Lo virtual no puede suplir la acción salvífica de los sacramentos “El Pueblo necesita de su alimento sobrenatural”: Canónigo de Basílica de Guadalupe

“El Pueblo necesita de su alimento sobrenatural”: Canónigo de Basílica de Guadalupe
“El Pueblo necesita de su alimento sobrenatural”: Canónigo de Basílica de Guadalupe

*El perdón de los pecados incluye necesariamente la confesión privada y personal, no por medios electrónicos.

*Jesucristo instituyó la Eucaristía como convite fraterno, personal y comunitario.

No hay duda de que se abre un debate en cuanto a la forma de celebrar, la pastoral y el contenido de los dogmas de fe en la Iglesia. El coronavirus nos ha compelido a buscar alternativas para celebrar en casa, de forma virtual, y además, ante las voces que ven que esas celebraciones podrían ser comparadas como verdaderos sacramentos. ¿Qué implicaciones y consecuencias habrá al respecto?

Una de las voces más autorizadas que abre el diálogo es la del canónigo del cabildo de Basílica de Guadalupe, Mons. Juan de Dios Olvera Delgadillo. Doctor en Teología Dogmática por la Universidad Gregoriana, quien fue designado por el Papa Francisco como “Misionero de la Misericordia” en 2016.El también fundador del grupo “Amistad Sacerdotal” en la arquidiócesis de México expresa a este blog estas implicaciones particularmente sobre las inquietudes en cuanto a la efectividad de los sacramentos y del perdón de los pecados. A decir del canónigo Olvera Delgadillo, los fieles en esta cuarentena deberían tener el auxilio de los obispos para que, de manera dosificada, puedan recurrir realmente a los sacramentos y no sólo de manera virtual.

Padre Juan de Dios, ¿Cuáles serían las principales implicaciones espirituales para los católicos al celebrar los principales misterios de la salvación en casa, en encierro y ausentes de los templos?

-La pregunta no es fácil de responder brevemente, pues implican muchos aspectos a analizar. Intentando una respuesta sucinta, esta pregunta sería la pregunta de si un fiel bautizado puede subsistir en su vida de seguimiento a Cristo sin la ayuda de los sacramentos. El ser humano sin la gracia que dan los sacramentos no se sostendría en la comunión con Dios, sin pecar, ni en su vida de fe y más bien tendería a perder esta gracia e incluso a deshumanizarse. Lo aquí dicho se refiere a circunstancias  ordinarias;  sin embargo,  en situaciones en las que el fiel sin culpa,  examen aparte es la responsabilidad de los pastores en la provisión de los sacramentos a los fieles y la oportunidad o no de aplicar  medidas restrictivas en determinadas circunstancias,  no puede tener acceso  a los sacramentos, pensamos que Dios, en su fidelidad y misericordia, no  abandona a aquel que, luchando ante las dificultades de la vida diaria, se esfuerza  en mantenerse en gracia al seguimiento de Cristo. En esa circunstancia pensamos, creemos y confiamos que entra en acción un canal extraordinario de Dios para proveer lo necesario a nivel de gracia y de fe. Pensemos en cristianos perseguidos e injustamente encarcelados como en China, en Vietnam, en situaciones de guerra o de territorios de misión.

Es claro que las vías extraordinarias tienen implicaciones concretas, límites que no se adoptan para permanecer para siempre…

-El camino extraordinario es extraordinario, efectivamente. Significa que apenas sea posible, con todas las medidas prudentes del caso, es necesario regresar   al camino ordinario de la gracia que es la vía sacramental. No hacerlo sería “tentar a Dios” de que provea necesariamente donde ya se puede obtener la gracia por el camino ordinario.   Así,  por ejemplo,  cuando alguien  se encuentra en pecado  grave o mortal -aunque hay  quienes, temerariamente, ya no es de su agrado   emplear esta terminología- y no se tiene la posibilidad de acudir a un  sacerdote, debe  realizar  un acto de contrición perfecta arrepintiéndose de  sus pecados, lo que implica el firme propósito  de no volver a ofender a Dios ni en ese pecado ni en ningún otro, por el dolor  de los pecados  y  arrepentimiento de los mismos por haber ofendido a Dios por ser Él quien es, Padre infinitamente bueno y no motivado únicamente por el temor al castigo que mereceríamos por nuestros pecados, que podría llegar incluso a la condenación eterna en el infierno, categorías que hoy no son tan populares, aunque sí reales. Esto es doctrina católica de siempre.

El confinamiento y la “sana distancia” impide que los fieles vayan ante un sacerdote y sean perdonados de sus pecados en confesión auricular. Ahora se pretende hacer confesiones a distancia con la misma validez, ¿Esto es posible?

-El perdón de los pecados se brinda a  través del sacramento de la penitencia, por  lo que para que la contrición perfecta obtenga adelantadamente el perdón de los pecados incluso graves o mortales debe necesariamente incluir el propósito de confesarse  apenas  sea posible. Esto no es clericalismo  de  ninguna manera,  pues Cristo mismo ha querido que el camino del perdón sea precisamente la Iglesia, misma que administra el perdón a través del ministerio sacerdotal ordenado que actúa “in persona Christi”, y realiza así el mandato de Jesús a sus apóstoles: …Reciban el Espíritu Santo: a quienes les perdonen los pecados les serán perdonados…

Sin embargo, quizá se piense que estas formas extraordinarias están otorgando este perdón efectivo por los pecados mortales, muchos lo creen así…

