Caso Adriana Martínez Estébanes escala a niveles inauditos Violencia contra derechos de feligresa persiste en la arquidiócesis de México

Violencia contra derechos de feligresa persiste en la arquidiócesis de México
Violencia contra derechos de feligresa persiste en la arquidiócesis de México

*Padre Juan Carlos Ávila Reza usa fuerza pública desmedida para impedir derechos de culto y religión.

*Supuesta orden de restricción “vigente” es usada para amedrentar a feligresa. Se le impide ingreso al templo y a visitar las criptas de su propiedad.

 *“Todo tiene un límite”, dice Adriana Martínez quien afirma irá hasta las últimas consecuencias.

El Día Internacional de la Mujer toma relevancia como una jornada por la igualdad, participación y el empoderamiento de la mujer en cualquier ámbito de la sociedad, pero ¿Qué hay en la Iglesia?

Sin duda, el papel de la mujer en la Iglesia es relevante. Las mujeres han colaborado como evangelizadoras, catequistas, en grupos parroquiales, sirviendo a los demás en la vida consagrada y en la laicidad.

Sin embargo, aún hay injusticias y circunstancias donde hay alguna forma de violencia o discriminación hacia la mujer, efecto todavía un acendrado clericalismo que ve en los laicos a los lacayos y no a los colaboradores en un solo bautismo.

Papa Francisco decía, en febrero pasado lo siguiente acerca de las violencias en contra de las mujeres:

“Hoy sigue habiendo mujeres que sufren violencia: violencia psicológica, violencia verbal, violencia física, violencia sexual”. “Es impresionante el número de mujeres golpeadas, ofendidas, violadas. Las distintas formas de malos tratos que sufren muchas mujeres son una cobardía y una degradación para los hombres y para toda la humanidad”

“Los testimonios de las victimas que se atreven a romper su silencio, son un grito de socorro que no podemos ignorar. No podemos mirar para otro lado”. “Recemos por las mujeres que son víctimas de la violencia, para que sean protegidas por la sociedad y para que su sufrimiento sea considerado y sea escuchado por todos”.

No obstante las palabras del Santo Padre, aún se padecen acciones de violencia que parecen permanecer debido a las reprobables actitudes de clérigos escudados al amparo de autoridades cómplices y evasivas constantes.

Este blog ha seguido un caso que raya en lo inaudito y absurdo por el constante abuso violentando los derechos de la mujer. Adriana Martínez Estébanes tiene meses de lucha para romper el silencio y denunciar a las autoridades eclesiásticas de la arquidiócesis de México, la nunciatura apostólica y de instituciones civiles la violencia en su contra cometida por Juan Carlos Ávila Reza, sacerdote responsable de la Comisión de Ecología de curia del arzobispo Carlos Aguiar Retes. A pesar de alzar la voz y pedir un encuentro con el arzobispo primado o el vicario general, el obispo Salvador González Morales, Martínez Estébanes ha tenido el encontronazo de la violencia verbal, agresiones de feligreses azuzados por el sacerdote y hasta el abuso de la fuerza pública que le han impedido ejercer sus derechos religiosos y de libertad de culto.

Recientemente, y no sólo una sino en tres ocasiones, Ávila Reza y sus colaboradores incluso llamaron a agentes de la policía con un despliegue de fuerza innecesaria y desmedida como si un delincuente estuviera atentando contra el cura cuando él ni se encontraba ni cerca de la zona. Efectivamente, imagine el lector… Mientras usted está solicitando servicios religiosos en la oficina parroquial, atiende una misa o acude a orar a sus difuntos en las criptas, de repente es amenazado e intimidado por empleados y policías en patrullas bajo el pretexto una supuesta orden de restricción vigente para proteger la integridad del párroco. ¿Qué pretende impedir ese sacerdote?

El cura Ávila Reza ha llevado esta situación a una escalada verdaderamente absurda aun alegando que Adriana Martínez tiene “ordenes de restricción vigentes” para ingresar a la parroquia y para limitar las distancias con él. Esto ha llegado a nivel de escándalo público suspendiendo incluso el momento celebrativo para que el envalentonado cura impida a la feligresa ingresar a su parroquia cuando ha demostrado abusos y serias irregularidades administrativas del párroco.

Adriana Martínez. Hasta las últimas consecuencias.
Adriana Martínez. Hasta las últimas consecuencias.

En entrevista, Adriana Martínez comparte a este blog los recientes hechos que vulneran sus derechos. Aún a la espera de alguna respuesta de las autoridades de la arquidiócesis primada de México y la nunciatura apostólica, expresa la justa indignación por ser tratada como una amenaza cuando realmente es una víctima de la misoginia escudada bajo un ornamento sacerdotal.

Ávila Reza es párroco de San Simón Ticumán en Ciudad de México. Además de ser Comisionado de Ecología y decano. Desde luego, la entrevistada lanza preguntas que necesitan respuesta obligada: "¿Los otros párrocos del decanato compartirán los mismos métodos violentos de su decano? ¿Es lo que debe predicar a los otros sacerdotes?"

¿Qué ha pasado con su caso? Después de varios meses, el asunto escala a niveles inauditos y el padre Ávila ha echado mano de la fuerza pública en su contra ¿Usted se siente amenazada?

