En el octavo aniversario de la elección del cardenal Bergoglio Los motivos del Papa Francisco

Los motivos del Papa Francisco
Los motivos del Papa Francisco

"En casi un milenio de historia, los cardenales vieron hacia América Latina, el baluarte del catolicismo para ver en vivo los primeros signos del carisma del nuevo Papa quien cautivó al orbe por las maneras de Juan XXIII, las expresiones de Juan Pablo I y el click mediático de Juan Pablo II"

Esa tarde del 13 de marzo de 2013, como todo el mundo, los católicos mexicanos esperábamos la fumata anunciando la elección de un pontífice para dar certeza del camino después de la vorágine desatada por la renuncia de otro Papa valiente, para llevar a la Iglesia por los caminos de la renovación.

A lo largo y ancho del país, las iglesias, comunidades y parroquias tañían las campanas en júbilo por el humo blanco de esa noche en Roma. El mediodía de México se paralizó ante televisiones, computadoras y receptores de radio que trajeron en vivo la elección del arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, superando cualquier expectativa; en casi un milenio de historia, los cardenales vieron hacia América Latina, el baluarte del catolicismo para ver en vivo los primeros signos del carisma del nuevo Papa quien cautivó al orbe por las maneras de Juan XXIII, las expresiones de Juan Pablo I y el click mediático de Juan Pablo II.

Su nombre causó mayor sorpresa esbozando las líneas programáticas del pontificado, ¿Por qué tomar el nombre de uno de los santos más queridos y admirados, reconocido e imitado de toda la cristiandad? En adelante, el santo padre Francisco dialogará con el pueblo, del cual el obispo ha pedido su bendición, y conocerá, de forma más íntima, el porqué de esa elección; sin embargo, nos obligó a situarnos en la fe, precisamente en ese año donde Benedicto XVI nos invitó a redescubrir la riqueza del catolicismo empezando por el descubrimiento de los santos.

San Francisco, el pobre de Asís vivió en el medievo urgido de una renovación cuando la cristiandad defendía su hegemonía por Cruzadas y el poder eclesiástico estaba una situación de decadencia moral. La distancia abierta por el tiempo nos hace incapaces de comprender, en toda su dimensión, la idiosincrasia y ser de Europa donde la religión permeó en todo aspecto de la vida. Los riesgos fueron evidentes. Mientras la piedad se demostraba, existieron los tropiezos que derivaron en las herejías, la crisis del pensamiento y la errónea interpretación religiosa. Una de esas fue el estado de vida del clero y de la nobleza cuestionados por un joven aristócrata, Francesco Bernardone (1181-1226). La reforma católica encontró en la obra del pobre de Asís un vehículo maravilloso para renovar la vida de la Iglesia en la gran época de las órdenes mendicantes; quizá, sin Francisco, el catolicismo habría sucumbido ante las olas de los herejes valdenses y cátaros que predicaban en cada camino y rincón de Italia y Europa. Francisco no tomó una forma “intelectual” o complicada para lograr una obra cuestionada en su momento; su primer movimiento fue predicar en la lengua común y vulgar contra los ideales medievales caballerescos del honor y de las acciones heroicas y ensalzar los valores del Evangelio. De ahí parte para enarbolar el ideal de pobreza como un consejo superior a todo, demostrándolo en ese conocidísimo capítulo del despojo de sus ropas ante su padre y que fue una crítica al papado, el de Inocencio III, favorecedor de los privilegios de la nobleza y de los jerarcas eclesiásticos, atacados por los movimientos heréticos insatisfechos con la Iglesia del poder y del imperio.

Quizá un buen ejemplo de renovación es el amansamiento del lobo de Gubbio, animal que asolaba las regiones y mataba a las personas. Francisco, solo, ordenó a la fiera ceder en nombre de Jesucristo y manso, como un perro domesticado, aseguró la paz con los hombres. Esta leyenda es una de las alegorías más representativas de las disputas y los odios imperantes y que fueron dominadas por el santo, cuya clave de vida era la máxima confianza en Dios y el seguimiento de la libertad en la pobreza. El dinero es tentación y perdición, el joven de Asís vio en el seguimiento radical de Cristo una liberación que despertó su conciencia y desveló los ojos para saber que riquezas y poder podían ser más peligrosas que cualquier herejías y aniquilar el Evangelio. El Papa Francisco proyecto con la elección de su nombre la intención de ser hermano de la creación para devolver la sencillez de la Iglesia y hacer cara a la corrupción y autosuficiencia denunciadas por Joseph Ratzinger en la semana santa de 2005; aparejado, la forja jesuita del Papa es baluarte de otra de las más grandes herencias de espiritualidad y reformas eclesiales.

La Compañía de Jesús nació en la época de gran crisis, la reforma protestante. En 1540, los ideales de san Ignacio de Loyola, (1491-1556) se cristalizaron en un grupo o sociedad capaz de servir al mundo y estar en el mundo especializándose en ciencias, literatura, música y política, todo para la mayor gloria de Dios, la expansión del Reino y el bien del papado. La Compañía fue una obra adelantada a sus tiempos, su actividad quiso comprender la mentalidad del mundo para convertirlo, acción en la contemplación, itinerancia, mística de Iglesia, obediencia y desarrollo de la libertad, sin olvidar la gran capacidad misionera en tierras de lejano oriente teniendo en San Francisco Javier, tal vez otro modelo del nuevo Papa para escoger el nombre, el gran apóstol que llevó el cristianismo a tierras ignotas quien fuera canonizado, junto con San Ignacio, 391 años atrás, el 12 de marzo de 1622, en el pontificado de Gregorio XV. La elección de Jorge Mario Bergoglio, Francisco, tuvo esta proyección de esperanzas para volver a una Iglesia sencilla y límpida capaz de trabar el diálogo recristianizante a la manera de del santo medieval y aquél de la Reforma. En la Edad Media, la Iglesia enfrentó las crisis heréticas y del poder que ancló en las posesiones; en el Renacimiento tuvo que renovarse o morir cuando la oferta cristiana no fue capaz de impactar y la Iglesia estaba esclerotizada. Con el Papa Francisco esta espiritualidad ha sido capaz de dialogar, anunciar y denunciar sin poner en consensos el patrimonio del Evangelio y de la tradición de la Iglesia, bajo la necesidad de una fraternidad que no sea exclusiva, pero incluyente de todos donde el principio sea el del Buen Samaritano.

Desde luego, como en todo período de la historia, los ocho años de este pontificado tienen una clave, contrastes, las luces y sombras. Bergoglio guarda en su corazón el profundo secreto que lo llevó a tomar un nombre tan conocido y querido por todos. Pobreza, para dar a conocer que la Iglesia tiene un fin sobrenatural y glorioso, unidad del Papa con el pueblo porque el Papa también es Iglesia; amor y reparación, paz y bien, todo a la mayor gloria de Dios. Quizá, en esa reflexión, esa tarde de 2013, al aceptar el cargo para ser sucesor de San Pedro, el Papa Francisco tenía en su mente ese Cristo de San Damián al cual oró como el santo estigmatizado: “Sumo, glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón y dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu santo y verdadero mandamiento” porque de labios de Cristo, el cardenal austral escuchó: Francisco, vete y repara mi casa. ¿No ves que está a punto de arruinarse toda?

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