, habrá que esperar más especialmente cuando en la Ciudad el “semáforo está intenso”. La reapertura será en el momento en que pase a naranja para reanudar actividades en un 30 por ciento de la capacidad de las parroquias para lo cual no se dieron mayores puntualizaciones. En aplicación de las medidas indicó que los párrocos deberán observar criterios de unidad. Con esto, advirtió que los insumos como termómetros, geles o cubrebocas deben ser adquiridos “de manera masiva” a través de proveedores que aun no se tienen delimitados o licitados. Se anunció también la prueba obligatoria de detección de covid-19 a todos los presbíteros a fin de que estén en condiciones de seguridad para celebrar, siempre y cuando no pertenezcan a los grupos de riesgo. “Nos van a hacer llegar las pruebas necesarias, estamos en eso, prácticamente garantizadas para sacerdotes” dijo, sin otorgar mayor certeza en cuanto a tiempos y fechas en las que podrían ser aplicadas. Por el momento, abonando en la incertidumbre, nadie supo qué tipo de pruebas, quién las avala y si autoridades sanitarias serán responsables de aplicarlas, no se sabe quién controlará la información de los resultados y si sólo será notificado exclusivamente el interesado por ser información sensible. Aguiar Retes, ¿se hará la prueba? O ¿quiere verificar que otros están sanos para evitar el contagio? Y en esto hay algo claro: alguien ganará mucho cuando tenga a la arquidiócesis de México como su cliente en esto de los insumos sanitizantes… piénsese en los miles o millones que deberán invertirse para los grandes templos como Basílica de Guadalupe. Ojalá impere la transparencia.

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Mons. Pérez Raygoza. Hay que exagerar.
Mons. Pérez Raygoza. Hay que exagerar.

El obispo auxiliar de México, Luis Pérez Raygoza, fue el encargado de dirigir una extenuante lectura de las orientaciones que casi rayó en una lección de catequesis. “Más vale exagerar las precauciones” dijo, indicando además minucias en cuanto a la dispensa de los sacramentos. El obispo atinó en concluir que la aplicación de todas las medidas debe orientarse hacia el cuidado del “cuerpo místico” especialmente de los más vulnerables. A eso se limitó esta intervención de uno de los obispos de Aguiar Retes. Por más que uno quiera ver algún punto a favor de los auxiliares, nada más no hay de dónde asirse cuando han de pasar un terrible aburrimiento y quién sabe cuánto más en el prolongado confinamiento de la unidad pastoral episcopal de Perisur. Ahí se ha desarrollado una especie de “piedad cibernética” donde ya no se sabe ahora qué inventar para entretener a los seguidores. Pero en el momento de la verdad, nadie dice “esta boca es mía”, como fue el domingo pasado ante la muerte del padre Luciano Murillo, primer sacerdote de la arquidiócesis fallecido por complicaciones derivadas del Covid-19. Con cubrebocas, suficiente gel y sana distancia, alguno de ellos hubiera podido salir del confinamiento y presidir las exequias que celebró un vicario episcopal. Era cosa de voluntad… ¿O pudo más la parálisis del miedo?

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Clero secular. Profesionistas del culto.
Clero secular. Profesionistas del culto.

