ÉTICA SIN MISERICORDIA

Me ha llamado la atención la cantidad de comentarios que ha motivado el tema de la ética, muchos más que ningún otro tema (según creo) en este blog. Está claro que los problemas, que plantea la ética, interesan vivamente y motivan a muchas personas a escribir. Pero debo confesar que, al igual que la "cantidad" de comentarios, más aún me ha llamado la atención el "alambicamiento" especulativo de la mayoría de esos comentarios. Con frecuencia olvidamos (yo, por supuesto, también) que la ética no se inventó para hacer consideraciones abstractas sobre ella, sino para ponerla en práctica, para integrarla en nuestras vidas, para que sea la fuerza determinante de lo que hacemos. Y también de lo que dejamos de hacer. Pero de esto último, del llamado "pecado de omisión", hablaremos otro día.

En lo que hoy quiero fijarme es en que la ética, cuando se pone en práctica despojada de misericordia, se convierte en un peligro. Porque fácilmente resulta ser una máquina de violencia. Baste pensar en esto: todos los dictadores que en el mundo han sido, los tiranos, los genocidas, casi todos los violentos que han pasado por la historia, cometieron sus violencias invocando los más altos principios éticos: la justicia, la libertad, los derechos de las personas y de los pueblos, la dignidad de la patria, etc, etc. Y tenían que hacerlo así. Porque todo el que comete agresiones y violencias, si no quiere quedar como un canalla, tiene que "legitimar" lo que hace, tiene que "justificar" sus crímenes o simplemente sus atropellos y faltas de respeto a los demás. Pues bien, para maquillar todo eso, para que las violencias y agresiones resulten "presentables", el recurso a los más nobles principios éticos es un procedimiento que da buenos resultados, por lo menos para engañar y embaucar a los ingenuos.

Por esto se comprende la extraordinaria habilidad que tienen los "maestros de la mentira", los notables de la política, de la economía, de la religión (sean del color que sean), para presentar como amor lo que es odio, para decirnos que es paz lo que es violencia, para afirmar como verdad lo que es mentira. Y así sucesivamente.

Al decir estas cosas, no me resisto a recordar aquí un verbo griego, que se repite en los evangelios, casi siempre aplicado a Jesús. Se trata del verbo splanchnizomai que significa "conmoverse entrañablemente". Literalmente, se trata de un verbo que no tiene traducción al castellano, ya que "sentir compasión" o "tener lástima" no dan idea exacta de lo que significa ese verbo. Téngase en cuenta que el verbo viene del sustantivo splanchna que significa "entrañas", "vísceras". Por tanto, cuando los evangelios utilizan ese verbo, para expresar lo que motivaba a Jesús para hacer lo que hacía, lo que en realidad afirman los evangelios es que la conducta de Jesús estaba motivada y su motor era, no sólo ni principalmente los "motivos éticos", sino la "conmoción visceral" que sentía ante el sufrimiento de la gente, sobre todo cuando se trataba de enfermos, hambrientos, mendigos, gentes excluidas y maltratadas por la vida. Recomiendo la lectura de estos textos (en su contexto): Mt 9, 36; 14, 14; 15, 32; 20, 34; Mc 1, 41; 6, 34; 8, 2; 9, 22; Lc 7, 13; cf. 10, 33; 15, 20. Es evidente que la fuerza que movilizaba a Jesús a actuar era algo previo a cualquier idea y a cualquier teoría: el sufrimiento de los inocentes, de los débiles, de los extraviados, no necesita justificación teórica ninguna para movilizarnos a actuar. Y, por el contraro, cuando actuamos motivados por ideologías que nos han inculado, corremos el riesgo de actuar (o de no actuar) al servicio de los intereses del ideólgo de turno, por más títulos que tenga y por más sublime que sea su discurso.

Créanme, leyendo algunos comentarios, de los que entran en este blog, siento pena y lástima. Porque no hay que ser un lince para darse cuenta de que quienes hablan así, no son sino la "voz de su amo". Personas a las que les han anulado el pensamiento y, sobre todo, les han reprimido y bloqueado las entrañas, no pueden dar de sí otra cosa. Van por la vida como altavoces de quien los ha anulado. No me refiero a nadie en concreto. Y, sobre todo, no señalo a nadie con el dedo. ¿Quién soy yo para cometer semejante felonía? No. Lo que acabo de decir, lo digo por todos y para todos. Empezando por mí. Y, por supuesto, el que tenga las manos limpias, que tire la primera piedra.
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