Mons. Carlos Samaniego da la bienvenida a la peregrinación en nombre del cardenal Aguiar Cabildo desplazado

Carlos Samaniego. Basílica.
Carlos Samaniego. Basílica.

La recepción de la arquidiócesis de Tlalnepantla por uno de los auxiliares del arzobispo Aguiar abre profundas inquietudes en el control de Basílica de Guadalupe

Desconcertados y al punto preocupados… Los focos de alarma del cabildo de Guadalupe se encendieron esta mañana de sábado 1 de febrero en la peregrinación anual de la arquidiócesis de Tlalnepantla encabezada por su flamante pastor, José Antonio Fernández Hurtado. Lo sucedió pudo quedar como una anécdota más en el derrotero del controvertido, cuestionado y al punto rechazado gobierno del cardenal Carlos Aguiar Retes, pero no fue así.

Y es que, contra las disposiciones estatutarias, reglas y costumbres de ese santuario nacional donde los miembros del cabildo tienen el manejo pastoral y administrativo, el auxiliar de Aguiar Retes, Mons. Carlos Enrique Samaniego, se puso el bonete de rector para que, con todo y vestidura coral, atrajera los reflectores para dar la bienvenida en nombre de Carlos Aguiar a la “amada arquidiócesis de Tlalnepantla”, la cual parece no quiere soltar ni un ápice aunque haya nuevo arzobispo quien, dicho sea de paso, está revirtiendo muchos de los erráticos planes y reparando la desastrosa administración de su antecesor quien se empecina, sin embargo, en implantarlos, cueste lo que cueste, en la paralizada, reducida y desmantelada arquidiócesis primada.

Prácticamente el cabildo de Guadalupe fue tomado por sorpresa cuando Carlos Enrique Samaniego usó la palabra para desgranar una minihomilía ante la mirada grave de quienes fueron sus compañeros de presbiterio. Según se comenta, lo sucedido no tiene precedente alguno. Al saltarse al cabildo, puesto que corresponde al rector o, en su caso, al vicerrector del cabildo, dar la bienvenida a los arzobispos del país, se abren muchas preguntas acerca de los próximos planes que Carlos Aguiar podría tener sobre Basílica. 

No es la primera vez que el cardenal tiene esta demostración de poder arbitrario y nada sinodal. Las ambiciosas pretensiones para asentarse en el santuario nacional y hacerla su catedral de facto fue consecuencia de un golpe de estado pastoral en mayo pasado. La abrogación de la vicaría funcional de Guadalupe fue un virtual asalto que convirtió al santuario de Guadalupe en una especie de súperparroquia para la arquidiócesis de Aguiar. Diluyendo al rector del santuario, limitó su papel a la discreta atención espiritual y pastoral de los millones de peregrinos para que el cardenal se hiciera del control de la economía de Basílica, siempre envuelta en la sospecha de la opacidad, burlando además la especial jurisdicción eclesiástica que la Conferencia del Episcopado Mexicano tiene sobre el complejo mariano de Guadalupe.

Por lo pronto, es la segunda ocasión en este año en la que el obispo Carlos Samaniego pone un pie en Basílica para actuar en nombre de Aguiar Retes. La primera fue en la epifanía con aquella forzada homilía del astro y el desastre. Y hoy, el mensaje en el inicio de la misa de la peregrinación quiso imprimir el sello de Aguiar en su antigua arquidiócesis, marca que quiere seguir grabando con hierro caliente.

“El día de hoy, la amada arquidiócesis de Tlalnepantla viene a postrarse ante la mirada amorosa de la Virgen…” diría el obispo ante el escrutinio de las decenas de sacerdotes quienes veían con gravedad a su antiguo compañero. No había sonrisas de agradecimiento, una mueca o dos, pero en general era el repaso sospechoso que se hacía al auxiliar quien pretendió justificar los logros de otros tiempos cuando Aguiar era el arzobispo del Estado de México asociado al poder temporal.

¿Qué pretende el arzobispo? Abandonó catedral metropolitana para dejarla en manos de un obispo auxiliar, pero cada domingo -desde luego cuando no está ausente debido a sus regulares salidas del país, por cierto, la próxima a Barcelona, del 17 al 21 de febrero, para dictar una conferencia sobre parroquias evangelizadoras- Aguiar Retes asienta su cátedra en Basílica. ¿Estamos en el inicio de una intervención al cabildo de Guadalupe?

Por cierto, y dicho sea de paso, el que menos sonrió y sólo tuvo un desinflado aplauso protocolario que no correspondió a las palabras o aclamaciones de Carlos Samaniego fue el arzobispo Fernández Hurtado. La gravedad de su semblante contrastó con el pírrico discurso del auxiliar de México. No cabe duda, la forma es fondo…

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