Con esto de la pandemia, el Primado de México ve la tormenta perfecta para reimpulsar sus pretendidas ambiciones que, prácticamente, han sido rechazadas por el presbiterio, bien por una franca oposición por su difícil realización o por una apatía que raya en la más absoluta indiferencia. Las preguntas dirigidas al arzobispo Aguiar versaron esencialmente en aspectos celebrativos, de cuidado de los grupos vulnerables y económicos. Para Aguiar, este momento de la historia abriría posibilidades para reexaminar el papel de las parroquias y su transformación eventual para encausarlas al proyecto en el que ha insistido: el de las unidades pastorales. Para el amado pastor, urge “salir del capillismo y de la mirada de campanario”, superar la visión negativa de la Iglesia donde sólo donde cada uno se responsabiliza de la parroquia. Aguiar, en otro más de sus malabares sobre la historia, dijo que “la Iglesia mexicana adolece de que su subsistencia está condicionada al culto, dependemos de ingresos que se da por el culto. Debemos revisar porque en México… vivimos de ingresos que traen consecuencias graves de comercialización de sacramentos. Según Aguiar, debe darse un replanteamiento de cómo subsistir y “aprovechar pandemia” para que ahora, los fieles carguen con aportaciones mensuales a sus parroquias y se dejen de cobrar por servicios sacramentales “como se sostienen los movimientos apostólicos, porque sus miembros dan aportaciones para subsistir”. Y decimos malabares de la historia porque don Carlos puso de ejemplo la primera evangelización donde los frailes generaban riqueza y bonanza y con el clero secular, la cosa se descompuso comenzando el comercio de lo sagrado: “La arquidiócesis de México no vivía del culto -dijo- y los sacerdotes del clero secular se convirtieron en profesionistas del culto y ahí comenzó el cambio”, ideando el cobro por sacramentos. No sabemos en que novela del México Negro habrá tomado don Carlos esas afirmaciones, pero en un buen libro de historia eclesiástica abundan las diversas formas de subsistencia de las parroquias en los siglos previos a la Independencia, especialmente en el de las reformas borbónicas. Aprender de sus antecesores sería un buen recurso para don Carlos. En 1758, Manuel Rubio y Salinas denunció que los “regulares eran más cortos de suficiencia que los seculares” y no, no hablaba de dinero. El proceso de secularización no implicó que unos “codiciosos, inmorales y apáticos curas diocesanos reemplazaron a los queridos santos y frailes”, escribió William Taylor, en Ministros de lo Sagrado, editado por el Colegio de Michoacán en 1999. Y para más referencia, la siguiente cita en la misma fuente puede poner en debate las palabras del sucesor de Rubio y Salinas:“Expedientes judiciales de la colonia presentan evidencia de fricción entre feligreses indígenas y los frailes sobre supuestas cargas excesivas y crueldad… e ignorantes de su ministerio… así como de curas diocesanos bien formados, caritativos y dedicados…” Para Aguiar esto es como una exposición de maniqueísmos, entre buenos pastores y “malvados” curas que hacen negocio de los sacramentos según el arzobispo.

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Iglesia para soñar. A la americana.
Iglesia para soñar. A la americana.

Para don Carlos, el cambio de mentalidad post pandemia es a la gringa. Así es, tomando de ejemplo a los Estados Unidos, el arzobispo, en un nuevo capítulo de la Iglesia para soñar, quiere pasar las cuentas a los feligreses para que aporten mensualmente a sus parroquias y salvar las maltrechas economías: “En Estados Unidos todo fiel que aporta no se le cobra un centavo por servicios, pero da mes a mes puntualmente, nos pone en esa oportunidad de replantear…” advertía el arzobispo Aguiar. No sabemos si esta idea emergió recientemente o ya la venía albergando desde sus tiempos en Texcoco y Tlalnepantla; sin embargo, la realidad mexicana es diametralmente distinta. De una calle a otra puede haber la más escandalosa indigencia conviviendo con la más ofensiva opulencia. A inicios del nuevo milenio, un proyecto similar se quiso echar andar en la VI Vicaría, la más pujante de la Ciudad, y no terminó de cuajar. Lo que parece novedoso, en realidad no lo es. En Estados Unidos, hay muchos más beneficios a las iglesias por parte de las autoridades, como la exención de impuestos, que en México es casi imposible; pero lo más importante es observar el derecho de la Iglesia donde los Consejos de Asuntos Económicos están manejadas por laicos con absoluta transparencia. Eso es lo primero que don Carlos debería plantear y, por lo pronto, dar a conocer quiénes integran este Consejo en la curia arquidiocesana y de qué manera se están resolviendo los graves problemas económicos como el del cuidado a la salud sacerdotal. Esto es la realidad postpandemia y no la del sueño americano del arzobispo Carlos Aguiar.

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