Con el cardenal Carlos Aguiar Retes, no hay “comunión operativa”



Guillermo Gazanini Espinoza / Después de la larga ausencia por su participación en el consejo redactor de documento final de la XV asamblea del sínodo de los obispos sobre los jóvenes, el cardenal Carlos Aguiar Retes regresa a la Arquidiócesis Primada de México afrontando diversas circunstancias, entre ellas, los lamentables hechos perpetrados contra el arzobispo emérito, Norberto Rivera Carrera; la instalación para el inicio de su ejercicio como rector de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe de Mons. Salvador Martínez Ávila y no menos importante la reunión con sacerdotes, decanos y vicedecanos de la arquidiócesis, a fin de sostener y cumplir con el diálogo propuesto sobre la implementación de los pretendidos cambios en las estructuras pastorales de la Iglesia arquidiocesana.

En septiembre, un encuentro del cardenal arzobispo se había realizado en el seminario menor con resultados que quizá no fueron nada agradables para su Eminencia. Como se había relatado en este blog, esa ocasión llamó la atención por las inquietudes de decanos y vicedecanos a través de la entrega de cartas en donde pidieron al cardenal Aguiar examinar aspectos esenciales de la Iglesia en estado de Misión de la Arquidiócesis y, sobre todo, construir puentes en el planteamiento de las transformaciones en lugar de la imposición hasta hoy imperante. Una segunda reunión se pactó para inicios de noviembre para continuar con las disertaciones.

Todo parece indicar que las expresiones del presbiterio arquidiocesano serán críticas y no de aceptación sumisa de las “novedosas” expresiones de la Iglesia para soñar del cardenal Aguiar Retes. Algunas vicarías estarían en la disposición de no aceptar la instalación de las llamadas unidades pastorales además de aportar reflexiones más profundas y críticas de los principales aspectos de los cambios expuestos.

La lúcida pluma del padre Salvador López Mora incide en estos aspectos. En ocasión anterior, compartió un escrito donde detalladamente concluía sobre los inconvenientes pastorales en torno a la creación de nuevas diócesis para desmembrar la Arquidiócesis Primada de México. Así desmantelaba uno de los proyectos centrales, quizá la joya de la corona de la Iglesia para soñar.

López Mora aporta nuevamente una carta extensa con incisivas conclusiones. Bajo el interesante título de “Interpretando los sueños del Cardenal” ofrece un minucioso análisis para responder a la pregunta que se viene formulando en esta Arquidiócesis en los nueve meses de gobierno pastoral del cardenal Aguiar Retes: “¿Se nos ha presentado un gran proyecto de renovación pastoral?”

La necesidad, por lo tanto, es “volver nuestra mirada” al proceso pastoral arquidiocesano ante la “incertidumbre” de cambios. Providencialmente, y gracias a quien sabe de la historia pastoral de la Arquidiócesis de México, el sacerdote trae a colación una expresión del cardenal Ernesto Corripio Ahumada dicha hace 26 años en la misa de clausura del II sínodo Arquidiocesano, el 5 de noviembre de 1992, cuando el desaparecido pastor anheló presentar a todos los católicos de la Ciudad “una Iglesia con un rostro renovado” con marcada preferencia hacia pobres y marginados.

Sobre tres ejes, -la conveniencia de las vicarías territoriales, la continuación de los propósitos de renovación para revitalizar a la parroquia como comunidad misionera donde se contemplaban las unidades pastorales, las parroquias personales y las “virtuales” conforme a las Orientaciones Pastorales del cardenal Norberto Rivera Carrera y las dificultades sobre controvertido decreto sobre los sacramentos de iniciación cristiana- López Mora advierte de los riesgos de esta “reestructuración” de carácter centralista por el desconocimiento del caminar arquidiocesano, pero también de la corresponsabilidad de quienes propician una supuesta “anarquía eclesial”.

La conclusión es categórica. El presbítero recomienda actitudes serenas, “pero firmes respecto a los cambios”. Hay comunión fraterna “para continuar con la misión” no así una “comunión operativa” por la ausencia de acuerdos y de homologación que podrían llevar a la autorrerencialidad tan criticada por el Papa Francisco y a quien el arzobispo de México cita constantemente en sus propósitos. Interpretando los sueños del cardenal Carlos Aguiar, López Mora es tajante: Tales aspiraciones no tienen nada de renovadoras porque son los mismas que surgen desde II Sínodo Arquidiocesano.

