“La conversión vivida como acogida en la misericordia de la verdad” “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”

 Alfredo Quintero Campoy y Alejandro Fernández Barrajón

Después de leer el Evangelio resuena de manera especial esa invitación de Jesús: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”. Una invitación directa que se nos hace a cada uno de nosotros. Y todo esto por una razón sencilla: El Reino de Dios está cerca.

En la primera lectura de Jonás, el pueblo de Nínive reacciona positivamente y en conciencia al mensaje de Dios transmitido por el profeta. Dios es un Dios de amor abierto al perdón como lo revela Jesucristo a Pedro: Perdonar hasta setenta veces siete. El Dios de Jesucristo es el Dios del perdón en la verdad que hace libre. Él no viene a juzgar, a señalar con el dedo, no hace falta, porque si nos abrimos a la verdad entonces nuestra conciencia nos clarifica lo que está bien y lo que está mal. Entonces podemos afirmar que el camino cristiano es un lugar para tomar conciencia en la verdad y para caminar como verdaderos hijos de Dios en libertad. Al contrario de Jonás, que como niño inmaduro, se enfada cuando Dios se arrepiente de destruir al pueblo de Nínive porque se ha convertido; así nosotros debemos vivir la alegría evangélica y del Reino de Dios por la experiencia de conversión.

En esta Palabra, buena Nueva de Jesús, la primera carta a los corintios nos invita a vivir en total libertad de cualquier apego terreno. Este mundo pasa, experimentamos la muerte y lo pasajero. Los cristianos debemos ser los primeros en tomar conciencia de vivir esta libertad lejos de apegos y ataduras. Que importante es, por tanto, alimentarnos de la Palabra de Jesús para ser libres en esta verdad viendo lo pasajero de este mundo y de los placeres para liberarnos del engaño seductor del placer y podamos, desde la fe, vivir cotidianamente con una mirada de esperanza y trascendente en medio de penas, tribulaciones, alegrías, sufrimientos y éxitos terrenos. Vivir hoy con la mirada de fe en la verdad de Jesucristo que nos hace libres y llega a lo profundo de nuestro corazón.

 El Reino del que habla Jesús es el centro de su vida y su misión. Al Reino Jesús dedicó sus mejores esfuerzos, sus milagros, su predicación y la entrega de la vida. La misión de todos los cristianos no puede ser otra que hacer posible y creíble con nuestra vida este Reino que Jesús ya ha inaugurado entre nosotros. Su misión no fue fundar una nueva religión o una iglesia, sino anunciar el Reino. Cuando la iglesia se ha puesto a ella misma como prioritaria al Reino, ha cometido infidelidad.

Pero para que este Reino llegue a las gentes tenemos que adoptar actitudes testimoniales muy positivas. Con frecuencia la Iglesia tiene mal nombre en la sociedad porque encontramos a muchos cristianos intolerantes, impositivos, negativos, fanáticos, y todo eso echa a la gente para atrás a la hora de sentirse iglesia de Jesús.

  La Palabra de Dios nos ilumina en la fascinación de la invitación a vivir nuestra conversión como un camino de éxodo, es decir de liberación. Jesús es la verdad, ha venido a inaugurar el Reino de Dios y hacernos partícipes de él. El Espíritu Santo, que derrama en bautizados y creyentes, nos invade con una participación viva de su Reino, que es un Reino en la verdad, en la transparencia  donde el pecador es invitado a hacer un camino de verdadera vida siendo acogido en la misericordia de la verdad, invitado a acercarse a Jesús sin miedo a ser juzgado sino acogido con una propuesta de vida verdadera sin engaños ni falsedades. Es la crítica que Jesús hace constantemente a escribas, fariseos y sumos sacerdotes, preocupados por la apariencia y el qué dirán. Jesús, el Mesías, trae una propuesta de amor que llega al corazón, su Espíritu toca el ser y la historia de la samaritana, de Zaqueo, de la adúltera, para dar a esos corazones la luz del amor verdadero que abre a una esperanza donde no cabe el engaño ni la simulación. A Jesucristo no le gustan los simuladores hipócritas, esos que son falsos en esencia, por eso con razón dice la escritura: que Jesús no se fiaba de los hombres, porque Él sabe de la doblez con la que actuamos continuamente los seres humanos. Jesús es la verdad y en esa verdad le lleva a afirmar a Pilatos: “Soy rey para eso vine al mundo para ser testigo de la verdad”. Tiene que llegar para nosotros una profunda conversión del corazón que nos ayude a cambiar estas estructuras de pecado que alejan a muchos hombres y mujeres de Dios.

