Periodistas se quejan de la exagerada seguridad del cardenal Aguiar Embestidas del feminismo radical, empujones a periodistas y la arquidiócesis de chocolate

Feminismo radical, pintas ofensivas en paredes de iglesias, injurias a un sacerdote, debate sobre el aborto... Y el arzobispo de México guarda silencio.

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Feminismo, mucho feminismo, intolerancia y revancha pudo sentirse en el inicio de esta cuaresma cuando el primer viernes del tiempo de penitencia coincidió con la conmemoración del día internacional de la mujer entre airados debates en las Cámaras del Congreso de la Unión sobre la emancipación, la equidad y cuestiones de género.

La “marea verde” representada en una mascada de feministas radicales -curiosamente, el tono de vida para promover el aborto- tomó las Cámaras del Congreso de la Unión y el viernes dedicado a la festividad del Señor de la Cañita, la devoción del Cristo sufriente después de su salvaje flagelación en la Fortaleza Antonia, se pintó de ese color de la liturgia relativista que pretende imponerse como “libertad” emancipatoria del régimen patriarcalista representado en el clero de una Iglesia dogmática y absolutista.

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Las marchas feministas en Ciudad de México emularon las de otras grandes ciudades. Siempre en malas copias, las radicales simpatizantes del movimiento del aborto libre como derecho, reprodujeron las pintas ofensivas en iglesias y templos del centro de la capital mexicana e incluso la furia de las feministas se proyectó contra un sacerdote quien terminaba la Jornada de confesiones en catedral metropolitana de la arquidiócesis de México agrediéndolo con las consignas ya sabidas: “aborto legal, gratuito y seguro” … “Yo decido sobre mi cuerpo”, “Cura maldito, maricón…”

La radicalización del debate fue tratada en la misma presidencia de la República. Andrés Manuel López Obrador dijo en Guadalajara que “algún día hablará sobre el aborto” y dejó abierta la posibilidad de someter la cuestión a consulta con iracunda reacción del feminismo y de los defensores de los derechos reproductivos que dicen que no es un tema que deba decidirse entre el sí o el no.

El tema llegó a niveles de confrontación cuando el Congreso de Nuevo León aprobó la reforma para el reconocimiento constitucional del derecho a la vida, para los abortistas es un retroceso que impediría el acceso a la interrupción del embarazo seguro y económico para cualquier mujer.

En esta cascada de hechos no pasa desapercibido el silencio del arzobispo de México. Y es directamente cuestionado puesto que dos de las iglesias bajo su jurisdicción fueron violentadas, además de un sacerdote como blanco del odio y de la intolerancia. Lo del cardenal Aguiar no es nuevo. Su silencio y ausencia van siendo la típica manera que no orienta a quienes, en este momento, requieren del pastor que apacienta. Ausente de catedral -por cierto, el miércoles de ceniza, para evitar tumultos y tráfico, prefirió la Parroquia de Santa María de los Apóstoles al sur de la Ciudad, muy cercana en el lugar de su domicilio- ve de lejos al pueblo guadalupano desde la sede de Basílica que, ahora, tuvo otro capítulo infortunado que escapó de las manos del equipo que rodea al arzobispo de México.

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Y es que en el marco de la inauguración de una exposición fotográfica en torno a las expresiones y devociones populares, Carlos Aguiar bajó de su inalcanzable sede para ir al atrio de las Américas donde, por la falta de planeación, organización y previsión,  reporteros y medios de comunicación fueron agredidos por el cuerpo de seguridad del purpurado quien iba cubierto y protegido del inclemente sol  que agobia a la capital del país. La situación se escapó de las manos y los reclamos generaron evidentes molestias. Sólo un veterano reportero del equipo de comunicación del arzobispado ofreció disculpas por los inconvenientes provocados. Ni el cardenal Aguiar o sus cercanos dieron explicaciones o bien trataron de evitar los empujones de los guardias. Al momento, nadie ha dado la cara para decir qué fue lo que pasó ante lo que, a juicio de algunos reporteros, fueron medidas exageradas de los guaruras de Basílica y de Carlos Aguiar.(Ver La Prensa. Agreden a reporteros al interrogar al Cardenal)

Pero lo más interpelante es el hecho de la respuesta del cardenal Aguiar en torno al aborto: “Lo único que quiero retomar es que el presidente dijo que es un tema polémico, que necesitamos apaciguarlo, que no nos confronte…Los políticos deben escuchar al pueblo…” Esas palabras deberían hacernos arquear las cejas especialmente cuando un prelado, maestro y pastor de la fe, arzobispo primado de México, sólo atina a citar las palabras del presidente de México para reducirlo como tema polémico… a diferencia de sus pares en la Conferencia del Episcopado Mexicano quienes, durante el fin de semana, sin ambages ni concesiones hicieron pronunciamientos sin lugar a la interpretación: La vida no está sujeta a negociaciones y debe ser protegida desde la concepción.

Carlos Aguiar salió bien librado y protegido por guardias y guaruras para cortar el listón de la exposición. “Una imagen vale más que una palabra” (sic) diría el arzobispo rodeado de su más cercano equipo aun por encima de las autoridades de Basílica de Guadalupe, entre ellas el rector del recinto. Mientras en la arquidiócesis, las cosas parecen rebasar la capacidad del aparato de comunicación social, el arzobispo Aguiar vive una realidad de chocolate que se le derrite en las manos… Y no es sólo por el intenso calor que en estos días se siente en la capital del país.

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