Cardenal Carlos Aguiar Retes… Liderazgo diluido



*Este 19 de noviembre, Mons. Carlos Aguiar Retes festeja dos años de su proclamación cardenalicia.

Guillermo Gazanini Espinoza / La aprobación el jueves 15 de noviembre en la 106 Asamblea de la Conferencia del Episcopado Mexicano de la creación de nuevas diócesis y nueva provincia eclesiástica que relevará a la existente para concentrar tres diócesis sufragáneas coincidentes con la actual Ciudad de México parece ser uno de los más sólidos bloques para fincar el proyecto pastoral del primado de México. Una pequeña fracción del presbiterio arquidiocesano, por complaciente comodidad o comedida cautela, acepta bajo el argumento de que el desmembramiento es consecuencia lógica y natural frente a las desbordadas realidades eclesiales en una superficie territorial ínfima y de caótica superpoblación; el desmembramiento es quintaesencia de una trama de cambios cuyo centro neurálgico es la centralización pastoral y unipersonal conforme a la voluntad del cardenal Aguiar.

En poco menos de seis meses desde que se conoció la intención de “retomar” la añeja idea de partir la ciudad-arquidiócesis. Carlos Aguiar parece haber superado la primera fase de un proceso al que, en honor a la verdad, los fieles laicos ni siquiera tienen información sólida, sustentada y clara para saber qué implica esta futura división. Sesgados y artificiales comunicados lanzar mensajes paradójicos que tratan de conciliar lo irreconciliable: desmembrar para consolidar … fragmentar para atender… nuevas diócesis para mejor conocer…

Vayamos en partes y examinemos hasta dónde esto es efectivamente un beneficio pastoral en los presuntos planes de operatividad de su Eminencia, don Carlos Aguiar, cuando pretende colgarse una medalla que otros arzobispos mejor dejaron en el perchero de la historia y para otra ocasión. ¿Por qué la asume ahora el cardenal?

La información con la que cuentan los fieles de la arquidiócesis es mínima, prácticamente nula y si es que están enterados, sólo es por dichos y frases de sus párrocos y cúpula eclesiástica. Un día en el futuro, se amanecerán con la noticia de que una calle ahora divide su Iglesia entre la eclipsada y reducida arquidiócesis primada de México y las futuras diócesis de Azcapotzalco, Iztapalapa o Xochimilco; en esto el presbiterio también ha tenido una reacción más bien discreta, poco contundente y organizada con notables excepciones. Algunas fundadas expresiones para reconsiderar la división vinieron de Salvador López Mora, presbítero y párroco de Cuajimalpa y publicadas íntegramente aquí, pero la Conferencia del Episcopado Mexicano vio “con buenos ojos” este proceso superando así la fase nacional para “ir a Roma” y de Roma regrese la ansiada bula.

Algunos hechos llaman la atención de este proceso. La aceptación de la CEM, prácticamente en tiempo muy compacto, independientemente de las anteriores proyecciones para dividir la arquidiócesis, fue de los últimos puntos en la apretada agenda de asuntos de la 106 asamblea que tuvo prioridades urgentes y de inmediata atención ante los cambios que se asoman por el relevo en el gobierno federal, la cuestión migratoria y la protección de los menores para hacer de la Iglesia una casa segura; se dice que, previo a la votación al seno de la CEM, se hizo llegar alguna carta colectiva para el Consejo de la presidencia a fin de detener el placet del proceso y, por lo menos, abrir una puerta para que el presbiterio -o por lo menos una parte, los involucrados en las vicarías I, VII y VIII, pudieran entablar el diálogo con el cardenal Aguiar y recapacitara en su decisión. No fue así.



El visto bueno fue prácticamente dado en un par de horas lo que indica que este paso fue de trámite. ¿Qué dossier habrá tenido cada obispo para aceptar casi por abrumadora mayoría los nombres de tres diócesis y una nueva provincia? Se ignora, pero sendos mensajes instantáneos dieron cuenta de los escrutinios. De 114 votantes, 100 dieron su placet por Azcapotzalco; 98 por Iztapalapa; 104 por Xochimilco y por la nueva provincia, 108. Quizá los obispos de México “se fueron con la finta”, de que el clero y fieles habían sido escuchados y dieron por asentado que existe prácticamente el consenso unánime y fundado para decir sí a las nuevas diócesis. Esto supone que la Conferencia del Episcopado Mexicano dio su visto bueno consecuencia de estudios y análisis reuniendo información suficiente basada en consultas y argumentos canónicos sólidos , no por la labia y argucias de un cardenal autosuficiente.


Sin embargo, los potenciales resultados del desmembramiento de la arquidiócesis de México no han sido explorados y ni siquiera se han medido las eventuales consecuencias -económicas y pastorales- para las futuras iglesias particulares. Pero en la práctica, si las nuevas diócesis han tenido el visto en realidad el triunfo es cuestionado, si es que así se le puede calificar. Frente a la consolidación de liderazgos, ahora referentes necesarios e indispensables para comprender la realidad eclesial en esta etapa del “cambio de época” de la Iglesia mexicana, Aguiar Retes prácticamente ha depuesto sus armas morales como líder a nivel nacional, se queda solo. De la Iglesia de la capital surgía, en la práctica, lo que la sociedad necesitaba escuchar para orientar en lo mínimo su opinión en temas espinosos y controvertidos impactantes de su vida. Hoy la Iglesia de la arquidiócesis de México tiene evasivas, mensajes sujetos a interpretación, homilías lejanas, un verdadero pastor desconocido...



No se sabe tampoco cuáles serán los linderos de este islote-arquidiócesis. Es presumible que Su Eminencia esté quedándose con esta parte más sustanciosa de la Ciudad de México y que no implica necesariamente riesgos pastorales, pero bien acomodada en recursos financieros. Una arquidiócesis a modo, agradable. Como bien afirma el padre Salvador López Mora en sus reflexiones, “se han evitado las dificultades de una consulta para la creación de nuevas diócesis y se ha ganado mucho tiempo según una mentalidad directivo-empresarial, pero se ha perdido la oportunidad de crear un espacio sinodal y eclesial; se ha ignorado la experiencia de los obispos auxiliares y se quiere acabar con el modelo pastoral adecuado a la realidad de la CDMX, modelo que siempre será perfectible. Al centralizar la administración”.

Aguiar Retes se echó al bolsillo las dos principales vicarías al entregar a sus auxiliares, Mons. Crispín Ojeda, hoy obispo de Tehuantepec y Mons. Carlos Briseño Arch, flamante pastor de Veracruz. Podría ser previsible que, en lo que resta del año, Mons. Jorge Estrada Solórzano sea la siguiente ficha del dominó del juego cardenalicio.




Esta etapa de la vida arquidiocesana tiene importantes lecciones que aún no cierran el capítulo. Por el protagonismo del cardenal, ha quedado eclipsada; en la práctica Aguiar Retes seducido por el espejismo que él mismo ha creado, creído y que otros le han maquinado endulzándole el oído. Es una victoria pírrica porque el desmembramiento de la arquidiócesis le diluye incluso dentro del episcopado mexicano; su ambición de regir una provincia eclesiástica es en el fondo el desvanecimiento del celo que debería ser característico del Primado como lo querían los fundadores de la arquidiócesis de 484 años: Tener al pastor que “predique la palabra de Dios y convierta a los infieles a la misma fe, que sabiamente instruya, enseñe y confirme y administre y haga administrar los sacramentos de la Iglesia”. Don Carlos Aguiar Retes, arzobispo primado de México, ¿Se ha dado un tiro en el pie?

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