Editorial CCM Informe y crisis, la depresión mexicana

Informe y crisis, la depresión mexicana
Informe y crisis, la depresión mexicana

López Obrador rendirá el segundo informe de gobierno como lo ordena la Constitución. En pocos meses, la transformación que juró a los mexicanos hace agua y está afrontando una tremenda crisis la cual, a juicio de los especialistas y de la misma Secretaría de Hacienda y Crédito Público, no se ha visto desde 1932 cuando la Gran Depresión prácticamente destrozó la economía nacional al verse impactada por los efectos que tuvo sobre la estadunidense de la cual se dependía en gran medida, además de la inestabilidad política al interior generada por años de convulsiones internas después de la Revolución.

La situación actual es comparable con aquel momento de la historia mundial, pero hoy las consecuencias podrían ser más graves debido a la interdependencia global, además de la enfermedad del covid-19 que aún no tiene ninguna solución biológica a través de una vacuna y del nulo crecimiento de la economía que se venía dando aún antes de la pandemia.

El 1 de septiembre, la apertura de tercer año de la LXIV Legislatura abre además la carrera por el poder político. En 2021, la elección “más grande de la historia moderna” tendrá este escenario de crisis con el riesgo de convulsiones sociales ante el creciente número de pobres y del desempleo que ya alcanzó al 25 por ciento de la población según algunos cálculos. Sólo entre marzo y julio se perdieron más de un millón 100 mil empleos según el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) sin dejar de lado la violencia e inseguridad sin solución y que fueron premisa principal que llevó a AMLO al poder: la pacificación.

Informar a la Nación debería convertirse en una responsabilidad que admita los errores y las posibilidades reales de desarrollo. El riesgo es evidente. Informar sobre el populismo en base a irrealizables objetivos demagógicos no sólo implicaría una traición a la supuesta transformación anhelada por el presidente, sería un golpe mortal para las clases económicas urgidas de fuentes de empleo, no sólo de beneficios sociales y programas temporales que entregan recursos paliativos, pero sin soluciones reales para su desarrollo y estabilidad.

Para López Obrador y los diputados del Congreso de la Unión facultados para la aprobación del presupuesto económico 2021, los esfuerzos deben tener un foco muy claro: Levantar a México porque aún no se ha tocado fondo. Una clave es enviar los signos de confianza para permitir las inversiones con la generación de los empleos que necesita la sociedad mexicana. El crecimiento pasa por perspectivas reales a fin de vencer las polarizaciones y poner una causa en común, además de un presupuesto responsable que efectivamente vea por el desarrollo social, la salud y el reimpulso financiero ajeno a caprichos unipersonales como si todavía se prolongara una campaña y carrera política para la obtención de la presidencia.

En el Proyecto Global de Pastoral PGP 2031-2033, los obispos de México indican que “toda crisis puede ser positiva para la humanidad, aunque por momentos, nos hace sentir como huérfanos, porque los valores, comportamientos, conductas y formas de ser que le daban significado a nuestra vida, parece que ya no encajan en esta nueva realidad. Esto ha traído consigo desaliento, desorientación y superficialidad, dando paso a otro rasgo de nuestro tiempo: una especie de depresión humana, espiritual y moral”. (Cf. No. 37). En este panorama, la mezquindad del sistema político, en el cual está instalada la pretendida transformación prometida por el cambio generado en las urnas en 2018, es peor que la del neoliberalismo. Por eso debe despojarse de las ambiciones del poder por el poder. “Primero los pobres” fue lema de campaña. Hoy México es una nación sumida en la depresión que requiere de una terapia intensiva definitiva antes de que el colapso sea mortal y definitivo.

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