Cardenal Carlos Aguiar… Las cuentas alegres




Guillermo Gazanini Espinoza /Es la primera peregrinación del año. La de la Arquidiócesis Primada de México abre el caminar para que, a lo largo del año, hasta el 12 de diciembre, iglesias particulares, devotos, empresas, todos, caminen desde sus lugares de origen y postrarse ante la imagen de la Santísima Virgen de Guadalupe. No importa como sea. Los testimonios abundan y cómo, en muestra de devoción increíble, fe incomparable y voluntad férrea proveniente de corazones agradecidos, los fieles padecen inclemencias o destrozan sus rodillas para agradecer o suplicar a la Madre del Cielo lo imposible.

Para la iglesia particular de la Arquidiócesis de México es de los momentos más importantes de convocatoria y reunión del pueblo fiel con sus pastores. La edición 2019 representaría un encuentro particular, el primero desde que el cardenal Carlos Aguiar Retes fue llamado a suceder a Fray Juan de Zumárraga y significativo por ser un momento crucial de nuestra historia y para que el pueblo de Dios conociera de cerca a su arzobispo después de una transición debido a la sucesión, el año pasado, que impidió al cardenal Norberto Rivera Carrera caminar junto a la Iglesia.

Sin embargo, las expectativas no fueron las esperadas y sobre todo, imperó la desilusión y la lejanía que van caracterizando al arzobispo Aguiar quien prefiere rodearse de guaruras para que ni un aire cruzado le mueva el bonete. Este sábado 13 de enero, vestido en riguroso hábito coral propio de su altísima investidura, don Carlos prefirió contemplar en lugar de caminar. En el pasado, las peregrinaciones eran oportunidad de demostrar la unidad para realizar efectivamente el propósito de ir juntos, de ascender a la morada santa. Hoy parece que el arzobispo se dignó a bajar de su pedestal santo para lanzar el mensaje de que él es quien reina, manda, dirige desde arriba, rector ecclesiae

La última peregrinación arquidiocesana en la que efectivamente caminó un primado de México fue en 2017. Norberto Rivera Carrera y sus auxiliares iban rezando el rosario flanqueado una monumental imagen procesional de la Guadalupana. Detrás, miles de personas. Esto no era simplemente un protocolo, era la imagen del pastor guiando al rebaño y las ovejas reconociendo su voz. Cada vicaría se esforzaba en dar lo mejor. Gracias al desaparecido Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México, se puede dar cuenta de esta fiesta que desquiciaba el orden y tráfico acostumbrados. Chinelos, cantos, danzas, rezos, plegarias, algarabía, devoción mientras el arzobispo y sus auxiliares se esforzaban por llegar a Basílica y vencer las aglomeraciones. (Los videos aquí)



Desde el cardenal Ernesto Corripio Ahumada, los fieles de cada vicaría parecían competir e incluso, cada año, el número de fieles era tal que tenían que darse peregrinaciones paralelas a lo largo de calzada de Los Misterios y de calzada de Guadalupe. Los cálculos estimaban en más de 30 mil fieles abarrotando el complejo mariano. La insuficiencia del templo obligó a las comisiones organizadoras a realizar la celebración eucarística en la Plaza de Las Américas donde al interior del templo y fuera de él, se podía seguir la misa. La arquidiócesis iniciaba un año nuevo con la guía del pastor quien entregaba las Orientaciones Pastorales para reforzar los Planes arquidiocesanos y vicariales. Lineamientos concretos sobre el caminar pastoral para afrontar acontecimientos particulares conforme al proceso del II Sínodo Diocesano de la época del cardenal Corripio Ahumada y hacer realidad la pastoral misionera en la Ciudad de México que fue declarada en estado de misión permanente por el cardenal Norberto Rivera Carrera.

Todo eso fue demolido a pesar de que Carlos Aguiar, en su homilía, reiteró tres características de la Iglesia: Ser de salida, sinodal y misionera. Justamente lo contrario en la peregrinación. Y destacan los siguientes tres puntos igualmente. Primero, se hizo énfasis en potencial peregrinación dedicada a los jóvenes en víspera de la JMJ de Panamá. De hecho, los grupos juveniles vicariales estaban listos para caminar junto con el cardenal Aguiar y previamente, desde el sábado 5 de enero y de “última hora” se avisó a los responsables de la pastoral juvenil que no caminaría y “saldría a recibir” a las puertas de Basílica. No obstante, conociéndose lo anterior, en el sitio de Desde la Fe fue publicado una serie de orientaciones de última hora sobre la peregrinación que indicaban que “sería encabezada por el Arzobispo Primado de México, Carlos Aguiar Retes”. No fue así.


