Editorial CCM Los castigó Dios...

Los castigó Dios...
Los castigó Dios...

Barbosa vio esto como una oportunidad de revancha. Alcanzando el triunfo en una raquítica elección extraordinaria, tuvo el reconocimiento legal como gobernador sin la legitimidad suficiente. Pero ahora, llega la desafortunada afirmación producto de la mente más bien enfermiza y obnubilada por el poder.

Miguel Barbosa Huerta, gobernador del Estado de Puebla, llegó al poder después de una elección extraordinaria debido al lamentable deceso de la gobernadora Martha Ericka Alonso, el 24 de diciembre de 2018. Esa muerte incluso conmovió a la Conferencia del Episcopado Mexicano cuando, a través de un tuit, expresó: “Nos unimos a la pena que embarga al estado de Puebla, por la muerte de la gobernadora Martha Erika Alonso y su esposo el senador Rafael Moreno Valle. Ofrecemos nuestras oraciones, y encomendamos su cuerpo y alma a Dios, en esta noche, en nuestra Eucaristía de Navidad”.

A casi un año del suceso, el gobernador poblano parece tener la solución a las causas del accidente con una declaración infortunada que ha lastimado la sensibilidad de los deudos, ofendido a la clase política y que parece más la revancha como si Dios estuviera al lado de quien ahora ocupa ese lugar en el Estado de Puebla: “Los castigó Dios…”

La carrera política de Barbosa es la típica del político que asciende por los vaivenes de la historia, el chapulineo y la soberbia. Dejó el PRI para alinearse a la izquierda que se consolidaba en 1994 y sube al poder gracias a las alianzas que le llevaron a fincar un coto de cacicazgos políticos. Para sacar al PRI de Casa Puebla, realizó las inverosímiles conjunciones que sólo se dan en la política electoral mexicana. En 2010, el triunfo del desaparecido Rafael Moreno Valle hizo que Barbosa tuviera en alta estima al entonces gobernador a quien le otorgó la fidelidad y reconocimiento haciéndose su aliado. Pero esa luna de miel política duró poco y la fragmentación vino hasta el punto de que Barbosa señaló al finado de ser un delincuente por el robo de combustible y corrupción.

No fue el único lío. También la emprendió contra Andrés Manuel López Obrador al decir que padecía de una “tremenda soberbia”; sin embargo, en el ascenso por el poder, contender contra Martha Ericka Alonso fue un descalabro electoral tremendo cuando por sólo cuatro puntos, la primera mujer en gobernar el Estado tumbó sus ambiciones; sin embargo, desapareció prematuramente.

Barbosa vio esto como una oportunidad de revancha. Alcanzando el triunfo en una raquítica elección extraordinaria, tuvo el reconocimiento legal como gobernador sin la legitimidad suficiente. Pero ahora, llega la desafortunada afirmación producto de la mente más bien enfermiza y obnubilada por el poder. La sentencia del castigo divino, en medio de la investigación sobre las causas de la tragedia, viene a enrarecer la confianza para que las autoridades den una explicación que permitan conocer la verdad sobre las causas del accidente. En el fondo también asistimos a las formas de la política que echan mano del fanatismo y el providencialismo como causa de una pretendida elección divina. Llegó al poder debido al 70 por ciento del abstencionismo del padrón electoral cuando, sólo por poco más de 682 mil votos, se hizo del gobierno estatal. Ahora, quiere legitimar su elección con respuestas “sobrenaturales”. Barbosa Huerta pretende manipular incluso a Dios mismo para meterlo en el oscuro y sospechoso entramado de su vida política: Porque desde su borrosa visión, la Providencia le regalaría esos cadáveres para pasar por encima de ellos…

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