-Lo extraordinario de esta vía denota sus límites. Es un acto que, en situación de imposibilidad de acceder al sacramento de la reconciliación, de forma válida nos obtiene adelantadamente la gracia  del perdón de los pecados, incluso graves, pero ligado este perdón a la intención de recibir el sacramento  de la penitencia apenas sea posible; otra limitación es que subjetivamente  la certeza del perdón, al depender éste de un acto mismo del penitente, que consiste en  que sea movido  por el  amor a Dios y no por el temor al castigo, difícilmente es plena, sino  hasta  que se nos da la certeza  de la recepción del sacramento de la penitencia, el cual perdona los pecados graves o mortales  incluso partiendo del solo temor al castigo  por parte del penitente y ayudando  al mismo con la gracia abundante que da el sacramento, brindando así certeza plena de reconciliación con Dios y con la Iglesia. Prolongar una situación extraordinaria más allá de lo necesario no es pastoralmente prudente, pues el Pueblo de Dios necesita de su alimento sobrenatural y divino en Cristo. Quizá sirve este ejemplo. Una madre que, en ausencia del padre, por motivos de fuerza mayor debe ausentarse y deja a sus hijos  en  casa  con lo indispensable para sobrevivir. No podríamos decir que, porque los niños sobreviven, ya no es necesaria su madre, al contrario, urge el regreso de mamá, pues la necesitan.

Y en cuanto a la celebración de la misa en medios de comunicación y redes sociales, ¿Qué decir? Esto se ve como una gran novedad y se está explotando como la mejor solución en este confinamiento…

 -Así es.  El Pueblo de Dios necesita la celebración del culto divino en la Santa Misa  y la gracia de los sacramentos; sin embargo, no se puede conferir a través de los medios electrónicos de comunicación  social. Cristo no lo diseñó así, instituyó la Eucaristía como un convite fraterno, personal y comunitario. De otra forma, nos situaríamos en el error de una fórmula protestante: proclamación de la Palabra lo cual es excelente, pero incompleto, pues se excluye el sacramento; anuncio de la salvación sin realización de esta no es viable. En la Iglesia  siempre ha sido Palabra y Sacramento, Palabra-anuncio y Sacramento-signo  sensible, humano, encarnado y eficaz, que realiza la gracia y la construcción  de la Iglesia. En la historia de la Iglesia ha habido, por motivo de persecución o guerra, la suspensión forzada del culto divino, de la celebración de la Santa Misa  y los sacramentos. Todo fue reinstaurado por el Papa y los obispos apenas sea posible, conscientes de lo dañino  que es acostumbrar al Pueblo de Dios  a  no tener  la Santa Misa, los sacramentos y el culto debido a Dios. En México, por la persecución religiosa se cerraron los templos y se prohibió el culto, muchos “cristeros” arriesgaron su vida celebrando clandestinamente la Eucaristía o participando de ella,  y muchos otros la perdieron por ello mismo. Sin embargo, apenas fue posible se buscó urgentemente la forma de que esa situación que también perjudicaba la fe del Pueblo de Dios se revirtiera lo antes posible, y ello fue preocupación del Papa Pío XI, respondiendo a los anhelos del Pueblo mexicano que reclamaba su fe en Cristo Eucaristía, amparándose en la guía y el cuidado maternal de Santa María de Guadalupe.

¿La fe por sí sola justifica las celebraciones privadas como si fueran sacramentos?

-La celebración en casa no puede suplir la celebración de la Santa Misa celebrada  por un sacerdote. Esto es claro. Pero en vía extraordinaria,  lo que se busca  es que en una situación de imposibilidad de los fieles  para acceder a los sacramentos, eleven su plegaria a Cristo  y se unan espiritualmente  a los misterios  que celebran nuestra fe y que son celebrados por los sacerdotes en cualquier altar del mundo. Esto particularmente en la Semana Santa, en el  Triduo pascual o bien durante el tiempo pascual o en el tiempo litúrgico en que se encuentren. Unirse espiritualmente, pues de momento no pueden recibir el sacramento,  pero  con un corazón anhelante, como el Pueblo de Israel anhelaba en el destierro alabar a Dios algún día en Jerusalén, realizar lo que en estas circunstancias es posible: mantenerse en gracia de Dios, sin pecar, ofrecer nuestro corazón contrito y humillado, y sí alabar a Dios,  orar con Él, meditando  con las lecturas   de la sagrada Escritura los misterios de nuestra redención. Anhelando igualmente, pronto celebrar con la propia comunidad parroquial o diocesana,  la fe en Cristo muerto y resucitado.

El confinamiento en México se extiende incluso todo el tiempo de pascua; ante la ausencia, o por lo menos, la presencia restringida de fieles en celebraciones ¿qué podría recomendarse?

-Continuar buscando ser fieles a Cristo en la vida cotidiana, evitando el pecado, viviendo el Evangelio, siguiendo gozosamente a Cristo, creyendo, confiando, amando. Que así como a los afectados por la pandemia se les busca atender con medidas en los hospitales, que los fieles pudieran, con todas las precauciones del caso, acercarse de forma dosificada a las parroquias, con sus sacerdotes, para recibir, de tanto en tanto su “despensa”, necesaria de sacramentos, reconciliación, eucaristía, pues creativamente se han propuesto formas de recibir los sacramentos respetando  las normas sanitarias  de emergencia. Sí hay caminos, así como los ha habido para cubrir la necesidad de ir a comprar alimentos o para las actividades llamadas “esenciales”, entre las que no habría que descartar con juicio superficial y sin mayor reflexión aquellas relacionadas con la vida eterna.

Volver arriba