Editorial CCM Vacunas y ‘agandalle’

Vacunas y ‘agandalle’
Vacunas y ‘agandalle’

Ha comenzado la distribución y aplicación de las vacunas contra el covid-19. La adquisición llevada a cabo por los responsables de la administración pública se ha dividido en diversas etapas teniendo al personal sanitario como los primeros en recibirla.

El número de aplicaciones aún palidece ante la tremenda realidad que vivimos. La pandemia está en un punto si bien no desbordado, alcanzando dimensiones más que preocupantes y dramáticas por las historias de vidas que se ha llevado. Según la Secretaría de Hacienda, México ha pagado más de 6 mil 500 millones de pesos -310 millones de dólares- y ha recibido cerca de 53.000 dosis del biológico de Pfizer, aplicadas al personal sanitario y existen contratos que según garantizan 34,4 millones de dosis de Pfizer; 77,4 millones de AstraZeneca; 35 millones de la china CanSino y 34,4 millones de Covax de la Organización Mundial de la Salud.

No obstante estos datos alentadores, hay hechos que son un desafío y, además, comienzan a surgir historias reprobables. El reto es el acceso equitativo a las vacunas conforme a las etapas previstas en los planes gubernamentales; sin embargo, los médicos en la primera línea de batalla revelan el trato desigual por los supuestos influyentismos y charolazos del personal administrativo o de directivos intentando meter en la fila a sus familiares para ser vacunados, incluso el amago penal de la Jefa de Gobierno fue de los más duros al advertir de las pretensiones de líderes sindicales de l gobierno de la Ciudad para lograr su cometido e inocularse.

En pleno primer día de año nuevo, las manifestaciones de médicos mostraron la indignación por los agandalles. Ya la Unión Nacional de Trabajadores por la Salud en México hizo un paro frente al Centro Médico Nacional La Raza, de los principales hospitales del país donde hay un número alto de contagios, para denunciar que las vacunas no llegan exclusivamente al personal médico al que tanto se le ha aplaudido y reconocido.

El gremio de la salud ha sido de los más golpeados en esta pandemia. En noviembre, se estimaban mil 884 muertes y 140 mil 196 infectados por coronavirus en diversos ramos del personal médico, enfermeras, laboratoristas, odontólogos y diversos colaboradores en clínicas, hospitales y centros de salud. Cansados y agotados, los que están en “la primera línea” ahora salen a las calles a manifestar estas irregularidades, además de denunciar las promesas no cumplidas de las autoridades como la entrega de los llamados “bonos-covid” por el cumplimiento de su noble entrega ahora bajo el temor de que si, en este primer del año las cosas no mejoran en cuanto al número de enfermos, los hospitales de la Ciudad de México y de otros estados en semáforo rojo podrían colapsar con consecuencias que nadie quisiera ver por esta durísima pandemia.

Debemos apelar a la responsabilidad y a la solidaridad. No se puede vivir como si esto fuera el relato de una película de zombies donde las cosas, al final, resultan tan espectaculares como irreales. A pesar de las condiciones económicass de miles de personas que han sido lastimadas en sus empleos y fuentes de ingresos, salir diario a conseguir el pan no es obstáculo para ser observantes rigurosos de las medidas que están a nuestra mano para paliar los efectos de esta enfermedad catastrófica.

La primera línea, a pesar de lo que se dice, quizá no esté en los hospitales exclusivamente. La responsabilidad implica bajar las armas del egoísmo, del influyentismo y de la corrupción. La sociedad gandalla debe convertirse para ser una comunidad solidaria porque, para que llegue la vacuna a todos, faltará mucho tiempo. No es hora de ser prepotentes de nuestros vicios sino de vivir conforme a un criterio de respeto por todos los que ahora sufren. Como afirmó el Papa Francisco en agosto pasado, la pandemia sigue causando heridas profundas, desenmascarando nuestras vulnerabilidades… Porque en México, necesitamos de una sanación física y espiritual, todo junto, fruto de un encuentro personal y social, antes que regodearnos en nuestras miserias y vicios.

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