Sin cambio del corazón y de las actitudes no es posible avanzar en la conquista del Reino. San Pablo fue capaz de hacer un cambio radical en su vida porque supo descubrir a Cristo y dedicarle lo mejor de sí mismo. De perseguidor pasó a perseguido, de intolerante pasó a ser comprensivo, de legalista pasó a ser amplio de corazón y sólo así fue posible el milagro de su conversión. Hasta llegar a decir: “Todo lo considero basura con el conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor”

 Afirmamos, entonces, que el Evangelio, como buena Nueva, se manifiesta como palabra de Jesús donde se deja oír la palabra viva de Jesús, porque Jesucristo, como la palabra, es la buena Nueva, Evangelio que debemos mirar más allá de la riqueza siempre viva de los cuatro evangelios. Jesucristo, la Palabra, nos habla en la Escritura, en los signos de los tiempos, en el magisterio de la iglesia, porque Él, que es la Palabra, se hace oír a través de su Espíritu, como dice el Padre en la transfiguración: “Éste es mi hijo amado, escúchenlo”  y como al final del evangelio de Juan se nos refiere: “Jesús hizo muchas otras señales en presencia de sus discípulos que no están escritas en este libro.” Apostar por la justicia del Reino de Dios es mirar la vida desde otra perspectiva. Es abandonar, poco a  poco, nuestras actitudes cerradas y egoístas. El Reino no crece porque yo haga muchas cosas y trabajos, sino que crece cuando soy capaz de acercarme al otro, especialmente al más necesitado, cuando rompo distancias de lejanía afectiva con los que me rodean, cuando tengo la valentía de perdonar, cuando salgo de mi pequeño mundo privado y particular para dar entrada a los que tengo cerca. Siempre hay una verdad que está por encima de mi pequeña verdad.

Vemos que el Evangelio de Marcos refiere la inclusión del mensaje de Jesús: Empieza anunciando la llegada del Reino y en la Pasión concluye su vida terrena confesando ante Pilatos que ha venido al mundo para ser testigo de la verdad y diciéndole al ladrón crucificado con Él: “Hoy estarás conmigo en el paraíso.” El mensaje de Jesús se abre con el anuncio de la llegada del Reino y su vida termina testimoniando el Reino entre nosotros al revelarse como testigo de la verdad ante Pilatos: “El que es de la verdad escucha mi voz.” Se nos invita a vivir una conversión en libertad y abiertos a la verdad. Esto nos da una gran esperanza porque en Dios siempre hay un espacio ofrecido a la humanidad para su conversión, la cual debemos entender desde el lenguaje del amor que Dios nos tiene y, por ello, espera de nosotros una respuesta en conciencia para cambiar lo que está fuera de la verdad y nos oprime. La mentira, el engaño y la opresión están fuera de la verdad y la libertad.

Como el profeta Jonás, también nosotros estamos enviados: “Anda, vete a la gran ciudad de Nínive y anuncia lo que yo te voy a decir” Como Jonás podemos encontrar muchas razones para seguir instalados en nuestro terreno particular y privado, lejos de nuestros hermanos, pero así no encontraremos esa felicidad que buscamos. Y además después nos quejaremos de sentirnos solos. La Palabra de hoy insiste en que ya ha llegado el tiempo, no podemos esperar más. Que cada uno se mire por dentro en la presencia de Dios y vea qué ha de cambiar, cómo ha de salir al paso de los otros y de la vida, qué ha de abandonar y qué ha de abonar  para ser un poco más feliz.

 SONETO DEL ENCUENTRO CONTIGO EN EL MUNDO

 (Pedro Casaldáliga)

La vida sobre ruedas o a caballo,

yendo y viniendo de misión cumplida,

árbol entre los árboles me callo

y oigo cómo se acerca tu venida.

Cuanto menos Te encuentro, más te hallo,

libres los dos de nombre y de medida.

dueño del miedo que te doy vasallo,

vivo de la esperanza de tu vida.

Al acecho del reino diferente,

voy amando las cosas y la gente,

ciudadano de todo y extranjero.

Y me llama tu paz como un abismo

mientras cruzo las sombras, guerrillero

del mundo, de la Iglesia y de mí mismo.

 DIOS TAN SECRETO  (Jacinto Mañas)

Estoy contra de ti, que no te encuentro,

que no te sé buscar, que busco fuera,

y estás veraz, tan hondo en mi ceguera,

tan cerca estás de mí, Señor, tan dentro.

Te busco desde aquí, desde mi centro,

porque no sé buscar de otra manera,

herido, a dentelladas, como fiera

que soy, hasta llegar a tu epicentro.

Mas llegarás un día, liberado

de este vivir de hombre tan concreto;

mi mundo, mi demonio encadenado.

Perdóname mi falta de respeto,

que estás lejos de mí, tan a mi lado,

tan evidente al fin y tan secreto.

Volver arriba