La opulenta casa del señor cardenal
La casa del arzobispo / El Semanario de Guadalajara. 29 de octubre.
Estimados lectores:
A través de este mensaje deseo hacer algunas aclaraciones respecto a la casa que habito en Tlaquepaque, porque hay quienes exageran afirmando que se trata de una residencia opulenta, que cuenta con una piscina casi olímpica, fauna exótica, cocina internacional, abundante servidumbre y muchas cosas más.
En principio, la casa de San Pedro Tlaquepaque no es mía; es propiedad de la Arquidiócesis de Guadalajara. En el año de 1915, en tiempos de la persecución carrancista, al entonces Arzobispo, D. Francisco Orozco y Jiménez, lo despojaron de la Sede Arzobispal, ubicada en lo que hoy es la Presidencia Municipal de Guadalajara, y en vista de eso, se adquirió una finca campestre de las muchas que había entonces en San Pedro Tlaquepaque, y a ella se trasladó el Prelado, viviendo ahí hasta el año de su fallecimiento, en 1936.
Después de su muerte, la finca siguió perteneciendo al Arzobispado, pero quedó abandonada por muchas décadas, hasta que vino a regir esta Iglesia Local el señor Juan Jesús Posadas Ocampo, quien, no teniendo lugar dónde vivir, mandó adecuar esa vieja casona para hacerla habitable y poder morar en ella. Mientras tanto, vivió en una casa adjunta al Templo de Nuestra Señora del Carmen, que le facilitó el Padre Capellán, D. Enrique Aguilar Gallardo.
Cuando fui nombrado Arzobispo, se me comunicó que no había otra residencia episcopal más que esa, de San Pedro, y yo acepté ir a habitarla. Como la casa es amplia, se presta para tener en ella animales domésticos; y, en efecto, tengo ahí perros de compañía y guardianes, algunas aves y un pequeño mono araña; esa es toda mi “fauna exótica”.
La mencionada residencia consta de dos cuartos para huéspedes, biblioteca y salón para juntas, cocina y un apartamento en donde vivo, y un sacerdote que me acompaña.
La piscina olímpica mide ocho por cinco metros y data de tiempos del Cardenal Posadas, porque él nadaba todos los días por prescripción médica; yo casi no la uso.
Respecto a la cocina “internacional”, seguramente se refieren a que las tres religiosas, de la Congregación de Santa Margarita que elaboran los alimentos, una es de Zacatecas, otra de Michoacán y la otra de Jalisco.
El refinamiento de esa cocina pueden atestiguarlo todas aquellas personas a las cuales invito a compartir los alimentos, sobre todo el desayuno, a fin de tratar algunos asuntos; esas personas saben algo que yo nunca he negado: mi origen pueblerino, del cual me siento muy orgulloso y, por lo tanto, lo que a mi mesa se sirve cada mañana es lo que habitualmente se desayuna la gente del pueblo. En cuanto a la comida y cena, casi siempre las hago fuera de casa, pues en mi agenda nunca faltan compromisos o invitaciones en donde mi presencia es requerida, y donde generalmente aquéllas están incluidas.
También se afirma que tengo abundantes sirvientes y empleados; no hay tal. Son las tres religiosas mencionadas, un chofer y un conserje. Hay otras personas que están para atender asuntos de la Iglesia, pero no a mí personalmente.
Es menester, pues, que quede bien claro que yo no soy propietario de ninguna mansión ni de bienes inmuebles; que no tengo cuentas bancarias ni rentas ni nada, y eso lo sabe la PGR, que hizo una investigación exhaustiva por todas las ciudades en donde he estado. Vivo únicamente del salario que me corresponde. No manejo chequera ni tarjeta de crédito alguna. Llevo mi dinero en la bolsa y voy gastándolo según mis necesidades.
Ni ahora ni con anterioridad he manejado recursos económicos propios ni ajenos. En el Seminario Diocesano, donde estuve sirviendo 27 años como Formador, había un Ecónomo que se encargaba de las finanzas; en Ciudad Juárez, también había otro Administrador, y aquí, en la Arquidiócesis, todo lo relacionado con este asunto está en manos del Obispo Auxiliar, José Trinidad González Rodríguez, apoyado por el Padre Juan González González y por un Consejo de Economía integrado por sacerdotes y laicos especialistas en la materia.
En resumen, yo, como Arzobispo, no soy dueño de la Catedral ni de los templos ni de los terrenos y edificaciones del Seminario ni de ninguna otra finca o edificio episcopal; como cabeza de esta Iglesia Local, tengo jurisdicción sobre estos bienes hasta cierto punto, pero nada de eso es de mi propiedad.
Esa es, pues, mi casa, mi fauna, mi cocina, mi servidumbre y mi situación económica. Muchísimas personas están al tanto de ello y, por lo mismo, podrían atestiguar que lo que se me achaca por algunos mal intencionados o abiertamente enemigos, son calumnias y mentiras, aunque finalmente Dios todo lo juzgará, teniendo en cuenta que hay un Octavo Mandamiento que dice: “No levantarás falsos testimonios ni mentirás”.