La reflexión íntegra se publica en este blog a continuación:



Interpretando los sueños del Cardenal

El próximo lunes 05 de noviembre está prevista una segunda reunión con los decanos y vicedecanos de la Arquidiócesis Primada de México y también se cumplen nueve meses de la llegada del arzobispo Carlos Aguiar Retes a esta iglesia particular. El día 10 de septiembre, en la primera reunión, se les entregó de nuevo el folleto La iglesia que soñamos construir que ya se había repartido en el encuentro del presbiterio el día 06 de agosto con motivo del santo cura de Ars. En aquella ocasión el cardenal nos pidió que expresáramos nuestras opiniones sobre el contenido de dicho folleto en las juntas de decanato. Los decanos y vicedecanos llevaron nuestro parecer al arzobispo y la respuesta fue que transmitieran de nuevo su mensaje a todos los sacerdotes y religiosos:

“Todo mi propósito en esta conversión pastoral es que veamos a nuestra sociedad. Que no nos quedemos mirándonos a nosotros mismos; que no seamos una Iglesia que sólo se preocupa de sí misma… Los cambios se van a ir dando, pero no de forma radical; se van a ir implementando sin dejar de hacer lo bueno que estamos haciendo, con la memoria histórica y la inercia y dinamismo que tiene la Arquidiócesis en sus años de vida… Algunas veces nos cuesta entender el por qué de un cambio si estamos haciendo las cosas bien. Pero la realidad es que no es suficiente para influir en la sociedad… No podemos seguir haciendo las cosas de la misma manera que las estábamos haciendo” (Desde la fe 1125 pág. 4).

Hemos expresado otra vez nuestras inquietudes a los decanos y vicedecanos para que se las hagan llegar al señor arzobispo y ahora podemos preguntarnos: ¿Se nos ha presentado un gran proyecto de renovación pastoral? Es evidente que no. Después de nueve meses lo que debemos esperar es el nacimiento de un nuevo enfoque para la organicidad y gestión pastoral, una reconfiguración organizacional como lo menciona el folleto La iglesia que soñamos construir. El mismo cardenal indica que no es un cambio radical, o sea, que no es profundo ni va a la esencia de la realidad eclesial. Es un cambio drástico, pero no toca la raíz. Es un cambio de domicilio como en el caso de los estudiantes de teología del Seminario, es un cambio de roles como el que se está planteando para los obispos auxiliares, es un cambio en el orden de la recepción de los sacramentos, etc. ¿Estos cambios superficiales detonarán la realidad pastoral propuesta por el Vaticano II como pretende nuestro arzobispo? ¿Qué se pierde y qué se gana? Esta es la pregunta que dejó como tarea a los decanos y vicedecanos para la reunión de 05 de noviembre y podemos adelantar una conclusión: La Iglesia que sueña el arzobispo Carlos es la misma que se ha ido configurando en esta arquidiócesis desde hace 26 años a partir del II Sínodo.




Esta es una gran oportunidad para que los decanos, vicedecanos y todos los agentes evangelizadores redescubramos y revaloremos la propuesta sinodal. En este sentido, se agradece al cardenal Aguiar Retes el obligarnos a volver nuestra mirada al proceso pastoral arquidiocesano ante la incertidumbre de los reacomodos que se están llevando a cabo. Recordemos las palabras del cardenal Ernesto Corripio Ahumada en la misa de clausura de sínodo, pronunciadas precisamente un 05 de noviembre de 1992: ¡Cuánto desearía este su servidor que, al final de mi tarea como pastor de esta Arquidiócesis, pudiera presentar a todos los habitantes de la Ciudad una Iglesia con un rostro renovado, muy distinto del que tuvo en la época colonial y en el siglo pasado, Iglesia abierta a todos los hombres de buena voluntad, pero con una marcada preferencia hacia los pobres y marginados, ajena a cualquier aspiración de poder y totalmente desinteresada de los asuntos que la involucren en los juegos políticos de nuestro País! (ECUCIM 4158).