Segundo. La desinflada homilía del cardenal Aguiar Retes fue todo el instructivo recetado como una cantaleta sin otra tonada. Parece que las ideas, innovación y creatividad se han agotado quizá porque su Eminencia confía más en su desastrosa habilidad homilética de improvisación que en el diligente, acomedido y preparado discurso. En una exégesis de la Escritura proclamada, el arzobispo primado habló de la “fractura” cultural y la ruptura de la conducta cristiana. Como antídoto -nada nuevo en los discursos de su Eminencia- se dieron los mismos elementos que parecen ya parte de esos huecos estribillos a los que aludió don Carlos: “la Iglesia sinodal es poner nuestras vidas en común, es una escucha recíproca de aquello de lo que el Señor está haciendo en nosotros… ser como la Iglesia primitiva, es decir, a salir, como lo hizo María y los primeros discípulos… Ser Iglesia misionera para dar testimonio de lo que Dios ha hecho en nosotros…”

Lo que lleva al tercer punto de esta reflexión. Todo se ha visto en este primer año del gobierno arzobispal del cardenal Aguiar, menos poner “nuestras vidas en común”. El pastor no se ve como tal; encerrándose, es el príncipe entronizado en la sede sin llevar a cabo esa escucha recíproca que ha sido un reclamo del presbiterio arquidiocesano; del prelado de los dichos contradictorios apostando por la operatividad y la burocratización bajo estilos empresariales-financieros mundanos, de estratégicas de comunicación y de imagen más que de arrojo misionero y de florecimiento de carismas en el Espíritu de Dios; de encerrarse en lugar de salir, de ser incoherente con el propósito la sinodalidad que parece más el eslogan o marca de una sucursal franquiciataria.

La peregrinación arquidiocesana fue otra oportunidad perdida para el señor arzobispo.Las cifras alegres de los medios arquidiocesanos que tratan de complacer a su Eminencia reportaron “que unas 28,000 personas, de acuerdo con los organizadores, caminaron desde la ex Glorieta de Peralvillo hasta el recinto mariano, orando, cantando y echando porras a Jesús y a la Virgen de Guadalupe” para ser recibidos por el cardenal en el atrio del santuario. Difícil creerlo cuando, en un recinto repleto, al interior se pueden albergar unas 10 mil personas y más de 30 mil cuando Basílica, atrio y Plaza mariana están a su máximo. Difícil de creer cuando, de las peregrinaciones más grandes al año, la de Toluca, llega a registrar más de 20 mil personas; difícil de creer cuando, en la visita del Papa Francisco en febrero de 2016, Basílica reportó 32 mil fieles que estuvieron acompañando al Santo Padre. Si los fieles llegaron a diez mil el sábado pasado, ese fue el milagro. Y qué decir del presbiterio: Quizá sólo una tercera parte cuando por lo menos unos 300 sacerdotes concelebraban en peregrinaciones pasadas. Eso quiere decir mucho.

Las lecciones son evidentes. Don Carlos insiste en cambio de época, pero en ese cambio de época debe haber cambio de estilo. En eso parece imperturbable. Ser arzobispo de México trae aparejado salir de los esquemas para animarnos a poner las bases de una vivencia cristiana. No basta con eslógans para hacernos soñar, primero hay que cambiar de estilo para cambiar efectivamente de época.

Debe reconocerse una cosa. A pesar de la desestructuración, el desaire y la decepción, de la palabra hueca y perogrulladas de un Príncipe de la Iglesia, el pueblo fiel, esos “católicos de chocolate” fueron fieles a lo que don Carlos aún no parece dimensionar en su justo poder: la fe sencilla, devoción popular, la piedad sin complicaciones cuya fe no está hipostatizada hieráticamente como este guarecido e inalcanzable cardenal embelesado por las cuentas alegres.

No obstante, es justo reconocer un hecho. Nuestro arzobispo primado de México fue coherente con eso de la Iglesia en salida de la que tanto presume. Por lo menos salió… pero a recibir a los fieles a la entrada de Basílica de Guadalupe. Algo es algo.

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