Editorial CCM El otro virus

El otro virus
El otro virus

“¡Nos miran distinto!”, “Nos ven como la peste”, “Nos vas a contagiar a todos”, de ese tamaño son las agresiones que se han relatado a medios de comunicación revelando la impotencia y frustración de los trabajadores de la salud ante esos actos...

Editorial CCM

Mientras México parece ir hacia escenarios más complicados por la expansión del coronavirus, surgen iniciativas de apoyo y solidaridad demostrando una vez más la indeclinable vocación de la sociedad de ayuda a los demás. Pequeñas acciones son muy grandes cuando el apoyo hacia quienes menos tienen o han sido afectados en sus empleos por la parálisis de la cuarentena entretejen esos lazos para salir adelante y hacer mejor el futuro.

Pero no todo es de esa forma. En medio de estas complicaciones, llegan las lamentables noticias de las agresiones perpetradas en contra el personal médico en la cual su vida e integridad se ven comprometidas cuando injustificados ataques ponen en riesgo su seguridad personal. Son diversos los testimonios de enfermeras y médicos relatando cómo en plena vía pública algunas personas han arrojado cloro contra ellos, líquidos calientes o bien insultos y calificativos despectivos por trabajar en una profesión que ahora es de las más valiosas en México.

“¡Nos miran distinto!”, “Nos ven como la peste”, “Nos vas a contagiar a todos”, de ese tamaño son las agresiones que se han relatado a medios de comunicación revelando la impotencia y frustración de los trabajadores de la salud ante esos actos. La preocupación de las autoridades no parece ser simplemente respuesta por hechos aislados. En algunos estados de la República, se ha dispuesto de transporte exclusivo para enfermeras en lo que se ha llamado “Rutas seguras de héroes y heroínas” o a nivel federal, elementos de la Guardia Nacional son desplegados en 84 unidades médicas de 19 entidades, incluyendo Ciudad de México, a fin de “brindar seguridad a instalaciones, personal médico e insumos para garantizar el servicio a los ciudadanos que lo requieren en esta contingencia sanitaria”, según puede leerse en un comunicado del 15 de abril de la misma dependencia.

No hay duda de que el nivel de presión y psicosis están mermando la capacidad de respuesta lógica y racional de esos agresores. La población en general tuvo tiempo suficiente para anticiparse a los hechos que tarde o temprano llegarían a este país debido a una pandemia global. Incluso las agresiones al personal de salud se traducen igualmente en la incapacidad de autoridades por no dotarles del debido material e insumos, en cantidad y calidad, para la adecuada atención de los pacientes y así minimizar los riesgos a su salud y vida.

En 2012, el Papa emérito Benedicto XVI dirigió un sentido discurso sobre la naturaleza de esta noble profesión. Llamó a los médicos “reservas de amor”ellos no sólo curan, también devuelven la esperanza y serenidad a quienes están postrados por el dolor y la enfermedad, pero en ese discurso, el Pontífice emérito, quien en esta semana pasada cumplió 93 años teniendo en sus oraciones a todas las víctimas del coronavirus, vislumbró ese “empobrecimiento de valores” de la humanidad que “cegada por la eficacia técnica, olvida la pregunta fundamental sobre el sentido de sus acciones”.

En este tiempo, las palabras de Benedicto XVI son de capital importancia. A pesar de la rápida difusión de las ideas de tolerancia, respeto, solidaridad, empatía, colaboración y amor, es inaudito conocer este empobrecimiento de los valores cuando el opio del miedo impide ver más allá de la pandemia. Hay otro patógeno igual de peligroso que el covid 19 y puede ser inoculado, desgraciadamente, a través de la mentira de fácil acceso e ignorancia a un click de distancia, ese es el virus del odio.

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