Sentida Eucaristía del pastor de diócesis de Cuernavaca por sacerdote víctima de covid-19 Cuando el obispo lloró por sus sacerdotes…

Cuando el obispo lloró por sus sacerdotes…
Cuando el obispo lloró por sus sacerdotes…

Mons. Ramón Castro Castro en exequias del Pbro. Miguel Ángel Franco Galicia: “Es difícil entender lo que esta pandemia nos hace enfrentar y cómo lo ha arrebatado”.

“Cuando ellos mueren en esta pandemia, mueren en una soledad lacerante, solos en el hospital, solos ante la muerte…”

En nuestros tiempos, pocas veces un sacerdote u obispo logra estremecer cuando predica una homilía al punto de conmover y suscitar emociones sinceras, impactado por el misterio de la vida al tratar de comprender cuál es la voluntad de Dios en esta pandemia que ha lastimado a miles de personas en el mundo.

Como muchas diócesis de México, la de Cuernavaca ha perdido a cuatros de sus ministros por el covid-19. Algunos de ellos padecieron la dura agonía y carencias para ayudar a aliviar la enfermedad, conseguir asistencia en hospitales o tener el vital oxígeno para paliar el sufrimiento propinado por el enemigo invisible.

Fue el lunes 15 de febrero, en antesala de la Cuaresma, cuando Ramón Castro Castro, obispo de Cuernavaca, presidió las exequias del padre Miguel Ángel Franco Galicia. Acompañado de un reducido número de miembros del presbiterio y familiares del fallecido, Castro Castro inició la solemne celebración en el que se exhibían los símbolos de la dignidad sacerdotal del clérigo desaparecido acompañando la urna con las cenizas del difunto.

El semblante del obispo era reflejo del sentido duelo que soportaba su corazón. La solemnidad de la celebración contrastaba con el blanco ornamental de la alegría y esperanza en la resurrección mientras los hermanos en el presbiterio revestían, por última vez, los restos de Franco Galicia, las cenizas, semilla de la futura resurrección, vestiduras “de fiesta y ahora, revestido en Tu presencia, te celebre con tus santos eternamente…” suplicó el pastor.

Después de la lectura del Evangelio de Juan sobre las cualidades del servidor del Reino, el obispo inició la predicación que, poco a poco, pasó a las más profundas emociones de padre quien perdió a uno de quienes le fueron confiados en el ministerio de Cristo.

“Toda Eucaristía en la muerte de un cristiano es una celebración… de su vida y de su paso con Cristo de la muerte a la vida. La Eucaristía en la muerte de un sacerdote lo es de modo especial pues es celebrar la gracia derramada por Dios a través del ministerio sacerdotal…” fue el inicio de la profunda homilía.

Exequias. Semilla de la resurrección.

Al recordar los signos de la vocación en la que Dios llama a los que quiere para acompañarle, el obispo contrastó estos signos provenientes de lo alto con las debilidades de la persona, sus temores y zozobra para ser fiel al signo de la vocación: “Se sabe frágil… una vasija de barra para contener un tesoro sagrado… Por eso, él tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, así como lo hace por los pecados del pueblo…”

E inevitablemente, el recuerdo y personalidad del Franco Galicia hizo languidecer el timbre grave del obispo estremecido. Su voz se quebró sacando fuerzas para recuperar el verbo que languidecía. Pronto, la elegía de virtudes sacerdotales y humanas del difunto fue tornándose en la plegaria dolorosa que tuvo su punto de quiebre cuando Castro Castro dijo: “Siempre estuvo disponible, y de eso soy testigo, de aquellos que le necesitaron. Una vida así, una vocación así bien merece ser celebrada… sin adulaciones…”

Costó al obispo proseguir, todos se dieron cuenta de la tristeza ahogando la palabra. Era la primera pausa para tomar un respiro, el silencio pesaba, miradas discretas se levantaban para observar el semblante del pastor, era el sincero estremecimiento del padre por la pérdida del hijo: “Con generosidad… pero sobre todo merece ser celebrada esta acción de Dios y pedirle que lo tenga gozando de su paz y de su gloria…”

“Siempre obediente…” Después, otro prolongado silencio. Parecía que Ramón Castro no tendría la fuerza para seguir con la predicación, pero el obispo continúa y trata de responder a lo que es muy humano, entender el porqué de las cosas, del tremendo desgarre existencial, de la implacable soledad de cualquier ser humano avasallado por el terrible covid-19:Es difícil entender lo que esta pandemia nos hace enfrentar y cómo lo ha arrebatado…esta pandemia ha dejado herido el corazón de muchos hermanos y ahora, de nuestro presbiterio. Después de dos diáconos permanentes, él es el cuarto sacerdote que muere. Es un sufrimiento grande, cuando ellos mueren en esta pandemia, mueren en una soledad lacerante, solos en el hospital, solos ante la muerte, ya de por sí enfermedad y muerte son duras en soledad. Miguel no pudo tomar la mano de sus familiares, ni de sus hermanos sacerdotes, seguramente hay algo inexpresable y un grito como el de Jesús…”

No se podía ocultar más.Se hizo claro el sollozo del obispo después de pronunciar el nombre del Maestro para actualizar las palabras de dolor de Cristo colgado solo en el madero: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado? El sufrimiento y la muerte forman parte de nuestra vida… no se superan porque los neguemos o podamos maquillar. Solo cuando los asumimos desde la luz de la fe, e le da sentido y esperanza y sabemos que el mal y la muerte no tienen la última palabra. No estoy hablando de una teoría ni de una opinión, estoy hablando de lo que Cristo nos ha revelado y vivido en su Pascua. Mal y muerte adquieren esa luz nueva, se abre el horizonte de nuestra condición y se llena el corazón con una esperanza que no depende de nosotros sino del poder de Dios… No es fácil entenderlo, pero confiamos en el amor de Dios”.

“En esas cenizas está la semilla de la resurrección”. La voz del obispo se reponía para fijar su certeza en el destino del espíritu del presbítero: “Estamos convencidos de que el Señor le está siendo partícipe de su triunfo y de su resurrección y por eso le decimos, ‘hasta siempre padre Miguel’”.  Su retorno al Padre fue sellado con la rogativa a todos los santos, una letanía por su intercesión y favor para que el Altísimo abra las puertas del paraíso y en la Tierra, el dolor de la Iglesia y las lágrimas de un obispo derramadas por el inestimable don de la vida de un alma sacerdotal.

P Miguel Ángel Franco

¿Quién fue Miguel Ángel Franco Galicia?

Nacido en Yecapixtla, Morelos en enero de 1968, fue ordenado presbítero en 1995. Sencillo, carismático y de gran empatía, el padre Franco era un hombre de gran devoción por la Eucaristía y de la Santísima Virgen María. Con 25 años de ministerio, sirvió en varias comunidades parroquiales donde fue muy estimado. Su última misión fue en San Nicolás Tetelcingo, lugar cercano a Jojutla donde en junio de 2017, fueron descubiertas las fosas clandestinas. Allí el obispo Ramón Castro celebró una misa por las víctimas de la violencia.

Hombre de “gran corazón de amigo siempre dispuesto a servir a sus hermanos”, su recuerdo permanece en la memoria de la Iglesia de Cuernavaca, su entrega y fidelidad además de haber ejercido el acompañamiento espiritual de diversos movimientos como el de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, Cursillos de Cristiandad, de la Adoración Nocturna,  Jornada de Vida Cristiana y Encuentros Conyugales.

Descanse en paz.

La homilía completa en las exequias del padre Miguel Franco Galicia, pronunciada por Mons. Ramón Castro Castro,puede verse aquí

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