-Me he sentido por supuesto amenazada y violentada, evidenciada públicamente dentro de la comunidad de la parroquia y de vecinos bajo falsos argumentos de parte del sacerdote Ávila Reza y otras personas. La gente está engañada por las mentiras del cura. En tres ocasiones, la policía se presentó, pero de hecho no actuó porque no había motivo alguno para ello y lo hicieron porque es su deber atender una llamada de emergencia que hicieron trabajadores parroquiales y el propio sacerdote. Ávila Reza abusó de las autoridades y del uso de la fuerza pública que quiso aplicar en mi contra, pero los mismos policías se dieron cuenta de que la situación era exagerada, tomaron nota de los hechos y no hubo más qué hacer. Este sacerdote me quiere hacer ver como una delincuente, no he hecho algo malo para ser arrestada; sin embargo, se están vulnerando mis derechos religiosos como bautizada y ciudadana. Un particular como Ávila Reza no tiene poder alguno para limitar mis derechos.

¿Por qué Ávila Reza ha tomado esta situación de forma tan estridente? ¿Por qué se le hace ver como culpable y denigrarla ante la comunidad?

-De lo que soy culpable es de ser una persona que creyó que el sacerdote Ávila Reza era una persona honesta, con valores y principios humanos y católicos, que la palabra violencia no estaba en sus pensamientos. Qué equivocada estaba. Varias personas me hicieron llegar el mensaje del Santo Padre con respecto a la violencia ejercida hacia las mujeres. Muchos me dijeron “mira es justo tu caso”. En efecto, mi caso es un cúmulo de ejemplos de las diversas formas de violencia que una mujer pueden tener cometidas por un clérigo.  La violencia del padre Ávila que dio origen a este caso, pasa por la violencia verbal, psicológica, discriminación y hasta la violencia institucional considerada así por la Comisión de Nacional de Derechos Humanos en México.

¿Hasta dónde quiere llegar con este caso?

-Continúo decidida a llevar esto hasta las instancias que tenga que llegar, por mí y otras personas que, como yo, han sufrido lo mismo, sin ser escuchadas o escuchados y, sobre todo, sin que haya existido una sanción en verdad ejemplar sobre quien actúe de esta manera, lejos muy lejos, de lo que Dios nos pide ser.

Si Ávila Reza ha incurrido en estas situaciones a todas luces discriminatorias y violentas, ¿Qué debería pasar con él?

-Considero que es más que evidente que el sacerdote debe recibir una sanción ejemplar por su actuar dado que lo que ha hecho en mi contra lo ha efectuado con saña y plena conciencia de sus actos. Es una lástima que desde el altar predique lo que él mismo no lleva a cabo y engañe a feligreses, siendo sacerdote desprestigia este estado de vida y a todos aquellos que han elegido serlo por verdadera y real vocación.

De manera inicial bajo mi punto de vista, contar con nombramientos que representan al cardenal Carlos Aguiar Retes, como comisionado y decano, me parecen que deben otorgarse a sacerdotes con valores, actitudes y comportamientos que Dios nos pide. No veo al cardenal o al obispo agrediendo a mujeres, hablando mal de feligreses y mintiendo a la fuerza pública para ejecutar acciones sin sustento legal.

Ávila reza ha demostrado incapacidad para administrar una parroquia y sus finanzas, arreglando cosas a modo y sin la transparencia de una administración para otorgar la certeza sobre los recursos parroquiales y su correcto uso conforme a las leyes civiles y canónicas. Qué mejor ejemplo mi caso donde aporté recursos y no sabemos qué pasó con ellos, ¿dónde están? Según me los devolvieron, pero yo no tengo esto, es un desastre. Pide que todo apoyo sea depositado a su cuenta personal ¿Por qué después de varios años al frente de su parroquia no ha podido implementar un esquema de finanzas transparentes como lo han hecho otras parroquias?

Creo que también su vocación sacerdotal debe ser evaluada porque simplemente su actuar no es la que se espera de un sacerdote. Quiere engañar a las autoridades de la arquidiócesis comentado que esto fue un tema personal, pero las acciones de violencia generada hacia mi durante estos meses no los ha efectuado a título personal sino valiéndose de investidura sacerdotal y oficio de párroco, lo subió de nivel ante diversos consejos en redes sociales de su parroquia mintiendo al respecto, incitando a los colaboradores a efectuar acciones de discriminación y violencia, pedir a feligreses que no me permitieran ingresar al templo, ordenar a otros sacerdotes de su parroquia que no me atendieran si yo les solicitaba una cita de acompañamiento espiritual a pesar de que esto lo ofrecían por medio de sus propias publicaciones. ¿Eso hace un sacerdote? ¿Eso es tener vocación? ¿Eso nos enseña Dios y eso pide Dios de una vocación sacerdotal?  Soy un caso, pero lamentablemente no soy la única que cuestiona sus acciones y actitudes, sí quizá sea la única que alza la voz y no he desistido en este largo caminar hasta obtener justicia. No somos perfectos, sólo Dios lo es, pero definitivamente violentar a una mujer no es algo aceptable bajo óptica alguna.

Así la lucha de Adriana Martínez persiste, mientras busca una respuesta coherente a los diversos recursos que parecen caer en tierra estéril a pesar de que, en los hechos, el arzobispo Carlos Aguiar argumenta que cualquier forma de violencia contra las mujeres “es un injustificable flagelo…” Sin embargo, en su propia arquidiócesis, no todas las mujeres son medidas con sus mismas palabras. Y menos cuando un cura de su presbiterio violenta e impide los derechos de una feligresa por más increíble que parezca.

Volver arriba