Episcopado Mexicano abre Jornada Nacional: Sacerdotes comprometidos con los actuales retos y desafíos pastorales frente al covid-19 Tres desafíos para un sacerdocio sinfónico: Comunión, alegría y vigilancia moral

Tres desafíos para un sacerdocio sinfónico: Comunión, alegría y vigilancia moral
Tres desafíos para un sacerdocio sinfónico: Comunión, alegría y vigilancia moral

Rogelio Cabrera López, presidente de la CEM: “Tenemos un desafío emocional que nos invita a integrarnos, un desafío intelectual que nos pide identificarnos teológicamente en la Iglesia y un desafío pastoral en esta pandemia que nos ha planteado límites, pero también nos ha revelado oportunidades”.

Ciudad de México.- Ante el ‘desconcierto’ provocado por la pandemia de COVID-19, el arzobispo de Monterrey y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), Rogelio Cabrera López, ha llamado a un ‘sacerdocio sinfónico’ en el que se afronte con tres actitudes los desafíos y retos sociales: “comunión jerárquica, vida plena en alegría y a rendir cuentas de nuestro comportamiento moral”.

El arzobispo lamentó que, en ocasiones, los sacerdotes “parecemos ser solistas, pero olvidamos que somos parte de una orquesta”.

Durante la apertura de la ‘Jornada Nacional: Sacerdotes comprometidos con los actuales retos y desafíos pastorales frente al COVID-19’ que ha implementado la CEM, Cabrera ofreció una serie de reflexiones para que los ministros de culto sean verdaderos ‘sacerdotes saludables y samaritanos’.

Para Cabrera, la pandemia ha hecho necesario que los sacerdotes (diáconos, presbíteros y obispos) enfrenten los retos sociales sin olvidar los aspectos de su vida personal y espiritual:

“Debemos recuperar la discipularidad eclesial... sin perder la dimensión jerárquica: No podemos olvidar que estamos sentados juntos en la misma mesa”, expresó.

“Como sacerdotes enfrentamos en comunión los retos pastorales del COVID. Estamos llamados a generar esperanza… No nos paralizamos frente a la pandemia, porque tenemos seguridad. [Sin embargo, debemos] vivir en comunión pues separados no podemos hacer nada”.

Cabrera recordó que los miembros de la Iglesia deben seguir buscado la colegialidad, la eclesialidad y vivir ‘sinodalmente’ que no es otra cosa que estar en sintonía, practicar la simpatía y desarrollar sinergias para “pasar del desconcierto al concierto”.

“Tenemos un desafío emocional que nos invita a integrarnos, un desafío intelectual que nos pide identificarnos teológicamente en la Iglesia y un desafío pastoral en esta pandemia que nos ha planteado límites, pero también nos ha revelado oportunidades”.

A los ministros de México convocados por la Dimensión Episcopal del Clero les compartió: "No hay peor cosa que la amargura de un sacerdote". Y recordó que el propio papa Francisco ha insistido en que “no hay cosa peor que un sacerdote de carácter irascible que ahuyenta al Pueblo de Dios”.

Por ello, les compartió la importancia de encontrar felicidad en su vida y su ministerio, a pesar de las dificultades de realizar las obras y acciones cotidianas: “La felicidad es un don, es una actitud y una tarea. Debemos trabajar en la alegría sacerdotal. Es un tema constantemente abordado por el papa Francisco; por ello en sus textos la alegría forma parte central como en Evangelii GaudiumAmoris Laetitia y Gaudete et Exultate”.

A pregunta expresa, el arzobispo Cabrera expresó su preocupación sobre el estado de la ‘vocación sacerdotal’ amenazado por la pandemia: “Esta crisis nos ha traído cuestionamientos y nos obliga a la interioridad. Considero que cuando uno está volcado demasiado al exterior, cuando es un sacerdote pragmático, sin duda la pandemia nos tuvo que remover. La pandemia fue un alto en el camino, una espera, una invitación a no moverse y eso trajo una crisis natural, el encierro trajo la claustrofobia, el miedo a estar encerrado”.

Cabrera asegura que los ministros de culto debieron ‘rensayar’ su horario espiritual y humano: “Tuvimos que re-agendarnos personal y pastoralmente. Esta pandemia también nos ha permitido mirar la realidad desde otro ángulo. La actividad -el activismo en celebraciones y obras- nos había olvidado organizar nuestro horario espiritual y personal. Y nos hizo ver que estamos muy descuidados en la oración, en la atención de nuestra salud y en las relaciones interpersonales”.

“Les recomiendo que en estos tiempos no descuidemos la dimensión espiritual, la oración y el diálogo”, compartió a los sacerdotes.

Finalmente, el arzobispo Cabrera advirtió que en este momento de la pandemia y en la búsqueda de la inoculación contra el coronavirus a través de las vacunas hay un desafío ético y moral en el que los sacerdotes tienen mucho por aportar y por dar ejemplo: “Debemos rendir cuentas de nuestro comportamiento moral. En esta crisis estamos llamados a generar esperanza. Un proceso de conversión y concretar nuestro servicio […] Por ello, estamos llamados a dar fruto y fruto abundante; superar la violencia, la fragmentación social y el desconcierto”.

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