Editorial CCM La riesgosa 'nueva normalidad'

La riesgosa 'nueva normalidad'
La riesgosa 'nueva normalidad'

Mientras en otros países, sólo se dio una relajación del confinamiento, confirmado el aplanamiento de la curva, en México vivimos el mundo al revés. La riesgosa nueva normalidad podría, en realidad, ser un rifle cargado donde salga el tiro por la culata.

La riesgosa “nueva normalidad”

Editorial CCM

Llega a su fin la aplicación del confinamiento y de la jornada nacional de sana distancia. Fueron 70 días donde autoridades federales y municipales insistieron para que la población en general tuviera observancia de un aislamiento voluntario, restringir actividades económicas y educativas además de impedir eventos y convivencia que impliquen cercanía entre personas. Las medidas buscaban, por lo menos, ‘desacelerar’ el vertiginoso ritmo de contagios que no se ha conseguido. La vuelta a lo que eufemísticamente se llama “nueva normalidad”, en donde específicas actividades económicas pretenden reiniciarse, nos tiene en un punto muy alto donde más y más personas sufren contagio. Sin aplanamiento de curva o signos de haber ‘domado’ al coronavirus, México se acerca a los 90 mil casos acumulados y a las 10 mil defunciones. Mientras en el mundo, el índice de letalidad es del 6,2 por ciento, aquí es de 11,17.

El 13 de mayo, se puso en marcha una forma de señalización para dar a conocer los Estados y regiones en rojo a los que se debe dar especial atención. El semáforo por covid-19 mantiene al país prácticamente en un estado crítico. La apertura de algunas actividades, afirman, no implica que haya un regreso masivo a lo que antes se hacía y se requiere de la conciencia prudente de las personas; sin embargo, la realidad es otra. En Ciudad de México, por ejemplo, sólo algunos días vieron una perceptible reducción de actividades, particularmente en Semana Santa, después la normalidad se retomó: manifestaciones públicas, protestas urbanas, embotellamientos, uso masivo de transporte e incluso peregrinaciones y visitas a templos y santuarios hacían ver que el desafío a la pandemia era eso, para demostrar que la vida debe seguir.

La realidad es que en México, a diferencia de otros países donde el confinamiento fue riguroso, la sociedad no resiste más... Miles de personas viven al día y las afectaciones llegan a un punto que está en los linderos de la desesperación. Por lo que hace a otras grandes ciudades del país, las autoridades estatales han dado una fuerte resistencia recibiendo con escepticismo estas medidas del gobierno federal. Una mala señal, afirman, es que, en medio del pico de contagios, el presidente de México realice otra populista gira de trabajo por el sureste del país para insistir en que las cosas van por un camino distinto y que la pandemia está por vencerse cuando la realidad es diametralmente distinta.

Es previsible que las siguientes semanas, sin la promoción activa de la sana distancia, exista una nueva forma de esta crisis en la que se podría dar un incremento de contagios y lamentar más decesos. Sólo debe apelarse a la solidaridad y conciencia de las personas para usar las medidas consabidas para hacer espacios más seguros que frenen la pandemia, es de elemental prudencia; sin embargo, las autoridades también deben entrar a este carro de la responsabilidad dando señales que demuestren que lo que ellos predican es justo lo que realizan y de que el coronavirus es de verdad una amenaza para la estabilidad y permanencia del Estado mexicano. Mientras en otros países, sólo se dio una relajación del confinamiento, confirmado el aplanamiento de la curva, en México vivimos el mundo al revés. La riesgosa nueva normalidad podría, en realidad, ser un rifle cargado donde salga el tiro por la culata.

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