"Hay demasiados que están sobrados de 'potestad' pero andan escasos de 'autoridad'" Castillo: "Los políticos, tipejos que dan asco y pena"

Congreso de los Diputados
Congreso de los Diputados

"Nacieron para comediantes, pero se hicieron políticos. Y ahí los tienes: mintiendo, insultando, ocultando lo que no les interesa que se sepa…"

"No es mera y casual coincidencia el hecho de que, en los Evangelios, Jesús les eche en cara, a los dirigentes y políticos de la religión y del sistema de su tiempo, que eran unos 'hipócritas'"

"Hemos convertido la política en un “teatrucho” de mala muerte. ¿Y con comediantes así, queremos arreglar el mundo?"

"Lo peor de la política, que nos rige, no está en que nuestros políticos sean malos. Lo más preocupante es que una notable mayoría de ellos son unos perfectos inútiles" 

Nadie duda, en este momento que, en España, en Europa y en el mundo entero se vive y se palpa un malestar preocupante, sobre todo por la inestabilidad que se nota (y es evidente) en tantos ámbitos de la sociedad insegura que, entre todos y con participación de todos, hemos construido. Todos somos responsables, por acción o por omisión, de lo que está pasando y de cómo se ha puesto la vida, en este mundo desbocado que se nos ha ido de las manos. Y lo peor de todo es que no sabemos ni cuándo ni cómo vamos a poder salir de este estado de cosas. 

Es evidente que, en gran medida, todo esto se debe a los cambios tan rápidos y tan profundos que estamos viviendo. Pero precisamente por eso, porque casi todo está cambiando, ahora más que nunca es cuando, en nuestra sociedad y en todas las sociedades del mundo, echamos de menos y se palpa la necesidad urgente de gobernantes que nos den seguridad y que sean personas con la categoría y las cualidades, que hoy son más necesarias que nunca, para sacarnos de esta charca embarrada en que nos vemos metidos, con un futuro demasiado problemático. 

Ya en la Antigüedad, hubo personalidades con categoría, que se dieron cuenta de las cualidades fundamentales que eran (y siguen siendo) indispensables para gestionar debidamente la “cosa pública”, los asuntos que a todos nos conciernen. Ya en el siglo V (año 494), el papa Gelasio le escribía al emperador Anastasio: “Dos cosas son indispensables para gobernar este mundo, la autoridad (de los papas) y la potestad (de los emperadores)”. 

Sinceramente, lo que a mí me importa aquí no son ni los papas ni los emperadores. Lo que interesa de verdad es que quienes gobiernan sean personas con “autoridad” y con “potestad”. Con ambas cosas. Cuando esas dos cualidades y esas dos condiciones se funden en la personalidad de un gobernante, entonces es cuando podemos tener esperanza y hasta seguridad en que salimos del atolladero en que nos vemos metidos, por muy oscura y turbia que sea la situación. 

Fariseísmo e hipocresía
Fariseísmo e hipocresía

Me explico. Todo este asunto se comprende perfectamente cuando nos damos cuenta y precisamos bien lo que comporta la “autoridad” y lo que define y va asociado a la “potestad”. Quiero decir: la autoridad (explicada de manera muy imprecisa en el Diccionario de la RAE) se entiende, desde la Edad Media, como “una fuente carismática de legitimidad”, es decir, la fuente de la que brota la aceptación de los súbditos, que ven en el gobernante la persona que les puede y les debe gobernar. Mientras que la potestad indica el poder principalmente ejecutivo, que puede poner en práctica y ejecutar lo que, en la sociedad y por parte de los súbditos, se tiene que poner en práctica. 

Como es lógico, en una sociedad bien estructurada y educada, el ejercicio de la autoridad y de la potestad no suele ser problema. Porque, en tal caso, los súbditos ayudan al gobernante. Las cosas se complican cuando, en una sociedad determinada, la “autoridad” y la “potestad” no se equilibran debidamente en quienes ejercen el poder. Porque lo determinante y decisivo, en todo este complicado asunto, está en que la “autoridad” se asocia y se relaciona con los “deberes” del gobernante, mientras que la “potestad” se asocia y se relaciona con los “privilegios” que disfruta quien tiene el poder sobre los demás. Por eso, la “forma de vida”, que lleva el gobernante, es decisiva para la autoridad, que tiene o puede tener. En tanto que la “poltrona” (y todo lo que la poltrona representa) es determinante en las apetencias de los políticos. 

Las consecuencias de lo que acabo de decir están en boca de todos. Un alcalde que no se sube el sueldo, que vive donde vivía y como vivía, que no le miente a la ciudadanía, que trata con respeto a todos por igual, y que mira más por los que más lo necesitan, sin duda alguna es un gobernante que tiene “autoridad”. Y que, por eso precisamente, ejercerá mejor la “potestad”. 

Pero, por desgracia, alcaldes con esta “autoridad”, no hay muchos. Por el contrario, gobernantes y políticos con ansias de “potestad” (o sea, de “poltrona”) y de los privilegios que la poltrona lleva consigo, los hay en abundancia. Y esto – ni más ni menos – es lo que explica por qué hay tantos políticos corruptos. Es decir, tipejos que dan asco y pena, que colman sus aspiraciones, no precisamente aliviando el sufrimiento de la ciudadanía, sino comprándose mansiones, exigiendo y cobrando sueldos de escándalo, organizándose la “puerta giratoria” desde el mismo día en que juran el cargo, mintiendo en sus discursos, insultando al que no se pliega a sus ideas…. Y así, sucesivamente.    

Y es precisamente por esto, porque hay demasiados gobernantes que están sobrados de “potestad” pero, al mismo tiempo, andan escasos (a veces, demasiado escasos) de “autoridad”, por eso, ni más ni menos, hay tantos gobiernos y tantísimos gobernantes, que equivocaron su vocación y su camino en la vida: nacieron para comediantes, pero se hicieron políticos. Y ahí los tienes: mintiendo, insultando, ocultando lo que no les interesa que se sepa…. Así, han convertido la dura realidad de la vida en “el gran teatro del mundo”. 

Porque, efectivamente, es eso lo que hace una preocupante mayoría de nuestros gobernantes. No es mera y casual coincidencia el hecho de que, en los Evangelios, Jesús les eche en cara, a los dirigentes y políticos de la religión y del sistema de su tiempo, que eran unos “hipócritas”. El término griego hypokrisis pertenece originariamente al lenguaje teatral (H. Giesen). Y es que, efectivamente, hemos convertido la política en un “teatrucho” de mala muerte. ¿Y con comediantes así, queremos arreglar el mundo? Lo peor de la política, que nos rige, no está en que nuestros políticos sean malos. Lo más preocupante es que una notable mayoría de ellos son unos perfectos inútiles.  

Políticos españoles
Políticos españoles

Etiquetas

Volver arriba