Encuentro entre pastores con el objetivo de la concreción



Andrea Tornielli / L´Osservatore Romano.- Hay una expectativa mediática excesiva en vista de la próxima reunión convocada por el Papa Francisco sobre el tema de la protección de los menores y de los adultos vulnerables, como si se tratara de un evento a medio camino entre un concilio y un cónclave. Una expectativa con la que se corre el riesgo de hacer que pase a un segundo plano el significado eclesial de un encuentro entre Pastores, entre los presidentes de las Conferencias episcopales de todo el mundo, que junto al Sucesor de Pedro reflexionarán sobre el tema de los abusos.

Sobre todo hay que subrayar la universalidad típica de la Iglesia católica que se reverbera en el encuentro: la presencia de los episcopados de todo el mundo, llamados por primera vez juntos a afrontar esta dolorosa llaga que ha sido y es fuente de enormes sufrimientos para las víctimas y de contra-testimonio evangélico, ayudará a acrecentar el conocimiento de todos sobre la gravedad de la crisis. El fenómeno de los abusos a menores, las dramáticas experiencias de las víctimas, los procedimientos a aplicar frente a las denuncias y las indicaciones para garantizar un ambiente seguro a los niños y a los jóvenes serán, por lo tanto, examinadas con una óptica no solamente europea o estadounidense.

El objetivo de la reunión es muy concreto: hacer que cada uno de aquellos que tomen parte pueda regresar al propio país teniendo absolutamente claro lo que es necesario hacer (y no hacer) frente a estos casos. Cuáles son los pasos a cumplir para tutelar a las víctimas, en el respeto de la verdad y de las personas implicadas, para hacer que nunca más ningún caso se encubra.

Obviamente habrá que esperar el diálogo entre los obispos y las propuestas que se avanzarán para aclarar mejor o especificar algunos aspectos particulares de la normativa vigente en materia. Con la conciencia de que no se trata de un «año cero» de la lucha contra los abusos porque en los últimos dieciséis años se han llevado a cabo muchos pasos significativos y concretos. Las normas para actuar han quedado establecidas y ajustadas por la voluntad de los últimos Pontífices y en algunos casos pueden ser definidas como «de emergencia», por la rapidez de acción que permiten hacia los culpables de este delito.

Pero las normas, las leyes, los códigos, los procedimientos cada vez más afinados no bastan, no podrán nunca bastar si no cambian la mentalidad y el corazón de aquellos que están llamados a aplicarlas. Por eso, Francisco continúa indicando la vía de la conversión. Por eso es importante que cada uno de los participantes del encuentro escuche los testimonios de las víctimas supervivientes y tome ejemplo del testimonio de Benedicto XVI y de su sucesor, que en los últimos diez años, en varias partes del mundo han acogido a las víctimas, las han escuchado, han llorado con ellas compartiendo su sufrimiento.

En el discurso reciente a la Curia romana, Francisco, después de haber reafirmado que incluso un único caso de abusos sería ya «una monstruosidad por sí mismo», había añadido que la reunión de febrero servirá para intentar «transformar los errores cometidos en oportunidades para erradicar» la llaga de los abusos «no solo del cuerpo de la Iglesia sino también de la sociedad».
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