Con las vicarías territoriales y con un obispo auxiliar al frente de cada una de ellas, se gana en la vivencia de la colegialidad de los obispos con el señor cardenal y se desarrolla el ministerio episcopal con mayor plenitud, de acuerdo con las necesidades de la Ciudad de México. Se hace más cercana la figura del pastor a través de sus obispos auxiliares territoriales. Se delegan y descentralizan las decisiones pastorales con la anuencia del ordinario y el conocimiento del consejo episcopal; se fortalece la comunión fraterna entre los obispos. Se facilita la marcha de la arquidiócesis y se hacen más diligentes las resoluciones. Se alzan las fronteras diocesanas para facilitar a los organismos pastorales su coordinación y se puede trabajar como provincia con la estructura de vicarías episcopales territoriales y no necesariamente como diócesis. Con la propuesta del cardenal Aguiar Retes se construyen fronteras en la arquidiócesis, el consejo episcopal se convierte en un equipo de vicarios funcionales, se retrocede en el ámbito de la corresponsabilidad episcopal y se vuelve al centralismo autorreferencial de la autoridad del ordinario. Se pierde la oportunidad de trabajar con el esquema de un consejo episcopal de obispos auxiliares territoriales y de profundizar la colegialidad episcopal en la práctica pastoral. Para remediar el conflicto de las supuestas ‘mini-diócesis’ de las que habla el nuevo arzobispo, en lugar de fortalecer al consejo episcopal, de hacerlo más eficaz y eficiente, reduce a los obispos a ‘mini-obispos’.


Los sacerdotes de la VIII vicaría, san Juan Bautista, presentaron su desacuerdo con motivo del proyecto para la creación de la diócesis de Xochimilco y la respuesta fue que así se ha hecho en Brasil, en Argentina, en Colombia, en Nueva York, etc. y, como siempre se ha hecho así en otras megalópolis, por lo tanto, no existe otro camino ¿Y el recorrido de la Arquidiócesis de México desde hace 40 años? Se han evitado las dificultades de una consulta para la creación de nuevas diócesis y se ha ganado mucho tiempo según una mentalidad directivo-empresarial, pero se ha perdido la oportunidad de crear un espacio sinodal y eclesial; se ha ignorado la experiencia de los obispos auxiliares y se quiere acabar con el modelo pastoral adecuado a la realidad de la CDMX, modelo que siempre será perfectible.



Los obispos de la CEM, de manera particular los que han sido obispos auxiliares en esta arquidiócesis, en su próxima reunión del 5 al 9 de noviembre, tendrán en cuenta su experiencia y visión pastorales en el momento de votar el proyecto de la creación de nuevas diócesis para que no sea un mero trámite. Ciertamente la población de la Ciudad de México va en aumento, por lo que habrá que pensar en la creación de nuevas vicarías episcopales territoriales. El nuevo arzobispo ha dicho que no ha venido a dividir sino a unir con la creación de nuevas diócesis y la generación de una nueva provincia, porque es lo que sabe hacer y piensa que es el único y mejor camino. También ha dado como un argumento muy limitado, el hecho de que las nuevas diócesis quedarán de buen tamaño y con una población numerosa, situación que las vicarías territoriales han manejado sin mayor problema a través de los decanatos.

Respecto a las parroquias in solidum llamadas unidades pastorales, el mismo código de derecho canónico define su carácter: “Cuando así lo exijan las circunstancias, la cura pastoral de una o más parroquias a la vez puede encomendarse solidariamente a varios sacerdotes, con tal que uno de ellos sea el director de la cura pastoral, que dirija la actividad conjunta y responda de ella ante el Obispo.”. (Canon 517,1). Son una opción que complementa la misión de la parroquia tradicional y qué bueno que se propongan experiencias piloto, pero de eso a presentarlas como la condición para la sustentabilidad de la misión de la Iglesia en el futuro (los ‘Cristóbal Colón’ diría el arzobispo Carlos Aguiar), es caer en un milenarismo pastoral. Por otra parte, es importante seguir implementando en todos los decanatos las líneas pastorales surgidas de las asambleas diocesanas y que quedaron codificadas en las orientaciones pastorales del cardenal Norberto Rivera y que contemplaban las unidades pastorales, las parroquias personales y las parroquias “virtuales”:



“Enfrentar este desafío requiere de “flexibilidad pastoral”, entendida como una nueva actitud y nueva práctica evangelizadora. La pastoral parroquial no puede continuar condicionada sólo por la personalidad del párroco o por los laicos de siempre, o por la consideración absolutista de los límites territoriales sin que se haga el esfuerzo de ir más adelante…Venimos de una tradición que consideraba a la parroquia como un territorio autosuficiente y con un pastor que poco tenía que ver con los párrocos vecinos. Mantener una práctica pastoral con ese esquema contradice la comunión eclesial y no corresponde al dinamismo de relación que distingue a la ciudad…La pastoral de conjunto exige realizar acciones en común, apreciar la riqueza de los demás, que los límites territoriales no signifiquen prácticas pastorales con criterios muy distintos y hasta opuestos entre sí. La peculiaridad de cada parroquia no se opone a vivir una armonía pastoral entre las parroquias, para dar testimonio del sentido de Iglesia diocesana. La pastoral orgánica es todavía una meta por alcanzar”. (Orientaciones Pastorales 2003, n. 34, 40 y 41).


