Editorial CCM A un año del primer caso de covid-19

A un año del primer caso de covid-19
A un año del primer caso de covid-19

El panorama aun es incierto. La lucha contra el covid-19 ahora tiene encima la potencial degradación al usar a la pandemia como recurso electoral. A un año del primer caso, más de 185 mil han muerto por la enfermedad.

Hace un año, las vidas de miles de mexicanos cambiaron para siempre. El 27 de febrero de 2020, un hombre ingresó al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias con el diagnóstico de una aguda infección respiratoria que, posteriormente, se identificó con el virus de la epidemia surgida en China.

Los primeros indicios dieron pauta a las autoridades para decir que la enfermedad sería controlada, domada, incluso se minimizaron los efectos y la potencia del contagio. En los hospitales había aparente tranquilidad, los medios de comunicación recorrían los nosocomios y notaban todavía el remanso que eran las salas de espera en comparación a la convulsión europea y asiática.

No podemos determinar con certeza cuántos mexicanos han estado expuestos a la enfermedad. En un principio, la relativa pasividad y calma de las autoridades sanitarias hizo pensar que esto sería igual a la crisis de la influenza. Algunos estiman que, después de un año del primer caso, hay cerca de 32 millones de mexicanos, una cuarta parte de la población, quienes pudieron ya estar expuestos a la enfermedad. Sólo el 20 por ciento presentó síntomas, el resto pasó por la vida propagando al virus.

Miles de historias nos hacen palidecer por el drama de esas familias. La pena por ver a sus seres queridos morir en los pasillos de los hospitales, la carencia de recursos del personal médico, el miedo alimentado por la indolencia de los responsables, son algunos de los efectos. Los muertos por covid-19 se han convertido en cifras anónimas. El primer caso se multiplicó por miles de personas, todos envueltos en la niebla del anonimato. Jamás sabremos quiénes fueron los padres y madres, hijos y seres queridos, abuelos y parientes muertos en soledad, sin la compañía a la que todos deberíamos tener derecho en los últimos momentos de la existencia.

México resiente los efectos económicos y sociales, prácticamente a los de la postguerra de 1918. Se afirmó que la pandemia, a nivel global, tendría peores efectos a los de la recesión de 1929. Si México ya tenía problemas de crecimiento antes de esta crisis, la mismo paralizó totalmente la actividad económica. En enero pasado, el Instituto Mexicano del Seguro Social señaló la pérdida de 647 mil 710 empleos en 2020. En octubre pasado, una nota técnica de la Organización Internacional del Trabajo afirmó que la economía mexicana estaba en shock por afectar a un mercado laboral ya debilitado por brechas en materia de acceso y calidad del empleo. Y a esto se suma el rezago educativo para los millones de estudiantes. ¿Cuántas niñas, niños y adolescentes han dejado la escuela por esta emergencia sanitaria y la crisis económica? 

Todavía estamos lejos de ver la paz, aunque la luz se ve por el inicio de la tímida campaña de vacunación que, aunque camina, no lo hace con la celeridad necesaria para garantizar la inmunización. En su mensaje, “Vacunarnos, un bien para la salud de todos”, la Iglesia católica de México advierte que en esta etapa de vacunación “la minimización de la contingencia, la falta de pruebas constantes para determinar el tamaño del contagio, diversas fuentes de desinformación sobre la eficiencia y/o la inmoralidad en la ingeniería genética de algunas vacunas circulan por diversas redes sociales… siembran confusión y disminuye la confiabilidad en las ciencias biomédicas rigurosas, y en ocasiones, se llega incluso a desafiar el juicio y las orientaciones de la propia autoridad eclesial…” Efectivamente, la irresponsabilidad de miles de ciudadanos ha acentuado la propagación de la pandemia.

El panorama aun es incierto. La lucha contra el covid-19 ahora tiene encima la potencial degradación al usar a la pandemia como recurso electoral. A un año del primer caso, más de 185 mil han muerto por la enfermedad. Todo esto podrían ser los indicios del gran castigo que podría confirmarse cuando el pueblo vaya a las urnas electorales.

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