Explotación de las mujeres… ¿también en la Iglesia?

Editorial CCM / Al celebrarse el Día Internacional de la Mujer, comunidades y organizaciones invitan a la ciudadanía a reflexionar sobre el papel, oportunidades, rezagos, violencia y discriminación de esta parte de la población mundial. Examinar la situación de las mujeres ayuda a tener en cuenta que aún falta mucho por hacer en elemental sentido de justicia.
En México, aunque se han logrado avances importantes en cuanto al respeto de los derechos humanos de las mujeres, existen urgencias y condiciones muy lamentables que llaman la atención. La violencia en nuestro país impacta de forma particular a sectores vulnerables entre los que se encuentran niñas y mujeres. Cifras alarmantes se han dado en torno a este problema cuando se percibe que, en una década, la violencia contra ellas asciende y tiene matices más inhumanos que reflejan la descomposición social.
De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) de las “46.5 millones de mujeres de 15 años y más que residen en el país, se estima que 30.7 millones de ellas (66.1%) han padecido al menos un incidente de violencia emocional, económica, física, sexual o discriminación en los espacios escolar, laboral, comunitario, familiar o en su relación de pareja”.
Por otro lado, la violencia laboral impide las sanas condiciones para el desarrollo personal y económico. La misma encuesta afirma: “De las mujeres que han trabajado, 27 de cada 100 ha experimentado algún acto violento, principalmente de tipo sexual y de discriminación por razones de género o por embarazo”. Más adelante señala la exigencia de “pruebas de embarazo” para lograr un empleo. Cerca del dos por ciento, en etapa económicamente activa, fueron despedidas o les fue negado un contrato por el hecho de estar esperando un hijo.
Cualquier ambiente puede ser adverso desde el hogar hasta la misma Iglesia. La semana que concluye, el diario vaticano L´Osservatore Romano, en el suplemento mensual dedicado a las mujeres, hizo una radiografía incómoda de la posible violencia laboral contra quienes son la fuerza principal de la Iglesia católica a nivel mundial. Según las estadísticas eclesiales, en el 2016 habían más de 682 mil religiosas repartidas en los cinco continentes dedicadas a todo tipo de labores. El diario del Papa afirmaba la “explotación generalizada de las monjas en la Iglesia católica con trabajos sin paga o sueldos muy bajos”. Según el informativo de la Santa Sede, hay religiosas con altos niveles de especialización teológica que sirven en tareas domésticas con bajísimos o nulos salarios lo que constituye una falta a la justicia a las consagradas.
En esta dinámica, la exigencia estriba en acabar estas conductas contra las mujeres en cualquier ambiente. La historia de la humanidad es, evidentemente, moldeada por el talante femenino al cual mucho debemos. En el Día Internacional de la Mujer, no bastan palabras de agradecimiento hacia ellas. Cualquier elogio podría palidecer ante la realidad de una sola mujer sometida y explotada especialmente en la Iglesia donde, pretendidamente, se mantiene este orgullo por su genio como evangelizadoras y, en la otra cara de la moneda, “están abrumadas por el peso de la vida y por el drama de la violencia, mujeres esclavas de la prepotencia de los poderosos…” (Papa Francisco. Ángelus, 15 de agosto, 2016)