¿Rezar o hacerse la prueba del Covi-19?

 -En tiempos de Pandemia-

En estos tiempos de confinamiento, estoy siendo un fiel seguidor de las redes sociales. Siempre he dicho que el Wasap merece la más alta distinción humana. Es un invento genial. Me parece algo prodigioso poder comunicarme con mi familia y amigos, al instante, de forma gratuita -o casi- aunque estemos a miles de kilómetros de distancia. ¡Toda una maravilla de la ciencia y  la técnica!  Y lo utilizo todos los días.

 -¡Buen día, Patri, ¿Cómo estás?

-Buenas noches, aquí en Tijuana.

Y mi  amiga Patricia me cuenta cómo van las cosas del Coronavirus en la frontera de Tijuana con EEUU, un lugar al que ella me llevó y que yo jamás olvidaré.

¡Qué prodigio poder hablar con Patri, una magnífica amiga y teóloga,  en directo, a  miles de kilómetros de distancia!

Si Jesús hubiera nacido en estos tiempos, seguro que hubiera hecho un grupo de wasap con los doce y con sus amigos y las mujeres que le seguían, porque la obsesión de Jesús era estar cerca de las gentes y comunicarles la buena nueva  del Reino.

En las redes, es verdad, uno se encuentra de todo. Son un cajón de sastre donde aparece lo más divino y lo más humano, lo más sublime y lo más vulgar, exactamente como en la vida misma.

Pues, no hace mucho, enredado por ahí, me encontré con esta afirmación: “Cuando estamos en Pandemia,  menos rezar y más pruebas del Covi-19”

Y he sentido una inmensa tristeza por tanta falta de formación religiosa y cultural. El debate sobre la fe y la ciencia ya está más que superado y asumido por la mayoría: No hay entre ellas ninguna oposición, más bien se iluminan una a otra y se complementan.  Se puede ser creyente y rezar y ser,  a la vez, un buen científico y hace progresar a la humanidad. Hay médicos que rezan y curan todos los días. Mis médicos son creyentes y lograron salvarme de un tumor cerebral. Y su fe me dio una inmensa confianza a la hora de ir al quirófano.

Y una prueba de lo que digo es que la mayoría de los grandes científicos que hemos conocido son creyentes.

Una cosa es confundir la fe con la superstición. Pero es que estamos hablando de fe no de supersticiones tan abundantes todavía hoy. Ayer me escribía, por wasap, Julián Esteban,  un amigo de Medellín (Colombia) y me decía que estaba preocupado por las “caceroladas” que había visto en España para protestar contra el gobierno en Madrid porque “Eso es una maldición, es convocar a la pobreza y al hambre” “Usted debe saber como sacerdote que tocar las ollas trae pobreza” Y añade : “Qué pesar un país tan lindo como el suyo y que hagan esos “cacerolazos” que son una maldición para el pueblo” No he sido capaz de hacerle ver que es una manifestación de  la libertad de un pueblo que desea protestar por algo cuando no puede salir a la calle como ahora sucede. Ha sido inútil toda mi explicación. Un Joven de fe como es él no entendía que hiciéramos estas cosas del demonio.

La superstición aún sigue galopando en nuestras filas. Pero esto son excepciones que no ocultan la realidad. La fe y la ciencia unidas hacen milagros todos los días. Seguramente cada una por su cuenta también hacen milagros, pero unidas son el no va más. Yo siempre he dicho, y estoy convencido, que la fe y la ciencia de mis médicos, Bustos y Gutiérrez,   me han salvado la vida en el hospital san Francisco de Asís de Madrid.

Ya en el año 1914, el psicólogo James Leuba, preguntó a mil científicos de Norteamérica, sobre su fe en Dios. Entonces, las respuestas mostraron una clara  división  en  los científicos en torno al tema de Dios. Desde aquel año la ciencia ha avanzado considerablemente y el porcentaje de científicos creyentes ha aumentado de manera significativa, según los estudios del “Pew Forum on Religion and Public Life”, que afirma que más  de la mitad de los científicos de Estados Unidos cree en Dios o en un poder superior.

Ninguna teoría, ni siquiera la de la evolución de Darwin, ha acabado con la fe de los científicos. Aunque el porcentaje de científicos creyentes es menor que en el resto de la sociedad, se mantiene en porcentajes muy altos. Hay que pensar que, en la sociedad norteamericana, más de un noventa y cinco por ciento cree en Dios o en un poder superior. Son muy curiosas las profesiones de fe según las ciencias a las que cada uno se dedica. Así encontramos que entre los químicos hay un porcentaje más alto (41 por ciento) que entre los biólogos y médicos (Treinta dos por ciento). Otra variable, la edad,  produce resultados curiosos en Norteamérica: Los científicos más jóvenes (entre 18 y 34 años) tienden más que los mayores a creer en Dios o en un poder superior.