“Especialmente a partir de la Misión 2000, uno de los caminos que hemos recorrido y que va dando sus frutos, es el trabajo interparroquial. Lo he propuesto en ocasiones anteriores ( cf. IPM 43; MP 90 - 95) y ahora se trata de reafirmar dicho propósito y de seguir buscando tareas concretas, seguros de que estas acciones interparroquiales van a revitalizar nuestra pastoral tanto en su eficacia, porque unimos fuerzas, como por la espiritualidad de comunión en la que se sustentan y el testimonio de unidad que se da…Es el momento de recordar que hay que fortalecer los Equipos Misioneros Decanales y los CEFALAEs. En este rubro de la formación de agentes laicos resulta muy oportuno que el decanato detecte las acciones específicas más adecuadas para las necesidades de sus parroquias y decida la formación específica correspondiente. Puede tratarse de medidas encaminadas a las acciones parroquiales ordinarias, catequesis, liturgia etc., o bien pueden ser acciones de pastoral ambiental, comercio ambulante, escuelas, hospitales etc. …Además del trabajo interparroquial en los decanatos, se pueden impulsar iniciativas entre parroquias que, sin pertenecer al mismo decanato, tienen necesidades similares”. (Orientaciones Pastorales 2003, n.90-92)


“Parece haber llegado la hora de estudiar, conocer en detalle y poner en marcha diferentes tipos de Parroquia o de instancias afines. La ciudad presenta realidades tan dispares y singulares que deben ser atendidas con estilos y formas pastorales que tengan consonancia y empatía para favorecer el encuentro. Algunas alternativas ya son sugeridas en el Código de Derecho Canónico y, en esos casos, se tiene un panorama de mayor certidumbre para tomar iniciativa. Pero, hay nuevas propuestas que se pueden explorar y preparar, como la sugerida con motivo de la apertura de la Misión Juvenil. Este evento permitió una experiencia de comunicación virtual con las nuevas generaciones a través de las redes sociales y de la web. ¿Sería posible tender puentes de atención para esa comunidad juvenil virtual por medio de un "Portal Parroquial" en la web? Invito a la Coordinación Pastoral Arquidiocesana y a la Comisión para la Misión Juvenil a implementar una respuesta para todos esos jóvenes y adolescentes que están esperando una segunda señal en esa misma clave de comunicación. (Orientaciones Pastorales 2014, n.70).

“En esta nueva etapa de la Misión permanente es de vital importancia avanzar aún más en la comprensión de la Parroquia como espacio clave para la renovación e impulso de nuestra pastoral. Mucho he insistido en otras ocasiones en que la Parroquia tiene que ser considerada como una comunidad misionera y solidaria que está más allá de su concepción geográfica, en donde su pastor es clave para su renovación.” (Orientaciones Pastorales 2015, 74).




Respecto de los sacramentos ya se había dado una respuesta pastoral a la realidad de los feligreses. Se había vuelto a dar primero la confirmación no para salvaguardar el orden en la lista de los sacramentos sino para asegurar la participación de los niños y las niñas en dicho sacramento y así, disponerse a participar en la comunión. Antes se tenía la práctica que hoy se ha vuelto a implementar y quienes se confirmaban, no eran grupos de perseverancia sino preparados ‘ad hoc’ para completar su lista de sacramentos de iniciación cristiana.

Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 1212: “Mediante los sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, se ponen los fundamentos de toda vida cristiana. "La participación en la naturaleza divina, que los hombres reciben como don mediante la gracia de Cristo, tiene cierta analogía con el origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural. En efecto, los fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con el sacramento de la Confirmación y, finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y, así por medio de estos sacramentos de la iniciación cristiana, reciben cada vez con más abundancia los tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad" (Pablo VI, Const. apost. Divinae consortium naturae; cf. Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos, Prenotandos 1-2).

Con muchas dificultades las personas aceptaron un ciclo escolar para cada sacramento, lo que se fue estabilizando, pero ahora volveremos al problema que ya se había superado. Ahora los papás inscribirán a sus hijos e hijas a la comunión y lo harán sin problemas, pero la confirmación la dejarán sólo a la decisión de sus hijos e hijas. Cuando termine el ciclo de comunión la población disminuirá drásticamente y al final se volverá a dar la confirmación para antes del matrimonio o para algunos cuantos perseverantes a los que ya no se les dará como ‘premio’ el sacramento, según el nuevo arzobispo, pero sí se les dará como un ‘reconocimiento’ al esfuerzo de los que sí están preparados para el cambio de época.

