La muerte del obispo auxiliar de México, Francisco Daniel Rivera Sánchez, empujó al arzobispo Aguiar a replantear las obligaciones de los auxiliares en una estrategia quizá desesperada por la marisma que ha empantanado a la arquidiócesis de México y lanzar una soga de confianza al presbiterio. Ante la impresionante erosión de las relaciones que le han llevado a uno de los puntos más críticos de su arzobispado y agudizado por la crisis del covid-19, surgieron iniciativas entre sacerdotes ante los estériles llamados del presbiterio a las autoridades arquidiocesanas. Por eso, y sin consultar al Consejo Episcopal, el arzobispo Aguiar afirmó “haber reflexionado” para reasignar urgentemente la tarea que el finado obispo tenía, por cierto, sin frutos palpables. “Tomando en cuenta la prioridad pastoral que representa la atención al clero arquidiocesano”, Aguiar Retes hace un enroque tomando por alfil al obispo Luis Manuel Pérez Raygoza. No sólo se trata de uno de los elementos más jóvenes cercanos a Aguiar. Su nuevo oficio quiere subsanar los errores que ya cuestan caro. Pérez Raygoza es conocido por una inmensa mayoría; él, junto con el obispo vicario general, Salvador González Morales, representan las voces con más legitimación en el Consejo Episcopal y son los que mejor conocen la realidad arquidiocesana por haber nacido, crecido, formado y ordenado en ella. Pronto, Pérez Raygoza tomó cartas en el asunto. Consciente de la tormenta desatada, aventó manualitos y directorios de descuentos médicos  afirmando, sin querer, lo que el presbiterio denuncia: Vivir en la absoluta indefensión, sin seguridad y abandono propiciada por el equipo económico del arzobispado y consentido por Aguiar. Pérez Raygoza sabe que las facturas pasan altos costos y ahora, por lo pronto, será el pararrayos de un descontento que ha desbordado al mismo círculo protector de Carlos Aguiar. El muro de contención que habían edificado en torno al cardenal ya no puede parar lo que diversos medios y periodistas analizan: Aguiar tiene la barca de la arquidiócesis sin dirección y a la deriva. Y el primer fuego a apagar está en el mismo presbiterio. Dura tarea para obispo Pérez Raygoza y ¡Sálvese quien pueda!

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El 28 de enero, la Universidad Pontificia de México celebró su día con un evento académico virtual. Uno de los platos fuertes fue el anuncio de la eventual sucesión para relevar al Dr. Mario Ángel Flores Ramos después de nueve años al frente de la UPM. El actual rector pudo saltar tres trienios para consolidar un proyecto que ha costado sangre, sudor y lágrimas. Eso valió para que Carlos Aguiar pusiera sus ojos sobre él como una pieza clave en la renovación y promoción de la UPM. La cosa quedó de manifiesto en el discurso del gran canciller Aguiar alabando la labor de Mario Ángel Flores quien, casi al borde de la emoción, no ocultó el sentimiento al anunciarse su inminente relevo. Sin embargo, como ha sido la tónica en este arzobispado, Carlos Aguiar no disimuló en absoluto sobre lo que realmente le ocupa: la economía. Y es que fue tal el énfasis del arzobispo sobre los dineros de la Pontificia que el gran canciller de la “querida universidad” apuntó directamente hacia todos los que han ayudado de forma generosa y desinteresada, como fueron las diferentes diócesis del país y bienhechores para sacar de la crisis a la universidad y en el que tuvo un papel preponderante el rector saliente que hizo “crecer en lo material” a la institución. Ya es verdad sabida que el arzobispado de México pasa por una tremenda crisis que, hasta noviembre, tenía un déficit de casi 3 millones de pesos. Y, según los allegados al equipo económico de Aguiar, comandados por Eduardo Pisa, han acaparado lo que sí es negocio en el arzobispado para desaparecer lo que no genere riqueza. La Universidad Pontifica representa un asidero de estabilidad financiera muy codiciado por Carlos Aguiar, sobre todo por la proyección nacional y de pudientes bienhechores. Esto debería alertar para garantizar un proceso transparente e imparcial para generar una terna que mantenga afuera de la Pontificia, las garras y consolidar el éxito construido por Mario Ángel Flores. No hay duda, Aguiar Retes ya puso sus ojos en lo que reditúa, un botín que se llama UPM.  

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Todavía no podemos dimensionar el golpe que han llevado las comunidades religiosas por la pandemia. No hay número, ni cifras, no conocemos a las víctimas, tampoco de las secuelas en religiosas provocadas por la enfermedad. La semana pasada, un noticiero dio cuenta de los contagios en un convento en Ciudad de México, habría muerto una religiosa y sólo la ayuda de los fieles hace posible que las religiosas afronten la enfermedad. Aquí el enlace del reportaje. ¿Cuál fue la reacción del arzobispado? No es nuevo esto de las dramáticas carencias y verdadera pobreza de religiosas. En julio pasado, en plena crisis del primer confinamiento, un convento de religiosas Clarisas Capuchinas Sacramentarias lanzó el desesperado SOS y pedir la solidaridad de los fieles para salir adelante. Del arzobispado sólo recibieron unas discontinuas despensas. Este es otro aspecto lamentable de Carlos Aguiar cuando ha tratado a los religiosos como ajenos a la vida pastoral del arzobispado, pero gravándolos en lo económico con las cuotas. Fue tal el impacto del reportaje de las religiosas dominicas que, por la Jornada de la Vida Consagrada del 2 de febrero, Aguiar Retes hizo lo que mejor pudo. En un video, aparece con voz compungida para lamentar la muerte de los miembros de la vida consagrada que ni él mismo conoce: “Ustedes han sido muy importantes… y quiero enviarles una sincera condolencia para todos los que han sido contagiados e infectados por el covid e, incluso, me uno en oración por todos los que han fallecido, miembros de sus congregaciones…”; sin embargo, religiosos han levantado la voz sin tapujos para decir que el pastor de esta Iglesia no huele a oveja por el simple hecho de que la arquidiócesis de México no tiene pastor…

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Entre todas estas dificultades, una buena noticia es la de la plena recuperación del rector y vicario episcopal, padre Salvador Martínez Ávila. El 14 de enero anunció su confinamiento por covid-19 y, posteriormente, fue internado de urgencia en un hospital cercano a Basílica, el mismo donde pudo salvar la vida el canónigo emérito Alberto Reynoso. Quienes conocen de cerca al rector manifestaron que el clérigo tenía mucha preocupación no sólo por la enfermedad sino por los gastos que pudiera generar una eventual hospitalización. La factura podría ser muy cara, más cuando el segundo en mando, el canónigo Gustavo Watson Marrón, fue intervenido de emergencia por otras complicaciones distintas a la pandemia en el mismo hospital, el pasado 23 de enero. En otro momento, aquí se reportó que fue el mismo cabildo guadalupano y no el arzobispado de México, el que tomó previsiones para sus canónigos. Hoy se conoce que la hospitalización del padre Salvador podría haber llegado a buenos acuerdos no tan onerosos, lo que sería un milagro en el Año Jubilar Plancartino en honor al mismo patrono de las religiosas que regentean el hospital que sacó adelante al sucesor del insigne abad José Antonio Plancarte y Labastida.