Si todo esto es así ¿por qué tanta gente aún cree que son incompatibles la religión y la ciencia?

¿Por qué este anónimo ciudadano de las redes, pide  menos oración y más pruebas del Coby-19? La fe y la ciencia son compatibles a todos los niveles. En un nivel técnico, porque los conocimientos científicos no entran en conflicto con los conocimientos que pretenden explicar la cosmovisión de las religiones. La inmensa mayoría de científicos creyentes es una prueba indudable de que en sus investigaciones la fe supuso un impulso más en su trabajo científico por su deseo de ser útiles a la humanidad como piden sus creencias religiosas.

Solo desde ideologías partidistas y personales, tan frecuentes en nuestros días, puede deducirse que la ciencia ha acabado con la religión. En mi etapa de estudiante llegó a gustarme, especialmente, la asignatura de Filosofía contemporánea, donde logré la única matrícula de honor de mi carrera teológica. Fue allí cuando conocí aquella anécdota  en torno a la figura del gran filósofo  occidental Nietzsche, cuando afirmó que “Dios ha muerto la ciencia lo ha matado” Y esta frase se convirtió en un grafiti de moda en todas las capitales de Europa. En muchas paredes podía leerse: “Dios ha muerto, la ciencia lo ha matado. Firmado: Nietzsche”. En el año 1889, el filósofo nihilista  sufrió un colapso mental, tal vez por culpa de un tipo de tumor cerebral maligno que le provocó demencia y síntomas de megalomanía. Fue detenido en Turín por provocar desórdenes públicos y, cuando fue posible, volvió a  Basilea. Muere en el año 1900. Y después de su muerte, una ola de nuevos grafitis invadieron las paredes de las ciudades europeas, ahora con esta frase. “Nietzsche ha muerto. Firmado: Dios

 Es estéril empeñarse por motivos  ideológicos en negar la evidencia: La ciencia y la fe caminan en paralelo, como las vías del tren, sin estorbarse la una a la otra y dirigidas al mismo destino; a saber, la dignidad y el sentido de la vida humana aquí y más allá. Si una bicicleta puede rodar mejor con dos ruedas ¿Por qué vamos a quitarle una?

 Señalar ahora la lista de científicos creyentes de primera línea mundial  supera la intención de este escrito pero no está de más, a modo de  ejemplo  de esto que estoy diciendo. Permitidme cinco de los más conocidos en una lista de centenares:

  • 1) Galileo, a pesar de su conflicto con la iglesia institucional, por su apoyo a Coopérnico en sus teorías heliocentristas.

  • 2) María Mitchell, la mujer astrónoma norteamericana, profesora de astronomía y activista por los derechos de la mujer. Ella escribió esta frase tan expresiva: "Las investigaciones científicas avanzan y revelarán nuevas formas en las que Dios trabaja y nos trae revelaciones más profundas de lo desconocido", 

  • 3) Pasteur: Químico y bacteriológico francés, católico. Fue uno de los primeros en microbiología moderna y desarrolló una vacuna contra la rabia, hasta entonces mortal de necesidad.

  • 4) Alexander Fleming, científico británico. Católico. Logró el Nobel de medicina por descubrir la Penicilina que tantas vidas ha  logrado salvar.

  • 5) Ramón y Cajal, médico español, católico. También premio Nobel de Medicina por sus aportaciones al conocimiento del sistema nervioso.

  • 6) Joseph Edward Murray, médico católico y cirujano plástico. Referencia indiscutible en el trasplante de órganos. Premio Nobel de Medicina.

 Estos son solo unos  cuantos de los centenares de científicos católicos que han hecho posible avances decisivos en el proceso de la historia de la humanidad

 Por eso, pretender,  a estas alturas de la historia, enfrentar la ciencia y la fe, la oración y la atención médica, es como separar el agua de las nubes. O, lo que es peor, intentar  con  mala voluntad, desprestigiar a los creyentes y su fe. Como algo innecesario para la modernidad. Se puede rezar y, a la vez, hacerse las pruebas del Covid-19. O mejor se puede y se deben hacer las dos cosas si somos creyentes. Y lo hacemos. Otra cosa es que podamos hacerlas porque parece que esas pruebas no están al alcance de cualquiera. Por ahora, tienen preferencia los políticos y los futbolistas. Creo que nos va a hacer falta rezar más.

Volver arriba