Editorial CCM Ser niño es peligroso

Ser niño es peligroso
Ser niño es peligroso

Las dimensiones de este desastre indican una escalada hacia situaciones que, de no remediarse, estarían en un punto sin posibilidad de retorno. Lo sucedido en Torreón es el signo de la descomposición que alcanzó a este sector social destapando la gravísima vulnerabilidad y fractura de instituciones como la familia donde, se supone, deberían fomentarse los valores para una sociedad más comprometida con todos.

Ser niño es peligroso

Editorial CCM

El inicio del 2020 ha sido alarmante en lo que se refiere a la protección y defensa de los derechos de la niñez y el cuidado de los millones de menores que representa casi el 21 por ciento de la población del país entre los 0 y 11 años.

Noticias como las del trágico tiroteo en el colegio Cervantes de Torreón, el 10 de enero, o el reclutamiento de niños en las filas de las autodefensas guerrerenses son hechos que merecen una peculiar atención; sin embargo, es problema que crece. A pesar de agudos análisis y diagnósticos, no se tienen las soluciones para proteger a un grupo de población vulnerable cuando el crimen, la violencia y la desatención están obligando a niñas, niños y adolescentes a sobrevivir frente a la explotación arrebatándoles su vida y espíritu.

No es cosa nueva lo que sucede. Los datos, por lo menos, arrojan casi una década donde la sociedad y las estructuras oficiales de protección de la niñez han fallado de manera estrepitosa. Según la Red por los Derechos de la Infancia -REDIM- en el sexenio 2012-2018, 4,980 menores y adolescentes, de las cuales 3,067 fueron niñas, es decir, el 61.6 por ciento, desaparecieron. Las causas son variadas, pero el punto converge en que la comisión de delitos de trata y de explotación sexual, tráfico de personas o el reclutamiento de baby sicarios y la rampante violencia en regiones donde la ley simplemente es letra muerta, hicieron que esos niños no estén más con sus familias.

Las dimensiones de este desastre indican una escalada hacia situaciones que, de no remediarse, estarían en un punto sin posibilidad de retorno. Lo sucedido en Torreón es el signo de la descomposición que alcanzó a este sector social destapando la gravísima vulnerabilidad y fractura de instituciones como la familia donde, se supone, deberían fomentarse los valores para una sociedad más comprometida con todos.

La violencia llega a tales niveles que un niño es capaz de detonar armas de fuego en contra de sus iguales; la vida es así objeto de la manipulación y la relativización. No obstante, las autoridades reaccionan de forma incomprensible sometiendo a los menores como si fueran criminales. Operativos como “Mochila Segura”, sin protocolos que aseguren el mínimo respeto a los menores, son muy peligrosos. Así lo indica la Comisión Nacional de los Derechos Humanos -CNDH- al decir que este tipo de revisiones sólo podría “generar excesos de aplicación, discriminación y estigmatización en las estrategias de revisión de mochilas pertenencias a alumnas y alumnos en las escuelas del país” provocando que niñas y niños crezcan bajo la sospecha y el temor, criminalizados, atentando contra su elemental dignidad como menores y personas.

Pero las cosas alcanzan un punto que debería activar acciones precisas sin escatimar la inversión de recursos. Ser testigos del entrenamiento de menores para autodefensas es, por demás, uno de los más profundos dilemas de nuestra condición como sociedad que se acostumbra a la violencia. En un comunicado, la CNDH no sólo estaría exhortando a las autoridades a implementar “medidas y acciones pertinentes para salvaguardar los derechos de las niñas, niños y adolescentes involucrados evitando su participación armada en los grupos de autodefensa e informar y sensibilizar a los líderes comunitarios, las familias y la población en general”, el organismo defensor de los derechos humanos advierte del “daño irreparable” a la niñez por su involucramiento en conflictos armados.

En este domingo de la Candelaria en el que recuerda la presentación del niño Jesús al templo, la Iglesia católica mexicana debe hacer una profunda reflexión acerca de una pastoral efectiva que anuncie la Buena Noticia a este sector teniendo como uno de sus ejes, el interés superior de la niñez. En reiteradas ocasiones, el magisterio pontificio clama por un mundo que les garantice sus derechos antes de que sea un sector social perdido irremediablemente. Porque, duele decirlo, en México ser niño es demasiado peligroso.

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