No podemos resignarnos a una humanidad cruel Mirada triste de otoño

Restaurar el misterio de la visitación

 El otoño tiene una firma inconfundible. Con su tinta amarilla y su aire bullicioso va llenando de provisionalidad todo cuanto toca.

 En el semáforo de mi calle me he cruzado con Lidia, una anciana encantadora de pelo blanco que se viste de primavera para llevar la contraria al otoño. Iba acompañada de Candela, una joven latinoamericana.

 Le he dicho a Lidia que era precioso el pañuelo que llevaba anudado al cuello y lo bien que se conserva para su edad. Ella me ha sonreído con generosidad, me ha cogido la mano y ha comenzado su discurso, el mismo de ayer y de siempre. Su mirada, nostálgica y triste, estaba en plena sintonía otoñal aunque conservaba el encanto de lo que ha sido auténtico y juvenil.

Candela, seguía atenta la conversación y asentía de vez en cuando. Su piel amerindia y sus ojos rasgados, con su larga coleta sujeta por una trenza de muchos colores, hablaban de una tierra lejana y hermana, castigada y empobrecida. En su mirada había mucha primavera.

  La estampa resultaba cuando menos curiosa. Una mujer anciana europea apoyada en una joven latinoamericana. El ayer y el hoy de la mano en un encuentro feliz y necesario para que descubramos la riqueza de la interculturalidad. Ayer éramos, nosotros, los europeos, los que acompañábamos su cultura; hoy son los latinoamericanos los que nos acompañan en la nuestra. Es el misterio de la visitación.

Dios se empeña en convocar la vida todas las mañanas; y aunque el otoño se repliega en sí mismo, exactamente igual que nosotros, no consigue, ni siquiera con un manto de hojas secas, ocultar la ingenuidad de la luz otoñal amarilla y pálida que nos regala cada instante.

El indicio más evidente del otoño de esta humanidad  es la guerra en  Ucrania, la muerte como espectáculo y diversión. El hielo frío del invierno que quiere agarrar las gargantas de los niños ucranianos sin que nadie haga nada por evitarlo. No podemos resignarnos a una inhumanidad tan cruel. Yo sigo creyendo en esta humanidad. ¿Qué más da que España haya ganado 7 a 0 a Costa Rica en el mundial si un solo niño en Kiev va a pasar frio esta noche. Necesitamos movilizar generadores de energía humana cuanto antes.

El otoño y la primavera cruzaban de la mano esta tarde por mi calle para decirme que sólo dentro de mí se suceden las estaciones. Y yo mientras tanto miraba las hojas caídas en el parque.

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