El tercer hombre del Apolo 11 Astronauta Michael Collins, la soledad del espacio y la fortuna de la vida

Astronauta Michael Collins, la soledad del espacio y la fortuna de la vida
Astronauta Michael Collins, la soledad del espacio y la fortuna de la vida

Cualquier muerte parece prematura, pero realmente creo que  la mía parecerá menos  prematura debido a lo que  he  sido  capaz  de  hacer.

Mike Collins murió este 28 de abril, víctima del cáncer. De los tres astronautas, sólo sobrevive Edwin Buzz Aldrin, el segundo hombre que pisó el Mar de la Tranquilidad. Cuando la misión Apolo 11 puso a los primeros seres humanos en la Luna, ese domingo 20 de julio tendría a la postre significados profundamente religiosos y teológicos. En el mundo, pensadores y filósofos hacían disertaciones sobre la presencia humana en el espacio. En medio de este furor por los “héroes de la Luna”, se hicieron proyecciones extraordinarias para que, en 1972, hubiera un laboratorio especial orbitando la Tierra observador del sistema solar y de las profundidades del universo. Así sucedió. En 1973, Skylab fue puesto en órbita bajo condiciones que le hicieron una estación destartalada y de alcances limitados alojando a tres astronautas por 84 días. Después orbitó la Tierra sin ocupante alguno para terminar desintegrándose sobre Australia, hace 39 años, el 12 de julio de 1979, cuando el reingreso a la Tierra la incineró.

El piloto del Columbia dejó las memorias de su odisea en el libro Carrying the fire (1974) de reciente redición en ocasión del 50 aniversario del vuelo del Apolo 11. Pocos saben que el tercer hombre del Apolo 11, Michael Collins, era católico practicante y bautizado en la fe por su ascendencia irlandesa, permaneció en el módulo de mando, Columbia, enlace vital entre el Águila y Houston.  Nació en Roma en 1930 cuando su padre, el mayor del ejército, James Lawton Collins, era agregado militar de los Estados Unidos en Italia; a los 39 años, mientras Niel y Buzz dejaban sus huellas en el Mar de la Tranquilidad, Michael veía 16 veces en un día el amanecer en la Luna, surgiendo de la cara oculta, donde nunca hay un halo de luz. En una entrevista publicada en mayo 2015 por el diario La Nación, el tercer hombre en realizar una caminata espacial, recordaría esa soledad y lo qué representó para él: "Cuando Neil pronunció sus famosas palabras, 'un pequeño paso para el hombre y un gran salto para la humanidad', yo fui el único que no pudo escucharlo -recuerda-; en ese momento estaba recorriendo la órbita por el lado oscuro de la Luna y mi radio no podía recibirlos ni a ellos ni a la Tierra. Creo que desde los tiempos de Adán nadie se había quedado tan solo".

La odisea en el Apollo 11 y en el mando del Columbia no hizo de Collins un hombre distinto ni hubo un cambio radical en su existencia. A pesar del surgimiento de nuevas religiones en torno a lo que sucedió en 1969, como esa iglesia de los astronautas o la liga de la oración por el Apolo 11, Aldrin, Armstrong y Collins no tuvieron esas profundas conversiones o raptos místicos; sin embargo, sí hubo una mutación de su percepción de sí mismos.  Collins conoció esa profunda soledad y oscuridad del lado oculto de la Luna, pero como él mismo describe en sus memorias, le permitió descubrir la gran fortuna que era su vida misma y de sus seres amados. Así lo escribe: “Finalmente,  volar  en  el espacio  ha  cambiado  mi  percepción  de mí mismo. Externamente, parece que soy  la  misma persona y  mis  hábitos  son  aproximadamente  los  mismos. Oh! Parece que estoy  gastando  dinero un poco más  libremente  ahora y estoy  inclinado a  poner  más  energía  en  mi  familia  y menos  en  mi  trabajo,  pero  básicamente  soy  el  mismo tipo. Mi esposa confirma el hecho.  No encontré a Dios en  la  luna,  ni mi  vida  ha  cambiado  dramáticamente  de  ninguna  otra manera básica.  Aunque   pueda sentir que soy la misma  persona, también  siento que  soy  diferente  de  otras  personas.  He estado  en lugares y hecho  cosas  que  simplemente no  creería,  tengo  ganas de  decir. He colgado  de  un cable a cien millas de altura. He visto la tierra  eclipsada  por la  luna y  la disfruté. He  visto la verdadera luz del Sol sin filtrar por atmósfera alguna de cualquier  planeta.   He visto  el  último  negro  del  infinito en una quietud sin perturbar  por  cualquier ser  vivo. He  sido  perforado  por rayos cósmicos en  su  viaje  sin fin  desde el lugar donde está Dios hasta  los  límites  del  universo,  tal vez  allí  para  rodearse  de nuevo  sobre  sí mismos y sobre  mis  descendientes”.

Y en lo que parece un aspecto visionario, Collins también se considera afortunado para el día en el que la muerte tocaría a las puertas de su existencia. Fortuna o destino, Mike Collins supo que al final, nada se escribe si no es por el mismo optimismo que cualquiera puede tener de su existencia. Así lo deja como un profundo legado cuando escribió: “No he sido capaz  de  hacer  estas  cosas debido  a  cualquier  gran  talento que poseo;  más bien,  todo   ha  sido  el  juego de  los  dados, los  mismos  dados  que  causan  el  crecimiento  de las células cancerosas o  un  asiento de eyección de aeronaves. En mi vida  hasta  ahora  he    sido  muy,  muy  afortunado. Incluso las cosas malas, como el bisturí del cirujano, han  resultado tener  consecuencias afortunadas. Estos acontecimientos confirman mi optimismo nativo, aunque  he  visto  demasiadas  vidas  jóvenes  prometedoras  apagadas inquietándome por no  saber  que me puede  pasar a mí. Cualquier muerte parece prematura, pero realmente creo que  la mía parecerá menos  prematura debido a lo que  he  sido capaz  de  hacer.En  lo que espero que  sea  el  punto  medio  de  mi  vida  (tengo cuarenta y tres),  mis  ojos  ya  han  tenido  el privilegio  de  ver  más  de lo que la mayoría de las personas verán en  todos  sus  años de vida”.

Collins. Buen Vuelo.
Collins. Buen Vuelo.

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