La formación estilo escolarizada pretende la vivencia de comunidad, la conciencia sacramental, la formación en los valores y el discipulado. Los colegios que ya cuentan con esta estructura facilitan a los papás el trabajo porque dentro de su tiempo de formación incluyen su catequesis, pero la mayoría de las mamás y de los papás llevan a sus hijos a escuelas públicas y viven otra realidad como dice el arzobispo en su documento Necesidad de cambios en la arquidiócesis de México del 02 de agosto: “Constantemente aparecen nuevas necesidades de acuerdo con el contexto en que está inmersa cada una de las personas que vive en este tiempo. La velocidad de los modos de vivir es intensa y acelerada. La dinámica familiar en que crecen los niños, adolescentes y jóvenes está en contraste con lo vivido por los actuales adultos. La forma en que las personas se ganan la vida es distinta a la de hace apenas algunas décadas. Estos cambios se acentúan particularmente en grandes urbes como la Ciudad de México”.



El magisterio de los últimos tres papas, que son citados por el señor cardenal Carlos Aguiar en sus escritos del 01 de junio y del 02 de agosto, son un marco de reflexión concreta para la próxima reunión de decanos y vicedecanos:

“Estoy convencido de las Palabras de San Juan Pablo II, que de manera profética afirmó en el No. 43 de la Carta Apostólica NOVO MILLENNIO INEUNTE: Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo.

Y más adelante advirtió: Antes de programar iniciativas concretas, hace falta promover una espiritualidad de la comunión, proponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se forma al hombre y al cristiano, donde se educan los ministros del altar, las personas consagradas y los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades”.

“El ahora Papa Emérito Benedicto XVI decía que la Iglesia siempre está necesitada de reformas, pero frente a estas reformas, siempre es necesario tener en cuenta que la Iglesia no es nuestra, sino de Cristo, y en consecuencia, los cambios no deben reducirse a un celoso activismo por erigir nuevas estructuras, ya que con esto sólo conseguiríamos tener una Iglesia a nuestra medida, y no la Iglesia auténtica, que sostiene y nutre la fe y la vida de la comunidad de discípulos de Cristo.
Es decir, una renovación “no significa entregarnos desenfrenadamente a levantar nuevas fachadas, sino a procurar que desaparezca –en la medida de lo posible– lo que es nuestro, para que aparezca mejor lo que es suyo, lo que es de Cristo”.

“Hoy, el Papa Francisco ha dicho que para entender los actuales signos de los tiempos es necesario hacer silencio, observar, reflexionar y orar”.

La restructuración que se pretende tiene un carácter centralista que se podría deber a un desconocimiento de la realidad local. Por otra parte, la responsabilidad de la supuesta disfunción arquidiocesana recae, en primer lugar, en los vicarios episcopales territoriales quienes, según el cardenal Carlos, no han sido capaces de funcionar como un organismo y, si el anterior arzobispo era sólo el representante oficial como lo ha dicho el nuevo arzobispo, por consecuencia, no había una cabeza que dirigiera el cuerpo. En la reunión de presbiterio con motivo del patrono de los párrocos san Juan María Vianey, se volvió a mencionar el supuesto desconocimiento acerca del caminar arquidiocesano por parte de los obispos auxiliares y se comentó la decisión de que, para que conocieran esta iglesia local, estarían acompañando una vicaría sectorial.

Pero también los sacerdotes y diáconos son corresponsables de esta situación de “anarquía eclesial” según las pasadas experiencias pastorales del nuevo arzobispo en sus anteriores diócesis: “gallitos en su gallinerito” que ya tienen su estilo de vida “porque siempre se ha hecho así”; también los fieles laicos quieren conservar el “supermercado religioso” y, por todo eso, “vas a tener resistencias” a tus propuestas, le decía el Papa al arzobispo Carlos, según ha comentado.

Finalmente considero que, ante los prejuicios del señor cardenal, debemos tener una actitud serena pero firme respecto a los cambios. Estamos en comunión fraterna con el nuevo arzobispo para continuar con la misión. No digo comunión operativa porque es un concepto que se refiere a la uniformidad, aunque son necesarios los acuerdos y la homologación. Es importante que sigamos ejerciendo nuestro criterio pastoral en las comunidades a las que servimos, pero siempre con una visión de conjunto y orgánica.

Gracias por su atención y que María de Guadalupe nos traiga la paz.

Pbro. Salvador López Mora.

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