Carta del P. General sobre la causa de beatificación del P. Pedro Arrupe...


Queridos hermanos:

Tengo la alegría de comunicar a todo el cuerpo religioso y apostólico de la Compañía de Jesús que ha comenzado oficialmente el proceso hacia una posible beatificación del P. Pedro Arrupe, 28º Superior General de la Compañía de Jesús. Desde ahora, por tanto, ya es considerado “Siervo de Dios”. La causa se ha puesto en marcha en el Vicariato de Roma, lugar de su muerte. Después de haberlo orado y considerado atentamente, la Compañía ha pedido el inicio de este discernimiento eclesial sobre la heroicidad de sus virtudes.

Durante los últimos meses, al informar sobre esta intención en diversos lugares a los que he viajado, he podido comprobar personalmente lo vivo que se encuentra el recuerdo y el legado del P. Arrupe. Elocuentes e incluso emotivas cartas postulatorias recibidas de todo el mundo confirman este deseo presente en diversos sectores de la Iglesia, donde se reconoce su fama de santidad; una fama espontánea, estable y continua.

Jesuitas y no jesuitas de todas partes han sido testigos de muchas de las excepcionales cualidades del P. Arrupe: su deseo de cumplir en todo la voluntad de Dios Padre, su arraigo en Jesucristo, su confianza en el Espíritu Santo como guía de la Iglesia, su lealtad a toda prueba al Santo Padre –“Vicario de Cristo en la tierra”-, su talante misionero, su fidelidad personal al modo nuestro de proceder, su sensibilidad ante los dramas sociales, su amor y cercanía a los pobres. La persona del P. Pedro Arrupe se nos muestra como un apasionado “hombre de Dios y “hombre de la Iglesia” fuera de lo ordinario.
Ahora, al cumplirse 111 años de su nacimiento, mirando hacia atrás, reconocemos su gran contribución a la Compañía y a la espiritualidad ignaciana al ayudar a redescubrir los Ejercicios espirituales, otros textos esenciales de San Ignacio y el método del discernimiento personal y en común. Recordemos cómo el P. Arrupe pedía a la Trinidad –en la que se inspira el carisma ignaciano- “comprender ahora lo que significa para mí y para la Compañía lo que manifestaste a Ignacio”. De este modo se llevó a cabo la renovación de la vida del jesuita, su consagración y los votos, la comunidad o la misión. En general, él puso los medios para que la Compañía, la Iglesia y la sociedad pudieran alimentarse de toda la riqueza ignaciana acomodada a su época.

Algo semejante ocurrió también con la vida consagrada, el sacerdocio y el laicado, con cuyos miembros el P. Arrupe mantenía un trato permanente. Su presencia entusiasta, libre, sabia y fiel en la agitada Iglesia del Concilio, sobre la que el Espíritu había derramado su luz, significó el deseo de integración de los mejores valores de la tradición con aquellos necesarios para la adaptación del cristianismo a los nuevos tiempos. El Siervo de Dios fue elegido Superior General en 1965 y todavía pudo participar en la última sesión del Concilio Ecuménico Vaticano II. Los 18 años que pasó al frente de la Compañía –y los 17 como Presidente de la Unión de Superiores Generales- coincidieron, pues, con el desarrollo del Concilio. En las décadas siguientes a su celebración contribuyó con “fidelidad creativa” a su aplicación, siendo calificado por el P. Peter-Hans Kolvenbach en 2007 como “profeta de la renovación conciliar”. También, al referirse en 2011 a esta época, el P. Adolfo Nicolás recordaba la insistencia del P. Arrupe en que “el espíritu de San Ignacio nos guíe y dirija en este tiempo tan importante de la vida de la Iglesia”. Una Iglesia a la que siempre quiso servir incondicionalmente.

Con una visión universal, el P. Arrupe, convencido de la riqueza de la diversidad cultural, impulsó la inculturación en su acción misionera de transmisión de la Buena Noticia, acudió a la llamada de los refugiados, condujo a la Compañía –como exigencia del servicio de la fe- a empeñarse contra toda injusticia y contra la increencia, invitó a nuestros alumnos a ser “hombres y mujeres para los demás”, promovió la reconciliación, el ecumenismo y el diálogo interreligioso... A la vez, descendiendo a lo particular, trataba a cada persona con gran respeto, escuchándola y fiándose de cada una como portadora de dones únicos del Espíritu para el cuerpo. Esta actitud era otra faceta de su confianza en el Señor, que era facilitada, día a día, por la pobreza y sencillez de su vida cotidiana. Hasta el final transmitió una gran bondad, madurada todavía más cuando, por su enfermedad, se supo totalmente en manos de Dios.
Nos encontramos en los primeros pasos de su causa. Una vez recibidos el nihil obstat de la Santa Sede, el consentimiento de los obispos más cercanos a Roma dentro de la Conferencia Episcopal Italiana y constatada la ausencia de obstáculos de parte del pueblo de Dios, el 5 de febrero de 2019, en el 28º aniversario de su muerte, tendrá lugar en la basílica de San Juan de Letrán la sesión de apertura de su causa de beatificación. A continuación, los distintos responsables del proceso diocesano comenzarán a trabajar tomando declaración a más de cien testigos repartidos principalmente en España, Japón e Italia. Con todo, ya estos meses previos han empezado su labor dos comisiones encargadas de revisar, respectivamente, todos sus escritos publicados así como otros muchos documentos no publicados, tanto del P. Arrupe como sobre él y del contexto socio-eclesial en el que vivió.

Una muestra de su recuerdo, devoción e influencia viva entre nosotros en las últimas décadas es la cantidad de comunidades, casas, obras apostólicas y otros espacios y experiencias que llevan su nombre. La Postulación General de la Compañía en Roma (postulazione@sjcuria.org) recogerá todos estos datos, así como cualquier otro que quiera comunicársele acerca de la difusión de su vida, fama de santidad, y gracias o favores recibidos por su intercesión. Toda otra información oportuna acerca de su vida, su muerte o sobre el tiempo posterior a su muerte será bienvenida. Un nuevo sitio web sobre el P. Arrupe acaba de ser elaborado y podrá consultarse en https://arrupe.jesuitgeneral.org/es/.

Estoy convencido de que la persona del P. Pedro Arrupe, en este tiempo de gracia que ahora comienza hacia su deseable beatificación, suscitará en los jesuitas y en nuestros compañeros y compañeras en la misión un mayor deseo de unión y de renovación espiritual, que nos impulse a colaborar en la reconciliación de todas las cosas en Cristo, llevándonos, “bajo el Romano Pontífice”, adonde el Espíritu nos conduzca.

Nuestra Señora de la Estrada nos siga acompañando en este camino de oración y discernimiento para que de su mano estemos cerca del Señor Jesús y crezcamos como sus discípulos.

Roma, 14 de noviembre de 2018 Fiesta de San José Pignatelli
Arturo Sosa, S.I. /Superior General
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