"Supongo que las reacciones, tras la lectura de este Documento de trabajo, serán las habituales: las que lamenten -recurriendo, probablemente, a conceptos gruesos- la erosión teológica que experimenta en esta aportación el modelo absolutista, monárquico y medieval del primado de Pedro o la concepción monolítica de una unidad concebida y vivida en términos y praxis verticalistas y, por ello, para nada, policéntrica"
"El lector interesado tiene entre sus manos una importante aportación teológica sobre el papado y la sinodalidad, pero seguro que echa de menos -así me pasa, al menos, a mí- que tales primacía y sinodalidad se articulen con la responsabilidad de todos y de cada uno de los católicos para, de una vez por todas, poder contar con una Constitución eclesial a la que estaríamos sometidos todos, incluido un papado de matriz sinodal; y, por supuesto, el episcopado, el presbiterado y todos los bautizados"
no queda más remedio que adentrarse en la tradición viva de la Iglesia que, a pesar de lo que algunos puedan creer, sigue siendo viva también en nuestros días y, por ello, está abierta a recrearse y ser repensada a la luz, por supuesto, de los diferenciados lugares teológicos; entre ellos, el de los signos de los tiempos que, por ejemplo, son el “sensus fidei”, la sinodalidad y la necesidad de revisar el primado de Pedro, por lo menos, a partir de lo aprobado en el Vaticano II y de lo que se viene concluyendo en el diálogo ecuménico