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Editorial Arquimedios
Una afirmación hecha en un contexto particular, del Papa Francisco, respondiendo a una situación concreta que no tenía nada qué ver con las uniones entre personas del mismo sexo, sino que se refería a niños que, de facto, están creciendo dentro de una relación homosexual, ha sido motivo de una gran polémica, sin duda acrecentada sin sentido.
La expresión del Pontífice se convirtió en caldo de cultivo para el amarillismo que se desbordó, conociendo los dividendos que conlleva y que ha dado pie a que destile mucha tinta. No hay mucho qué agregar, sobre todo para no hacer gratuitamente el caldo gordo a nadie.
Sin embargo, es necesario recordar lo conducente respecto al tema. La respuesta y, sobre todo, la aclaración a las dudas y confusiones provocadas, las encontramos en el Catecismo de la Iglesia. Reconoce que en muchas personas, la tendencia homosexual está profundamente arraigada (n. 2357), y que esta inclinación constituye para la mayoría de ellas una auténtica prueba (n. 2358). Y, sin más ni menos, señala que las personas con esta preferencia, “deben ser acogidas con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición”. El Papa Francisco se ciñó a esta doctrina, y su afirmación, incluso suponiendo que se refería a ellos, ni insinúa ni modifica nada.
Al respecto, el Cardenal Francisco Robles subrayó que “las palabras del Papa fueron maliciosamente sacadas de contexto, en base a una afirmación del director del documental “Francesco”, misma que denota la intención de manipular sus palabras”.
Y añadió: “Los católicos nos debemos atener a la enseñanza de la Iglesia que el Papa Francisco ha reiterado, no la ha cambiado. Él es garante de esta enseñanza sobre la dignidad de toda persona, independientemente de cualquier diferencia. Mantiene la enseñanza del Matrimonio cristiano entre un hombre y una mujer, de manera estable y abiertos a la procreación, y que ninguna otra unión se le puede equiparar a este vínculo”.
Por otro lado, de diferente modo se ha abogado para que los homosexuales no sean personas anónimas ante la ley, sino que se les otorgue una figura jurídica capaz de protegerlos, que les garantice derechos. Pero desde la perspectiva natural, no se puede equiparar con el matrimonio, que resulta literalmente contradictorio. El nombre de matrimonio ya lo tienen las uniones de un hombre y una mujer. Las uniones homosexuales pueden asumir otro nombre, que hasta originalidad les puede dar. En Jalisco están protegidos legalmente, y con derechos, con la Ley de Libre Convivencia del Estado de Jalisco (2013).
El tema seguirá siendo polémico, y nunca faltará quien se quiera seguir aprovechando de ello, pero no nos confundamos, las cosas no han cambiado en la doctrina católica.
http://www.arquimediosgdl.org.mx/editorial/el-papa-en-problemas/
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