Muchas gracias y que Dios los bendiga.
Estimados lectores:
A través de este mensaje deseo hacer algunas aclaraciones respecto a la casa que habito en Tlaquepaque, porque hay quienes exageran afirmando que se trata de una residencia opulenta, que cuenta con una piscina casi olímpica, fauna exótica, cocina internacional, abundante servidumbre y muchas cosas más.
En principio, la casa de San Pedro Tlaquepaque no es mía; es propiedad de la Arquidiócesis de Guadalajara. En el año de 1915, en tiempos de la persecución carrancista, al entonces Arzobispo, D. Francisco Orozco y Jiménez, lo despojaron de la Sede Arzobispal, ubicada en lo que hoy es la Presidencia Municipal de Guadalajara, y en vista de eso, se adquirió una finca campestre de las muchas que había entonces en San Pedro Tlaquepaque, y a ella se trasladó el Prelado, viviendo ahí hasta el año de su fallecimiento, en 1936.
Después de su muerte, la finca siguió perteneciendo al Arzobispado, pero quedó abandonada por muchas décadas, hasta que vino a regir esta Iglesia Local el señor Juan Jesús Posadas Ocampo, quien, no teniendo lugar dónde vivir, mandó adecuar esa vieja casona para hacerla habitable y poder morar en ella. Mientras tanto, vivió en una casa adjunta al Templo de Nuestra Señora del Carmen, que le facilitó el Padre Capellán, D. Enrique Aguilar Gallardo.
Cuando fui nombrado Arzobispo, se me comunicó que no había otra residencia episcopal más que esa, de San Pedro, y yo acepté ir a habitarla. Como la casa es amplia, se presta para tener en ella animales domésticos; y, en efecto, tengo ahí perros de compañía y guardianes, algunas aves y un pequeño mono araña; esa es toda mi “fauna exótica”.
La mencionada residencia consta de dos cuartos para huéspedes, biblioteca y salón para juntas, cocina y un apartamento en donde vivo, y un sacerdote que me acompaña.
La piscina olímpica mide ocho por cinco metros y data de tiempos del Cardenal Posadas, porque él nadaba todos los días por prescripción médica; yo casi no la uso.
Respecto a la cocina “internacional”, seguramente se refieren a que las tres religiosas, de la Congregación de Santa Margarita que elaboran los alimentos, una es de Zacatecas, otra de Michoacán y la otra de Jalisco.
El refinamiento de esa cocina pueden atestiguarlo todas aquellas personas a las cuales invito a compartir los alimentos, sobre todo el desayuno, a fin de tratar algunos asuntos; esas personas saben algo que yo nunca he negado: mi origen pueblerino, del cual me siento muy orgulloso y, por lo tanto, lo que a mi mesa se sirve cada mañana es lo que habitualmente se desayuna la gente del pueblo. En cuanto a la comida y cena, casi siempre las hago fuera de casa, pues en mi agenda nunca faltan compromisos o invitaciones en donde mi presencia es requerida, y donde generalmente aquéllas están incluidas.
También se afirma que tengo abundantes sirvientes y empleados; no hay tal. Son las tres religiosas mencionadas, un chofer y un conserje. Hay otras personas que están para atender asuntos de la Iglesia, pero no a mí personalmente.
Es menester, pues, que quede bien claro que yo no soy propietario de ninguna mansión ni de bienes inmuebles; que no tengo cuentas bancarias ni rentas ni nada, y eso lo sabe la PGR, que hizo una investigación exhaustiva por todas las ciudades en donde he estado. Vivo únicamente del salario que me corresponde. No manejo chequera ni tarjeta de crédito alguna. Llevo mi dinero en la bolsa y voy gastándolo según mis necesidades.
Ni ahora ni con anterioridad he manejado recursos económicos propios ni ajenos. En el Seminario Diocesano, donde estuve sirviendo 27 años como Formador, había un Ecónomo que se encargaba de las finanzas; en Ciudad Juárez, también había otro Administrador, y aquí, en la Arquidiócesis, todo lo relacionado con este asunto está en manos del Obispo Auxiliar, José Trinidad González Rodríguez, apoyado por el Padre Juan González González y por un Consejo de Economía integrado por sacerdotes y laicos especialistas en la materia.
En resumen, yo, como Arzobispo, no soy dueño de la Catedral ni de los templos ni de los terrenos y edificaciones del Seminario ni de ninguna otra finca o edificio episcopal; como cabeza de esta Iglesia Local, tengo jurisdicción sobre estos bienes hasta cierto punto, pero nada de eso es de mi propiedad.
Esa es, pues, mi casa, mi fauna, mi cocina, mi servidumbre y mi situación económica. Muchísimas personas están al tanto de ello y, por lo mismo, podrían atestiguar que lo que se me achaca por algunos mal intencionados o abiertamente enemigos, son calumnias y mentiras, aunque finalmente Dios todo lo juzgará, teniendo en cuenta que hay un Octavo Mandamiento que dice: “No levantarás falsos testimonios ni mentirás”.
Muchas gracias y que Dios los bendiga.