La enfermedad nos ha mostrado el caos en el que vivimos Covid-19, tiempo de fe

Covid-19, tiempo de fe
Covid-19, tiempo de fe

Está quedando en evidencia durante estos días de aislamiento social, que el ser humano tiene sed. Antes del COVID-19 el ser humano tenía sed de dinero, de poder, de avaricia, de exclusividad, de fama…

La palabra y vida de Jesús, enciende nuestros corazones, nos exhorta, anima y reconstruye. En definitiva nos alienta ante el miedo, la desesperanza, la angustia y la preocupación.

Y es que esa, como creyentes, debe ser nuestra labor: alentar la esperanza, dar ánimos, invitar a que la gente obedezca las normas, promover estar en nuestras casas.

Quedarse en casa, es dejar en claro a todo el mundo que tú eres una persona responsable, solidaria, que sabe velar por el bien común y que está viviendo una situación que ha sido capaz de afrontar con calma y tranquilidad.

Está quedando en evidencia durante estos días de aislamiento social, que el ser humano tiene sed. Antes del COVID-19 el ser humano tenía sed de dinero, de poder, de avaricia, de exclusividad, de fama… pero ahora estamos descubriendo que el ser humano tiene también sed de solidaridad, de unión, de armonía. En esta crisis, hay una oportunidad de cambio, de mejora a nivel global, como sociedad.

El coronavirus nos ha mostrado el caos en el que vivimos como la suma de demasiadas irresponsabilidades sociales y políticas. Nuestra vacuna ante el caos debe llevar gotas de:

Prudencia: no podemos ser imprudentes ni en lo que hacemos, ni en lo que decimos, pequeñas renuncias pueden ayudar a muchos con muy poco esfuerzo de nuestra parte.

Misericordia: seamos misericordiosos como el Dios al que amamos lo es, no se trata de lanzarse inconscientemente al contagio, pero sí recordar que la vida está para darla, que si nos encerramos, cuidamos de nosotros, los nuestros, de todos.

Fe: si algo hay en el fondo del miedo que nos envuelve, es la falta de fe y esperanza. Como cristianos, lo primero es saber que Dios sigue estando, que nos escucha, que no nos abandona, y eso no puede quedarse en la intimidad de la oración. Pongamos la luz de la Fe en la oscuridad de quienes nos rodean, creemos en un Dios que defiende al desvalido (Sal 10, 18).

Tenemos fe, y esa fe no es para guardarla, es para compartirla, es para darla. No se trata de rezar mucho, se trata de que la oración se traduzca en aliento para otros, en acciones y propuestas que ayuden a todos.

Dios está luchando hoy en los hospitales, está sufriendo en los que mueren, está alentando con su espíritu de sabiduría al personal sanitario, y está escuchando nuestra oración.

Desde Semanario, los  invitamos a que no se cansen de ser aliento de los suyos, que den consuelo a los que sufren, que no perdamos la esperanza, aunque las cifras nos asusten. Tenemos delante la oportunidad de ser verdaderamente luz para nuestro mundo, de dar testimonio y gritar como nos dice el Papa Francisco “no cedan al miedo, Jesús está en la barca con nosotros”.

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