Más allá de apariencias impostadas Vida consagrada: ser lo que somos

En la vida Consagrada hay mucha vida

Al fin y al cabo, la Vida Consagrada no es otra cosa que una manera peculiar de vivir la fe. Una manera original y novedosa, aunque sea ya muy clásica, que ha conseguido entusiasmar a muchos hombres y mujeres y que sigue entusiasmando hoy aunque no sea a tantos.

Cultivar este impacto de la Vida Consagrada no significa que hemos de descubrir el Mediterráneo o rebuscar fórmulas extrañas o novedosas para lograr ese impacto que buscamos. Se trata simplemente de ser nosotros mismos; de vivir nuestra vida con gozo y gratuidad, con emoción y con pasión. Y, sobre todo, de vivirla al lado de nuestros hermanos y en íntima comunicación con los hombres y mujeres y las pobrezas que nos rodean. La Vida Consagrada no es para los museos, ni para ser encerrada entre nobles piedras; es para ser referencia y llamada de atención en medio de nuestro pueblo.

Tal vez, en definitiva, lo mejor que podemos ofrecer hoy es un lugar de encuentro en la fe y de diálogo, de afecto compartido y de misión ilusionante. Un espacio donde se viva sin los agobios que produce la sociedad del bienestar y de la ambición y donde podamos sentir la normalidad en el sentido más pleno de la palabra. Un lugar donde no nos compliquemos la vida con ñoñerías y dimes y diretes, con leyes y tradiciones estresantes. Un lugar donde podamos sentir que la vida pasa con serenidad y que podemos ir envejeciendo con el gozo de saber que hemos vivido, que estamos viviendo, que podemos saborear la calidad de vida que genera el saberse comprometido y entrelazado en un sueño común que nos convoca y nos hace hermanos.

Porque se trata, en fin, de vivir en el sentido más pleno de la palabra. Y en la Vida Consagrada hay mucha vida, porque el Señor nos la regala, para disfrutarla, compartirla y ofrecerla en gratuidad. No hay hoy impacto mayor que éste para los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Un impacto que no puede ser impostado y de exhibicionismo ególatra al que nos estamos acostumbrando a fuerza de titulares mediáticos y propaganda a costa de los pobres. Lo que los jóvenes de hoy buscan es la naturalidad de lo que uno es y no de lo que quiere aparentar.

Nuestra vida no busca cosechas ciertas sino siembras constantes. Lo importante es que no eludamos la tarea que nos toca, a todos y cada uno de los consagrados de hoy en el tiempo en que nos ha tocado vivir. Jóvenes hay muchos vagando por las autopistas de la vida buscando un sentido para sus pasos. Me pregunto si hay también muchos religiosos dispuestos, más allá de los buenos deseos e histrionismos, a ofrecérselo.

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